Carla Morrison

Por: Uriel Waizel

La sola mención de su nombre irrita a propios y ajenos, sea por sus melosos maullidos o por su condición de Adele mexicana. ¿Será mera coincidencia que ambas, Carla y Adele, están nominadas en la entrega 59º de los Grammy, a celebrarse este domingo 12 de febrero?

Guardadas las proporciones (no nos referimos al waistline, ojo), sus carreras han corrido paralelas desde finales de la década pasada y con una cantidad muy similar de lanzamientos, donde han pasado de ser adolescentes suplicantes a damas sólidas, aunque solitarias.

Más allá de este inusual paralelismo, urge salir en defensa de nuestra Carla con el mismo respeto con el que se mira a Julieta Venegas y a Natalia Lafourcade.

Antes de bullearla y hacer cara de “fuchi”, hay que escuchar su ya clásico Déjenme llorar (2012) con evocaciones desérticas y country a la Patsy Cline, o el épico Amor Supremo (2015) que por sus canciones de antorcha ya se hizo de un Grammy Latino por el sencillo “Vez primera”, y muy posiblemente, al momento de su concierto en el Teatro de la Ciudad, Carla tenga en sus manos el Grammy 2017 al mejor álbum latino de rock, urbano o alternativo.

Más allá de cómo la clasifiquen los gringos, hay que celebrar cuando se entrega un pop orgánico, genuino y sin plantillas.

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