Érase una vez un niño de 14 años que apareció en YouTube, fue descubierto por su actual manager, luego por Usher y luego por un grupo de adolescentes a las que el cantante debe su millonaria cuenta de banco. Resulta que ese cantante fue uno de los afortunados en tocar en el Zócalo del Distrito Federal (¡después de Paul McCartney!), lugar en el que se dieron cita estos personajes: que nadie se de por aludido todos son producto de nuestra imaginación… Ajá.

Niñas que lloran

Hemos tratado de entenderlas argumentando que son demasiado pequeñas para ser responsables de sus actos. No diremos más, sólo que seguramente tienen cerca a alguna de las que mencionamos en el siguiente punto. Si después de leer la descripción, usted se siente alarmado, vaya, sin miedo, a contárselo a quien más confianza le tenga.

Pubertas aspiracionales

Son todas aquellas que de sus 10 a 16 años viven en el limbo de la música pop, aquellas que escuchan Estéreo 97.7 y que piensan que por escuchar Alpha tienen al mundo a sus pies. Lo mejor de la vida es que cuando cruzan la barrera de los 18 se dan cuenta de todos los errores que cometieron, su vida empieza a valer la pena y, aunque dicen que no se avergüenzan de su pasado popero, se dan por amnésicas y se empeñan en cubrirlos.

Fans de clóset

Dicen que no les gusta, dicen que no están moviendo la cabecita cuando escuchan Boyfriend, dicen que van obligadas por su mejor amiga, dicen que están ahí para vender tazas a 60 pesos. Nada más falso. Les gusta, buscaron su disco en internet como desesperadas para descargarlo en su teléfono y escucharlo en la intimidad de sus audífonos. No se hagan. ¿O qué?, ¿esas210 mil personas fueron hologramas? Ahora la culpa es de todos los que vieron a Paul por internet. Tache.

Reggaetoneritos indecisos

Una cosa que no entendemos de Justin es su look. Ropa plateada, tenis fosforescentes, guantes, gorras. Vamos, sólo le falta incluir a su armario la firma Ed Hardy. Ok, pues lo diremos: si son de uno o de otro bando están mal. Es algo que todos saben menos ustedes. Oso.

Los de seguridad

Nunca está padre estar en un concierto y tener que trabajar (ni en lo que se refiere a cuidar borrachos, a tomar fotografías o hacer reseñas de los mismos. La diversión viene incluida a la hora de pagar tu propio boleto, recuérdenlo). Todavía lo aceptas cuando eres un Lobo y estás en el Vive Latino, escuchas la música de Caifanes de fondo, ya todos se calmaron y no hay tanto asfixiado. Ok, corregimos: nunca está padre tener que trabajar mientras que de fondo musical está la música de un canadiense que canta como niña.

Club de fans

Nunca puede faltar el grupito de niñas armadas con cartulinas, playeras conmemorativas (tipo: “Beliebers al Zócalo 2012”), y más importante: una potente voz capaz de dejar sordo a cualquiera. Si son muy entusiastas, incluso habrán preparado porras ridículas que resaltan por su nivel de cursilería y su rima barata. No dudamos, incluso, que la presidenta del club haga planes para intentar conocer a Bieber después del concierto. Son las más intensas, pero también las que contribuyen en gran parte a crear la atmosfera “popculturosa” que se necesita para este tipo de conciertos.

Los que llegan a acampar

Sabes que eres un fan from hell cuando en tu cabeza suena muy bien la idea de ir a acampar al Zócalo en plena época de lluvia con tal de estar hasta adelante en el show de tu ídolo. En el concierto de Justin pudimos ver a varias chicas que se atrevieron a hacer esto, y que no dudarían en llegar a otros extremos. Las entendemos (ok, no, pero finjamos que sí), pero la idea de estar en un concierto con tu kit de acampar no suena muy cool que digamos.

Vendedores ambulantes

Todo acontecimiento capitalino es una buena oportunidad para el comercio… sobre todo para el informal. Así que no podían faltar los tipos que te venden toda la parafernalia necesaria para fans: tazas, pósters, el mp3 con toda la discografía, la playera conmemorativa y la peluquita de peinado de casquito de Justin en sus inicios (ok, esa última tal vez no, pero tampoco sería raro si lo hicieran). Por un momento, el comercio informal es un paraíso belieber.

Haters

Son esos que nunca entenderemos por qué estaban ahí. Una cosa es detestar a un músico y hacerle gifs de odio desde la comodidad de tu hogar como si no tuvieras nada mejor que hacer, y otra muy diferente tomarte la molestia de ir al Zócalo con 200,000 personas eufóricas sólo para gritar “Justin Bieber es niña”… cuando el cantante estará muy en su onda cantando cursilerias, completamente incapaz de percibir los gritos de furia.

Los papás

O que, ¿creían que las niñas se iban a ir solas al Zócalo con semejante multitud? Jaja, no, señores: mamá y papá siempre deben ir con sus bebés de 16 añotes. Entre estos responsables padres de familia podemos encontrar dos tipos: los apáticos, que pasan todo el concierto rezando porque repentinamente Justin Bieber decida que ya se quiere ir, o los papás “en onda” que harán bailes vergonzosos y corearán “baby, baby baby, oooooh” y se sentirán a la moda porque cantan lo mismo que los “muchachos actuales”.