Durante muchos años, la esquina de Orizaba y Tabasco, en la Roma, fue ocupada por el Billar Roma, un pequeño local que satisfacía las necesidades de los lugareños por el taco y la bola. El Roma cerró, y su lugar es ahora ocupado por Lucille, un concepto de barrio, relajado y abierto a todo tipo de concurrencia.

Está, por ejemplo, el grupo de amigos que se reúne a echar la platicada y un trago. Ocuparán una de las sencillas mesas, cada silla con diseño distinto. O una de las salitas, en las que se puede debartir más íntimamente. Se tomarán una chela (la pinta les cuesta $40; muy buen precio para una Cosaco oscura y densa) y tal vez mantengan la tradición que el local mantiene desde que se llamaba Roma: ocuparán una de las mesas de pool (y quizá extrañen un poco la carambola...), por sólo $60 la hora. Se pueden quedar en los tragos y el bicho hasta las 2 h, con buena música Indie y una concurrencia de onda cool condesera.

Está también el grupo de amigos que rodean los cuarenta o cincuenta años. Se toman un cafecito mientras juegan dominó, o varias partidas de backgammon, o de plano un ajedrez. El ambiente de la tarde es mucho más tranquilo; la música está más bajita y la tele transmite partidos de fútbol.

Algo que se agradece, además de lo relajado y abierto, es la recuperación del espacio original del local, mucho más amplio ahora que cuando se llamaba Roma, así como las comidas, especialmente las pizzas, que, además de muy buen precio ($65 por una porción personal), son excelentes acompañantes de las lisas-y-rayadas y la cerveza en caña.

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