Quién sabe que tanto sea una obviedad para algunos, pero debe decirse como es: estamos ante uno de los mejores momentos para la comedia stand up mexicana. Y para cualquier que lo dude, la prueba definitiva tuvo lugar la noche del miércoles 5 de febrero en el Teatro Metropólitan durante la segunda edición del Roast de La Hora Feliz.

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¿Qué es La Hora Feliz y por qué le fue cómo le fue?

Para los no enterados, explicamos rápidamente: La Hora Feliz es un podcast creado por los comediantes Hugo “el Cojo Feliz” Pérez y Roberto “Tío Rober” Andrade.

Esta dupla ya tenía cierta fama antes de dar el salto a los audífonos con su podcast; se conocieron en 2012 en un taller de comedia stand up impartido por Juan Carlos Escalante y desde entonces comenzaron a trabajar juntos en diversos proyectos al lado de otros como comediantes como Franco Escamilla, Ricardo O’Farril, Alex Fernández y Carlos Ballarta.

Hay que decir que ambos trabajaron en producciones de televisión de René Franco y Fernanda Tapia, pero definitivamente el éxito les llegó por sus rutinas de stand up en diversos foros del país. Fue entonces que, por idea del Cojo Feliz, en 2017 se decidieron a crear el podcast como una manera de mantenerse vigentes en el gusto de la gente. No obstante, ninguno de los dos imaginó el éxito que su propuesta tendría.

Junto con los proyectos de radio por internet de Franco Escamilla y su Diablo Squad, así como otros podcasts de comedia primerizos como El Super Show Está Genial, El Cojo y Tío Rober lanzaron su anzuelo al océano de las transmisiones descargables.

Su propuesta, aunque básica, también es arriesgada: desde ese primer momento se trató de elegir un tema al azar y hacer chistes a partir de este. Es básica porque cotorrear es lo que cualquier mexicano que se respete hace en una sobremesa o en una peda; pero es arriesgada porque se trata de apostarle todo a la gracia que uno pueda tener, esperando que la gente conecte con su humor.

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El podcast inició modestamente y hasta incluían algunas canciones para darle cierto ritmo similar a un programa de radio; pero conforme fueron pasando las transmisiones, la audiencia creció y poco a poco se fueron haciendo de un estilo propio donde lo importante no era tanto entretener, sino pasarlo bien y transmitir esa espontaneidad a la gente.

La pareja de comediantes logró vincularse con sus escuchas hablando absolutamente de todo. Y cuando decimos de todo, es de todo: lo mismo se avientan un conteo de las mejores frutas como de las mejores garnachas, o hablan de los cambios y lo difícil que es ser un tercer portero en un equipo de futbol, o bien dedican una hora entera a hablar de personas que se llaman “Luis”. Todo es “chisteable” y aquí lo demuestran.

Por supuesto que, contado así, cualquiera pensaría que se trata de algo bastante aburrido y sin gracia. Y sí, puede ser. Pero lo que no se puede negar es que fue esa autenticidad para hablar de las cosas lo que finalmente llevo a que este par de locos agotara las 3,194 localidades del Teatro Metropólitan en El Roast de La Hora Feliz.

El Roast de La Hora Feliz

La noche comenzó con una rutina breve de Richie O’Farrill que sirvió como tentempié para lo que venía. Al terminar O’Farrill, el host y comediante, Alex Fernández, salió a dar la bienvenida al público y arrancó con las hostilidades del roast.

El roast es un formato tomado del stand up gringo, donde una serie de invitados se dedica a “rostizar” al principal y al resto de convocados. Dicho en buen mexicano, de lo que se trata en el roast es de cargarle pila, cabulear, mancharse con el principal y también con todos los invitados.

Para El Roast de La Hora Feliz, los “rostizadores” fueron otros podcasts amigos: El Super Show Está Genial, Chichis pa’la banda, Leyendas Legendarias y La Cotorrisa. Los dos últimos de los invitados, por ejemplo, se debaten el primer lugar de podcast general en Spotify, peleando contra gigantes de los medios como Martha Debayle.

Lo que sucedió esta noche es un tanto difícil de contar, ya que se trató de una avalancha de chistes, cada uno más manchado que el anterior. Los participantes pasaron por turnos a rostizar, se carcajearon de los rostizados y aguantaron vara como campeones cuando les tocaba ser el blanco de las burlas. Lo que es más: salió embarrado hasta el controversial comediante Louis C.K., quien se presentó un par de días antes en el mismo recinto.

Vale la pena detenerse un poco y hablar del humor que atestiguamos anoche en el Metropólitan. Se trató de un humor sin pretensiones, donde invitados y los propios anfitriones dieron rienda suelta a su capacidad de burlarse de lo peor de ellos mismos: desde el físico hasta la edad, los fracasos amorosos, las incompetencias, las envidias y hasta situaciones personales quedaron expuestos ante un público que cada pocos segundos estallaba en carcajadas.

Lejos de la tradición del chiste ojete donde el burlón se encaja y se ensaña con el diferente y que tanto tiempo rigió en los medios tradicionales mexicanos, en este caso cada uno tuvo oportunidad de responder y devolver la bola, demostrando que en igualdad de condiciones nadie puede salir bien parado en una batalla de burlas.

Y esa es la cosa, ya que a lo mejor sin intención, el stand up se ha convertido en una especie de laboratorio que bien puede aportar algo ante ese bonito ideal de pluralidad de ideas, tolerancia y libertad de expresión que tanta falta nos hace.

Hoy, por lo menos por lo que atestiguamos ayer en El Roast de La Hora Feliz, podemos decir que vale la pena esperar a ver en qué evoluciona esta aún incipiente escena del stand up mexicano.