Alberto vivía inundado en deudas y no se acostumbraba a la situación. Antes ganaba mucho dinero, lo que es mucho, y el cambio de sexenio le había quitado todas sus posibilidades burocráticas. Llevaba un tren de vida de hombre poderosísimo.
Decidió entonces dedicarse a su propio negocio, buscar algún milagro para salvarse. No sabía usar ni lo más básico del Office, acostumbrado a ser el jefe.
Pasaron los meses del año y tuvo que aprender a hacerlo todo: redactar memos, presentar proyectos financieros en Excel, caminar para llegar a las juntas, estacionarse, etcétera.
Producto del esfuerzo, fue armando negocios de éxito, sin ayuda alguna, y pagando sus millonarias deudas. Al final del año, lo logró. Rondaba los sesenta años.