¿Cuántas noches de fiesta no terminaste en este templo del high energy?, largas filas para entrar, fichas para intercambiar por chelas y el calor que jamás logró sofocar los duelos de baile más setenteros. Así eran las noches de Patrick Miller que tanto extrañamos.

Un pasillo tapiado de colores neón te avisa que estás a punto de entrar a uno de los centros de baile más queridos en la Ciudad de México. El calor, y sudor, confirman que la fiesta a iniciado dentro. Viernes de Patrick.

“Danger, danger.. He’s dangerous… Danger straight ahead”

Los primeros acordes del trancazo lanzado porThe Flirtste reciben. Una bola disco y luces discretas, cubren de color a los parroquianos del baile.Pisar el Patrick era ir -siempre- en plan de divertirse solo con el baile; dejarse llevar por los duelos improvisados en la pista o descansar en el segundo piso para terminar de mirón, mientras fumabas discretamente.

La peda jamás fue necesaria, y mira, que podías canjear fichas de poker por chelas baratas, que la verdad siempre estaban tibias.Basta un espacio amplio al estilo bodega industrial, con una segunda planta donde se posan los menos aventados, para que los duelos de baile comiencen.

En el Patrick Miller no existe el tiempo. Jóvenes de cincuenta o más y chavos de veintitantos: en la pista caben todos por igual.Las manos cazan figuras imposibles en el aire, la ‘bolita’ se arma ,y dentro sucede, lo quepor instantes remonta los bailes sonideros en Lagunilla.Nostalgia. Fiesta.Magia. Vida.

El Patrick llegó a la esquina de la calle Mérida en la colonia Roma, durante los noventa. Incluso antes de que este sitio fuera de los favoritos por los amantes de la fiesta.Los viernes siempre fueron de Patrick. Algo ‘diferente’ se servía en su menú musical; noches de los ochenta y noventa,new beat, disco setentera y el high energy.

Patrick es la oda a los lugares que nos han dado vida en la Ciudad de México. Abierto a todos, sin etiquetas o discriminación, una banda (vibra) siempre alivianada. En el Miller se veía de todo: gente con muletas o en silla de ruedas, bellezas trans, diosas lésbicas, ganadores de concursos de baile, la chaviza, la banda. En el lugar nunca hubo ausencia de nadie, al contrario, siempre faltó espacio para que cupiéramos cada vez más.  

Vueltas imposibles, saltos estilizados, outfits de alto impacto. Maquillaje hasta en el corazón. Punta, lapiz labial y tacón. La fiesta emana de la parroquia y siempre queremos ser fieles a ella. Larga vida a las noches de Patrick Miller.

El high energy no se crea, ni se transforma, solo cambia de sede. Ya sea en el Palacio de los Deportes por su aniversario, o, en la Calle de Filomeno Mata, (Club de Periodistas) donde nació: el baile siempre será suyo.