Por: Hugo Hernández
En esta ocasión, como un lugar dirigido a público en sus treinta con ganas de revivir los entrañables noventa, comer bien y enfiestar sin pensar en moverse a otro bar.

La decoración es un tanto teatral, con reminiscencias de los años setenta, en tonos azul pálido y café. El diseño corrió a cargo del despacho de arquitectura e interiorismo LOL. El restaurante ocupa la primer planta y el patio, con techo retráctil, la delicia de los fumadores. En el sótano se encuentra el bar,el cual, conforme avanza la noche, va aumentando de intensidad.

La barra ofrece una mezcla de cocteles originales y tragos clásicos hechos con esmero y servidos por meseros que dan un servicio profesional, muy a la antigüita. El menú sencillo de dos tiempos, creado por el chef Agustín Sambucetti, recupera la esencia del Ixchel: comida internacional de temporada con marcados rasgos mexicanos. Así, podemos escoger entre los clásicos tacos de pato, los ravioles con salsa de pimiento morrón o el tempura de flor de calabaza. Vale destacar que los alimentos son hechos de manera artesanal en la cocina del lugar.

La música es una mezcla ecléctica: va desde Billie Holyday, Mina o Edith Piaf (por la tarde) hasta rock, pop y electrónica (por la noche), que gracias al excelente sistema de audio heredado por el Love, lleva los beats a cada rincón de la casona.

Para asegurarse de conservar su estatus como referente cultural del rumbo, Ixchel tiene un intercambio artístico con djs del club Silencio (ubicado en Paris y concebido por David Lynch); además de que personalidades del cine y diseñadores de moda, quienes llevan a cabo aquí adelantos de sus colecciones, lo han adoptado como sitio de reunión.

El Ixchel no es un lugar necesariamente para hipsters (si eso es lo que se entiende con lo hasta aquí leído); de hecho, no hay un dress code definido y, desde luego, no te toparás con un gorila en la entrada resguardando una cadena.