marzo, 2012

Detalles del evento
Por Christian Gómez La esencia de Don Giovanni (1787), ópera de Mozart y Lorenzo da Ponte, es mostrar las villanías de un seductor que ha burlado e incluso matado para hacer suyas más
Detalles del evento
Por Christian Gómez
La esencia de Don Giovanni (1787), ópera de Mozart y Lorenzo da Ponte, es mostrar las villanías de un seductor que ha burlado e incluso matado para hacer suyas más de dos mil mujeres. Señalado, el libertino es perseguido y finalmente castigado. Por donde se vea, más allá de las moralejas, hay un verdadero drama.
Por humanizar al personaje o por identificación con él; por denunciar la hipocresía social o evidenciar una realidad más compleja, José Saramago hizo una adaptación donde el Don Juan es absuelto. ¿La intención? Acercarse al arquetipo de una manera actual que revelara otros matices, como el compromiso ético del personaje con su vocación de seductor.
Así, traducida por Pilar del Río y dirigida por Antonio Castro, una versión de Don Giovanni o el disoluto absuelto se presenta en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón del Centro Cultural Universitario. En esta puesta, el director busca cuestionar los roles de género: ¿y si son las mujeres quienes seducen al cazador?
Desde la primera escena, Don Giovanni (Martín Altomaro) alardea su pasión por las jóvenes principiantes y su éxito por el mundo con una serie de conquistas que alcanza las 2066 (“¡Tantas y tan pocas!”). Como trofeo, ha registrado sus nombres en una libreta. Pero pronto comienzan los problemas: mujeres engañadas en acción, el señalamiento social, la persecución y el comienzo de su tragedia cuando se borra el historial de sus conquistas.
En esos caminos de la historia se advierte la nueva personalidad de la puesta. Por ejemplo, cuando el Comendador (Humberto Solórzano), personaje asesinado por Don Giovanni que vuelve como estatua en busca de venganza, lejos de atormentarlo parece seducido por su forma de vida. ¿Cómo juzgar al que ha logrado la vida que deseamos?
Gracias al vestuario y la escenografía de Mónica Raya, la obra sucede en un curioso tiempo que es a la vez el siglo XVIII y el XXI, con sus mirreyes, gañanes, motocicletas y sensuales juegos de iluminación. También, actuaciones como la de criado de Don Giovanni, Leporello (Carlos Cobos), que parece llevarnos de vuelta a los ocurrentes diálogos del cine de oro mexicano.
Todo lo anterior, sobre un escenario dinámico que se transforma como rompecabezas o rubik en función de las jugadas de Don Giovanni.
Sin embargo, condensar esta historia en un poco más de una hora se torna complicado cuando se trata de abordar el verdadero conflicto. Bajo la presión, por ejemplo, se pierde cierto ritmo narrativo; la música, que de entrada prometía con una interpretación de Leporello y singulares mezclas de fragmentos de la ópera, luego parece olvidada por falta de tiempo. Desaparece.
En esta versión donde el galante logra salvarse del señalamiento y el castigo, las cosas se acomodan de modo tan sencillo y rápido que no se ven indicios de autorreflexión o drama alguno. ¿Pueden los actores y un diseño escénico tan notables comerse el nudo de la historia? Así parece.
Dato: la fórmula Antonio Castro-Martín Altomaro vuelve al Juan Ruiz de Alarcón luego de diez años. En 2002, con un amplio elenco, montaron con éxito en este escenario 1822. El año en que fuimos imperio.
Horario
Marzo 23 (Viernes) - Mayo 6 (Domingo)
Ubicación
Teatro Juan Ruiz de Alarcón
Insurgentes Sur 3000



























