Estamos de manteles largos, este mes cumplimos 15 años de Chilango, tiempo en que se ha convertido en una voz destacada de la ciudad. 

Ana Claudia Talancón llegó desnuda y sobre una cama de chiles a las manos de los lectores en noviembre de 2003, junto con el lema “Haz patria, ama a un Chilango”. Fue el primer número de esta, tu revista, que, 180 ediciones después, sigue recorriendo todas las aristas de la ciudad: su cultura, olores, sabores, historias, personajes y problemáticas, que han servido de crónica y memoria de esta alocada urbe.

Chilango no llenó un vacío informativo local, al contrario, abrió ese espacio al aportar en la conciencia de los capitalinos la necesidad de disfrutar el espacio en el que viven, en lugar de padecerlo.

Era entonces otra ciudad, o al menos esa era la idea que sus habitantes tenían de ella, una que Felipe Soto Viterbo, uno de los fundadores de la revista, recuerda como la aglomeración gigantesca y desproporcionada de casas, edificios, personas, tráfico y smog, reflejada en publicaciones, cuyas portadas eran sobre caos vial, secuestros, muertes y corrupción policiaca.

“Las personas concebían a la ciudad como una experiencia vial, era eso que pasaba mientras te trasladabas de tu casa al trabajo, del trabajo al restaurante, era eso que estaba afuera. La idea era cambiar esa experiencia vial por una vital: algo que se camina, que se vive, algo que lo llevas en la sangre”, explica Soto Viterbo, editor general de la revista de 2007 a 2010.

15 años de Chilango y empieza la aventura de la vida

La primera editora general de Chilango, Fernanda González Vilchis, recuerda que la idea de crear la revista surgió entre pláticas con John Reuter y Javier Martínez Staines, quienes contaban cómo grandes ciudades como Nueva York tenían revistas de ciudad como New York Magazine, mientras que el entonces Distrito Federal carecía de una publicación con esas características.

“¿Por qué esta ciudad que tiene tanto que hacer no tiene una revista que se dedique a analizarla y a investigar qué se siente ser su habitante? En cada plática con una persona de cualquier parte del mundo te preguntan cómo vives en esta ciudad, como la soportas y por qué te encanta”, menciona Fernanda, quien hizo una serie de reflexiones, investigación y lucha para definir cómo sería la revista.

FOTO: ATONATIUH BRACHO

Como si se tratara de un laboratorio, en la redacción de Chilango se crearon fórmulas para encontrar el tono justo entre el humor que se requiere para vivir en esta urbe y la importancia de informar desde la mirada del ciudadano.

La barrera a vencer era la falta de identidad –incluso en la actualidad no hay gentilicio para los que habitamos en la Ciudad de México– así que se imprimió el corazón de una cultura única, cuyo eco llegó a las páginas de una revista que decidió arriesgarse y adoptó el nombre de su gente: chilango.

Bautizar la publicación como Chilango fue aventurado, pues la palabra se consideraba peyorativa. Nadie quería ser el chilango: para los de provincia éramos nosotros, mientras que los capitalinos los señalábamos a ellos. Fue un nombre criticado, pero también amado, por lo que con cada publicación mensual se logró crear ese orgullo chilango que no existía.

“Todavía hay quien se ofende si le dices chilango, pero creo que si hubo un gran mérito de la revista es que a modo de rebeldía y contestatarios dijeron: ‘sí, sí somos chilangos ¿y?’. Ya no es un insulto”, asegura Gabriela Said, quien fue editora general de 2010 a 2012.

La vocación de la revista, agrega Said, es jugar a retratar al capitalino, ese que en un mismo día vive sensaciones llenas de claroscuros. Aquel que sale a trabajar pero llega tarde porque se encontró con una obra, que cuando termina su jornada laboral le toca una fuerte lluvia e inevitablemente una inundación pero que consigue ir a cenar a un delicioso lugar con sus cuates. “Es esa esquizofrenia, los chilangos somos todo eso. En tus 15 horas despierto pasas todas esas cosas y eso tenía que ser Chilango”.

Gabriela Said / Fotografía: Lulú Urdapilleta

Salvador Camarena, editor general de 2004 a 2007, indica que la revista realzó el ingenio y dedicación al ofrecer al ciudadano información sobre la oferta de entretenimiento pero también de los problemas con miradas duras, afanadas en el periodismo narrativo haciendo que la lectura se volviera una experiencia.

“Una revista como esta tiene que ser un producto entrañable, que la gente se quede con ella todo el mes y luego la coleccione”, subraya Camarena, quien admite que elevar la calidad fue una prioridad. “El que lleva Chilango en la calle está diciendo yo pertenezco a un club muy específico, en el que se cuidan los titulares, pies de fotos, todos los detalles, porque los agradezco, porque me entretengo leyendo, porque me divierto con algunos temas, porque me encabrono con otros”.

Fue así que la revista no se conformó con quedarse en el escritorio, sino que salió a las calles a captar el espíritu efervescente de la capital que anhelaba una renovación en su identidad.

“Era el sexenio de López Obrador (como Jefe de Gobierno capitalino), pero más allá de ‘El Peje’, se estaba reconstruyendo una reivindicación de ser chilango. Se construyó la Torre Mayor y se veía con orgullo, se quiso construir la Torre Bicentenario y hubo un broncón. La ciudad estaba discutiendo mucho de su futuro, estaban surgiendo espacios y estaban dándose una serie de movimientos”, recuerda Camarena, quien ahora se desempeña como director de investigación periodística de Mexicanos contra la Corrupción.

Las secciones estaban pensadas, indica González Vilchis, para rescatar el lenguaje de la ciudad, así como a la propia gente y todo lo que nos definía como capitalinos, pero al mismo tiempo, todas esas cosas que eran contradictorias.

Grandes plumas como chambelanes

En estos 15 años de Chilango, la revista no solo se convirtió en el manual para saber qué hacer en el tiempo libre, sino que ha sido clave para entender la ciudad y las necesidades de la sociedad.

Los reporteros que han pasado por la revista se caracterizan por llegar al lugar y atestiguar con los propios ojos. “No es alguien que solo te avienta la información como en un boletín sino que es una pluma”, aclara Gabriela Said, quien actualmente es directora de publicaciones de El Colegio de México (COLMEX).

En estos años, hemos trabajado con reportajes que nos tomaron ocho semanas o más tiempo a veces. Felipe Soto recuerda que habían escrituras y reescrituras hasta lograr un tono que pareciera que todo fluía perfectamente, que no se notara el esfuerzo investigativo del reportero sino que, al pasar las palabras, el lector pudiera tener toda la imagen de la historia.

Felipe Soto Viterbo / Foto: Lulú Urdapilleta

Fue así que la meta de darles a los lectores un periodismo de investigación de alta calidad llegó a plantearles temas a los grandes periódicos y medios nacionales.

“Tuvimos reportajes galardonados con el Premio Nacional de Periodismo y que daban nota, daban cosas de qué hablar. Carmen Aristegui nos citaba, Carlos Loret de Mola nos citaba, el Templo Mayor, de Reforma, nos citaba porque traíamos contenido que se convertía en noticia, que se convertía en conversación, entonces había una fórmula que fue muy afortunada y es producto de la pluralidad y la capacidad de la gente que se reunió en ese momento”, señala Camarena.

En el número uno escribieron Xavier Velasco, Fabrizio Mejía, Mónica Braun y Carlos Alazraki. En el trayecto también pasó la escritora Valeria Luiselli, quien fue nuestra correctora de estilo.

En 2009 se publicó el reportaje Muerte súbita, de Diego Enrique Osorno, que no solo fue el artículo más complejo que ha editado Felipe Soto Viterbo, sino que el reportero viajó –literalmente– hasta la Patagonia para contar la historia del asesinato del instructor de tenis de mesa Mario Palacios Montarcé, señalado de ser amante de Maude Versini, esposa en aquel entonces del gobernador del Estado de México, Arturo Montiel. El tutor fue asesinado en una panadería “de manera muy sospechosa”.

Chilango tiene dos Premio Nacionales de Periodismo. En 2005 María Idalia Gómez y Darío Fritz escribieron el artículo Como a Cristo, lo traicionan sobre la historia del criminal más buscado: Adolfo Ríos Galeana, capturado luego de estar 19 años prófugo en Los Ángeles, California. Y la crónica sobre el robo de una obra de arte sacro titulada Adán, Eva y el cuadro de la tentación, de Aníbal Santiago Fridman, que recibió el reconocimiento en 2007.

“Convocamos a periodistas talentosos (…) Así que era natural que iba a tener un impacto en otros escenarios. No quiero sonar sobrado o egocéntrico, al contrario, quiero destacar que la fórmula está ahí: los medios que le den tiempo y recursos a sus periodistas van a tener reportajes premiados, de calidad, apreciados por los lectores y premiados por los colegas”, indica Camarena.

En estos 15 años de historias también destacan textos como La matachilangos y sus cómplices, de Óscar Balderas, un reportaje que fue nominado al Premio Gabriel García Márquez de Periodismo 2013. “La pistola calibre 38 es la que más se usa para cometer homicidios en la ciudad. Óscar se fue a meter al Peñón de los Baños para intentar comprar esa arma y saber qué tan fácil es obtenerla”, explica Gabriela Said, quien se muestra orgullosa por dicho logro.

También tuvimos buen ojo, pues “nosotros fuimos la primera revista que reconoció al Pujol como un restaurante nuevo y emergente”, explica Fernanda González Vilchis, quien destaca la reseña publicada en el primer número sobre el lugar fundado por el reconocido chef Enrique Olvera, que fue considerado entre los 15 mejores del mundo, de acuerdo con The World’s 50 Best Restaurants.

No solo te hemos dicho dónde comer rico, desde tacos o el rincón más gourmet, también te hemos dado la guía de moteles para echar pasión o en qué escuelas pueden estudiar tus hijos. Le hemos entrado al debate sobre la legalización de la marihuana, hemos registrado cómo opera el crimen organizado en nuestras calles y hemos viajado al centro de la tierra chilanga, desde donde se opera la ciudad.

Además, en las portadas se han plasmado los rostros de Ely Guerra, Gael García Bernal, Martha Higareda, Bárbara Mori, León Krauze y Luis Felipe Fabre, por mencionar algunos.

El padrino borracho que nunca falta

Como cualquier humano o como el típico padrino borracho de nuestra fiesta de XV años reconocemos que hemos tenido errores y números de los cuales no estamos tan orgullosos o que salieron con “ayuda divina”.

“El cierre del primer número, salimos temprano”, bromea Felipe Soto, “Salimos a las 3 de la tarde… del día siguiente”, dice el escritor, quien reconoce que a las 5:00 de la mañana estaba inventando secciones y que un editor –sin mencionar nombre para no quemar a nadie– enloqueció y entró en un “ataque psicótico”.

“La idea que estuviera (Ana Claudia) acostada en chiles como American Beauty fue mía. De repente en el proceso del primer número se nos olvidó que debía haber una portada. Pero la foto fue icónica”, señala entre risas el actual editor digital de Negocios Inteligentes y El Contribuyente.

Afortunadamente, Gabriela Said nos libró de hacer un perro oso al evitar que se publicara una sesión fotográfica de modelos en la redacción para un reportaje de sexo en la oficina, que –en sus propias palabras– quedó horrible.

Aunque se arrepiente de la portada de cuando entró Miguel Ángel Mancera a la Jefatura de Gobierno en 2012: “joder, cómo es posible que en el balazo le hayamos puesto ‘súper Man-cera’ a este señor”.

También, por desgracia, sí se publicó una portada “espantosa”, de acuerdo con Salvador Camarena. El tema: argentinos en la Ciudad de México que fue ilustrado con una pareja bailando tango afuera del Palacio de Bellas Artes. Otra fue la de los yuppies que se mueven al Centro Histórico, cuya portada se convirtió “en algo que no salió muy bien”, según Fernanda.

El último vals y a seguir haciendo patria

La ciudad evolucionó en los últimos 15 años y con ella también nuestra, tu, revista. En 2003 hablábamos de guaruras, de la vida de una hostess de Angus. En ese entonces, la película del mes era 21 Gramos, de Alejandro González Iñárritu. Hoy, escribimos de la reconstrucción después del sismo del 19S, de la desigualdad que vivimos de acuerdo con el ingreso que percibimos, del #NoMeDigasGuapa y de Pinche Indio, así como de los mexicanos que se han adueñado de los máximos galardones del cine en festivales internacionales.

“Lo importante es que somos habitantes y usuarios de la ciudad. La revista necesita hablar de cuáles son los temas que preocupan y disfrutamos de ella. Los últimos números de Chilango han retomado ese espíritu con el que se fundó, de realmente convertirse en algo relevante que leer para la gente que vive aquí, que tenga una resonancia y un diálogo con los habitantes”, indica Fernanda.

En este número de octubre te platicamos del resurgimiento de la Santa María La Ribera y de cómo un cuerpo acaba en la fosa común, pero sin duda lo que cada nos hace especiales en cada edición es la gente que trabaja en Chilango –tan diversa como en un inicio– que quiere que te enamores de la capital.

Esa gente que hacía y hace la revista es como “una especie de United Colors of Benetton, según Gabriela Said, puesto que está el fresa, el padre de familia, la chica banda. “Ese grupo de personas que integraban Chilango era muy divertido y eso es lo que me hizo sentirme muy bien como editora general: la gente, el talento mezclado y las diferencias que nos unían de educación, de intereses, fue un estadio de bienestar y de crecimiento”, dice.

Aunque la urbe cambia constantemente y de forma acelerada, hay una serie de constantes que siguen desafortunadamente, como la falta de agua, el caos del tráfico, la saturación del transporte público y en el país todavía hay casos por los cuales cerrar las calles y marchar.

“Hay letreros invisibles, que todos vemos diario, que dicen: ‘chilango, la ciudad te odia’. Por momentos tu ciudad te detesta, pero, por otro lado, hay una serie de cuestiones fascinantes. Yo he vivido en el extranjero y esta es una ciudad por la que no me iría a otro lado porque también es hermosa y la amo”, confiesa Said.

Justamente ese amor chilango es el que nos motiva a diario para que juntos celebremos los motivos por los cuales estar orgullosos de vivir en esta impredecible urbe y buscar las formas de cómo mejorar el entorno.

“Ha habido una transformación en términos de la relevancia”, menciona Fernanda. “Se han fortalecido los barrios hemos tomado más las calles, me encanta ver que usamos las bicicletas. Siempre se está moviendo el balance entre lo bueno y malo de la ciudad”.

Salvador Camarena menciona que tenemos que ver que la CDMX no sólo es el Auditorio Nacional o Bellas Artes o los grandes restaurantes, sino abrir más los ojos y exigir a las autoridades los espacios que nos pertenecen.

“La ciudad debería ser la convergencia de los que aquí vivimos y la idea de futuro que compartimos en conjunto y, la verdad, es que vivimos muchas ciudades de México y no tienen un común denominador mas que una voracidad inmobiliaria, que está arrasando todo, una dejadez de casi todos los ciudadanos porque estamos preocupados solo por llegar pronto”, menciona Salvador.

La Ciudad de México se ha diversificado, expandido y reinventado, a nosotros a 15 años de Chilango nos toca lo mismo: hacer cada vez más ruido, seguirles dando voz, porque, al igual que hace 15 años, todos los días amamos y odiamos a la ciudad. Así que “Haz Patria, ama a Chilango” que nosotros seguiremos hablando al chile.