Piaf, voz y delirio fue escrita por Leonardo Padrón, con la dirección musical y arreglos de Hildemaro Álvarez

Los grandes actores, como los magos, pactan con su público una suspensión temporal de la realidad. El mundo que conocemos queda aislado tras las cortinas del teatro. Nuestra es la perspectiva desde la butaca, nuestro asombro y el acuerdo íntimo con quien se yergue en las tablas. Aceptamos la oscuridad de un recinto sin amenazas y nos entregamos. En ello ocurre la fascinación.

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La actuación de Mariaca Semprún, interpretando a la môme Piaf, anula las décadas que han transcurrido desde su muerte. Con su voz que emula, pero no imita, y su excepcional dominio de la escena, consigue dejarnos cara a cara con la cantante inmortal. Ha hecho al «pequeño gorrión» volver a cantar en Caracas, Miami y ahora lo hará en Ciudad de México.

Con más de 26,000 espectadores en sus temporadas previas, este espectáculo nos sumerge durante hora y media en un vértigo absoluto, que recorre la vida de una de las máximas representantes de la canción del siglo XX.

La obra, que se ha presentado en inglés y español, respetando siempre el repertorio musical en su francés original, fue escrita por Leonardo Padrón, con la dirección musical y arreglos de Hildemaro Álvarez; cuenta con siete músicos en escena y, fiel a la exorbitancia de su mapa vital, es a través de canciones y no fechas, que se cruza la apuesta.

En Piaf, voz y delirio, la voz de Semprún abordando para nosotros canciones como Non, je ne regrette rien y el dardo de la Vie en Rose, entre otras, nos acerca a los hechos de su vida y al sometimiento total de un talento que sacudió como sacude la certeza del amor o la desesperanza. Edith Piaf huérfana, incomprendida, frenética y diva. Amante. Una mujer total.

A ello se suma la lectura del espíritu y la consciencia del personaje que hicieron Alfredo Correia en diseño del set y Ernesto Pinto desde la iluminación. La escenografía hace posible para nosotros las relaciones y el mundo inestable de Piaf, mientras que Pinto sostiene, con recursos mínimos, los hilos de la luz como los hilos de la voz: sin ornamentos.

El amor y las desgracias hicieron que Piaf viviera un encierro del que curiosamente, solo el claustro del teatro y el escenario la podían sacar. La salvación devota de entregarlo todo hasta el último momento, sin arrepentirse.

Esta obra rescata el poder de la belleza como una fuerza siempre imprevista y avasallante. Una inédita irrupción de la verdad, con la íntima desnudez de quien canta, y en ello existe o deja de existir.

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Piaf, voz y delirio

Dónde: Gran Teatro Molière, Molière 328, Polanco

Cuándo: del jue. 19 al dom. 29; jue., 20:30 h, vie., 21 h, sáb., 20 h y dom., 18 h

Cuánto: $350-$1,200

Dirección: Leonardo Padrón

Reparto: Mariaca Semprún