Hagas lo que hagas, no te toques la cara cuando viajes en el Metro. No importa si ya superamos la pandemia por covid-19. Además de transportar a 5.5 millones de usuarios cada día, la limusina naranja de la CDMX es un parque de diversiones para las bacterias, de acuerdo con un estudio encabezado por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), en colaboración con la Universidad Autónoma de México (UNAM).

Desde abril de 2016, la Doctora Mariana Peimbert y cuatro investigadores más —Apolinar Hernández, Carolina González-Cedillo, Luis D. Alcaraz y Daniela Vargas-Robles— analizan el microbioma del Metro, es decir, las bacterias del Metro y su procedencia.

A decir de los investigadores, importa más saber cuáles son esas bacterias que conocer cuántas son, ya que ese sistema de transporte chilango es una ciudad dentro de la misma ciudad: una red con 196 estaciones, distribuidas en 12 líneas, que suman 226.5 kilómetros de vías.

Aquí ocurre de todo, hasta la ciencia

A primera vista, Apolinar luce como un usuario más del Metro, hasta que saca un hisopo esterilizado y lo frota contra uno de los pasamanos. La gente observa con curiosidad y empiezan las dudas: ¿qué hace?, ¿pasó algo malo?, ¿es peligroso? Para relajar el ambiente, la Doctora Daniela Vargas, que tampoco viste la típica bata blanca con la que imaginamos a los científicos, aclara: queremos saber cuáles son las bacterias del Metro y su interacción con los pasajeros.

Las primeras tomas de muestra para el estudio se realizaron del 27 de abril al 5 de mayo de 2016. “Los usuarios siempre nos hacían preguntas, querían saber qué estaba pasando”, recuerda Daniela, investigadora postdoctoral de la UAM Cuajimalpa. “Después (de explicarles) los pasajeros le pasaban la voz a otros usuarios e intentaban asegurarse de que nadie nos interrumpiera durante el muestreo, querían ayudarnos”, agrega.

Te recomendamos

Para describir el microbioma de la limusina naranja de la CDMX, Mariana Peimbert y su equipo analizaron las bacterias del Metro que recolectaron, con el objetivo identificarlas por nombre y apellido (Cutibacterium acnes, Staphilococcus epidermis, Clostridium perfringens, entre muchísimas otras).

En una primera aproximación, con permiso del Sistema de Transporte Colectivo, el grupo de trabajo tomó muestras de los pasamanos verticales de acero inoxidable de los vagones, así como de los torniquetes. La investigación se basó en las muestras obtenidas de los torniquetes de 24 estaciones y de los tubos de dos trenes por cada Línea.

Tras revisar las muestras, las y los investigadores encontraron mil 58 géneros distintos. “A nivel de género, no hay mucha diferencia entre las distintas estaciones y vagones del Metro”, explica la Doctora Peimbert y detalla: del total de bacterias, 420 estaban presentes en todas las estaciones y trenes. Además, esas 420 conforman más de 99% de las bacterias totales, “pero a nivel de especie de bacteria” sí se encontraron diferencias, agrega la especialista.

¿A qué se refiere con eso? Pongamos como ejemplo el género de las panteras. Los leones, tigres, leopardos, jaguares y el leopardo de las nieves pertenecen al género Panthera, pero cada uno tiene su propia especie: es decir, el león es Panthera leo, y el tigre es Panthera tigris. Siguiendo este símil, con las bacterias, podemos decir que en todas las estaciones del Metro hay panteras, pero en unas hay jaguares, en otras hay leones, mientras que en otras encontramos tigres y leopardos. Distintas especies, mismo género.

La diferencia más significativa que encontró el estudio, publicado el pasado 29 de marzo en la revistaScientific Reports, fue entre los trenes y los torniquetes. Probablemente, señalan los expertos, esto de debe a que los torniquetes tienen más contacto con la ropa, bolsas, y no solamente las manos, como el caso de los pasamanos.

bacterias del Metro 1
Foto: Cuartoscuro.

Haciendo un análisis más detallado “encontramos algo que tiene mucho sentido” dice la Doctora Mariana: “El microbioma del Metro es, principalmente, el del polvo y el de la piel humana”. Así, el análisis del grupo de trabajo de Mariana encontró que 34% de las bacterias del Metro provienen del polvo; 32%, de la piel; 13%, de la saliva; 4%, de la tierra, y cerca de 0.1% proviene de la vagina.

La mayoría de los orígenes de las bacterias parecen lógicos. Polvo hay en todos lados. La piel está en contacto con distintas partes del Metro. Cada que hablamos expulsamos saliva, pero ¿cómo llega el microbioma vaginal a los andenes? “Es normal”, señala Mariana y agrega que donde hay mujeres, hay microbioma vaginal.

Te recomendamos

Sin embargo, Mariana y su equipo no se quedaron sólo con esa descripción. “Queríamos saber, también, cuál es el aporte del Metro a las manos de los pasajeros”, cuenta la Doctora Daniela Vargas.

Para ese segundo objetivo, el equipo de trabajo escogió a ocho voluntarios, a quienes les tomaron una muestra del microbioma de sus manos antes y después de realizar su recorrido por 11 estaciones del Metro. “Lo que observamos es que los pasajeros entran con una microbiota muy personal, probablemente formada por las bacterias que traen de casa (…) Cuando la comparamos con la microbiota que tienen al salir del Metro, después de estar en contacto con distintas superficies —no necesariamente las mismas—, los voluntarios se parecen más entre ellos por su microbiota y se parecen más al Metro que antes de entrar”. 

Es decir, cada que viajas en la limusina naranja, cuando te conviertes en untururunauta, te inoculas de la microbiota que está ahí y cuando sales, eres un poco más parecido a los demás usuarios. “Este fue el resultado que más me sorprendió” concluye Daniela.

¿Qué más sabemos de las bacterias del Metro?

Foto: Cuartoscuro.

El grupo de investigación también analizó el experimento a la inversa: ¿qué tan rápido se “contagia” el Metro de nuestras bacterias? “Rapidísimo”, asegura Mariana. Para este ejercicio, las investigadoras limpiaron con una toallita y un trapo húmedo un pedazo del pasamanos, eliminando 96% de las bacterias presentes, y después tomaron muestras de la misma zona del tubo cada 5, 10, 20, 30 minutos y hasta una y dos horas después. “Con cinco minutos bastaba .Después de ese lapso de que la gente estuvo en contacto con el tubo, la cantidad de bacterias era la misma que antes de limpiar el tubo. Aunque las bacterias eran distintas, no siempre las mismas”, narra la Doctora Peimbert. De ahí que el grupo de trabajo escribió: “El Metro de la CDMX es el parque de juegos de las bacterias de la ciudad”.

Estos nuevos experimentos aún no han sido revisados por otros científicos expertos en el tema; sin embargo, los datos son públicos, ya que Mariana y su equipo decidieron publicarlos en un servidor llamado bioRxiv, en el que cualquiera puede revisarlos. “Es una manera de compartir con la comunidad científica —explica Mariana— así podemos compartir nuestras metodologías y análisis, tal vez les son útiles a alguien, además de que podemos recibir comentarios sobre cómo mejorar. Es como llevar a tu artículo a un Congreso”, añade, al referirse a esta práctica muy común en la física, pero que apenas empieza a tomar fuerza dentro de la biología.

Te recomendamos

Tras analizar las bacterias del Metro, pareciera que todo le salió bien al grupo de investigación, pero, como siempre, hubo complicaciones. “Yo juraba que iba a encontrar diferencias entre los vagones exclusivos de mujeres y el resto del tren” confiesa Mariana, “pero no fue así”. La diversidad de bacterias es la misma a lo largo del tren. ¿Por qué? Una de las explicaciones es que el vagón de mujeres no es el mismo siempre. Es decir, de Observatorio a Pantitlán, el vagón de mujeres es el de hasta adelante, pero cuando el convoy viaja de Pantitlán a Observatorio, el tren cambia de sentido y ahora la zona exclusiva para mujeres es el vagón que antes iba hasta atrás. Estos cambios frecuentes pueden ocultar la huella de un microbioma femenil dentro de los vagones.

A todo esto, ¿hay riesgo de sufrir alguna infección por las bacterias del Metro? Si bien el estudio solamente reporta patógenos oportunistas, es decir, aquellos que son peligrosos para personas con problemas de salud o defensas bajas, “yo recomendaría no tocar con las manos ni el suelo de los vagones y estaciones ni el pasamanos de las escaleras eléctricas”, recomienda Daniela. “Son los lugares donde hay más diversidad de bacterias y donde es más probable encontrar bacterias posiblemente patógenas”. 

“Es sencillo —concuerda Mariana— mientras estés en el Metro, no te lleves las manos a la cara y lávate las manos en cuanto llegues a tu destino”.

Después de platicar con las investigadoras, concluimos que en cada viaje en el Metro dejamos un poco de nosotros y, a cambio, tomamos algo de los demás. Como si al despedirnos, el Metro nos cantara:Tanto viaje yo te di, que por fuerza llevas ya, sabor a mí.

Fuentes:

Hernández, A.M., Vargas-Robles, D., Alcaraz, L.D. et al.Station and train surface microbiomes of Mexico City’s metro (subway/underground).Sci Rep 10, 8798 (2020).https://doi.org/10.1038/s41598-020-65643-4.

Daniela Vargas-Robles, Carolina Gonzalez-Cedillo, Apolinar M. Hernandez, Luis D. Alcaraz, Mariana Peimbert.Passenger-surface microbiome interactions in the subway of Mexico City. bioRxiv 2020.04.28.067041; doi:https://doi.org/10.1101/2020.04.28.067041.

Te puede interesar: El laberinto de la movilidad en CDMX, un especial de Chilango