Uno de los beneficios de ser chilango es encontrar un bar o antro en cada esquina. Como parroquiano de La Puri, goloso del Pecado y amante de El Marra, existe un tema que suena fuerte durante estos días (más que la música en dichos recintos): heteros en antros gay. ¿Los bugas deben ir a llenar de heterosexualidad nuestros lugares? 

Y es que, además de toda la plaga de tuits de amor, odio y posturas que invaden la plataforma, hay quienes no se dan cuenta de que la segregación y el machismo inicia dentro de la comunidad LGBTTI+. Aunque lo queramos ocultar, nuestra homofobia interiorizada salta al primer “chusca”, “obvia” e “inventada” que arrojamos a los asiduos de estos lugares.

Así quedó la Purísima después de su manita de gato 

Esos que incomodan por su exceso de feminidad, tacón demasiado alto o drag bien planeado, esos que no cumplen la figura del macho barbón lomo plateado que la sociedad impone como “apariencia masculina”, ellos son los que reciben ataques por dos flancos, tanto de los bugas como de su propia comunidad.

Heteros en antros gay, un tema de inclusión 

Heteros en antros gay

Foto: cortesía

Llama la atención que incidentes que terminan en robos o trifulcas inician por un simple roce o un intercambio de miradas. Que lance la primera piedra quien no ha disfrutado una chela en $20 y no ha bailado al ritmo de un hit pop de los 90 en alguno de estos clubes durante una noche.

Call Me By Your Name 2: la secuela se acerca

República de Cuba es famoso por su concurrencia y le ha abierto las puertas a activistas, influencers, amantes del perreo y figuras públicas por igual. Pero las cosas se salen de control cuando los bugas —así se les dice a los heteros— parecen ir por el mero gusto de ver una fauna desconocida y para dar rienda suelta a sus bajos instintos (porque lo hacen) en un rincón oscuro que, seamos honestos, en otros lugares no tendría cabida.

Heteros en antros gay, ¿es correcto? 

Mientras esperas en la larga fila para entrar, sorprende escuchar que gente de la comunidad diga cosas como: “que se vayan a otro lado a besuquear”, “nada más vienen a atascar el antro” o “no me gusta que me miren feo en un lugar donde se supone que me debo sentir cómodo”.

Quizá lo que hace atractivo a estos sitios para la comunidad hetero es precisamente esto, la libertad que ahí se expresa y por la cual fueron fundados. Debajo del rimel, de las imitaciones de Dolce, de las barbas pobladas, debajo del género y de la preferencia sexual, vemos personas que son libres, sinceras y reales. 

Foto: Pecado.

Después de explorar todas sus capas, somos desnudados de la misma manera, porque todos somos iguales. ¿Por qué no podemos convivir de manera civilizada? ¿Qué tan vulnerables somos al sentirnos invadidos? ¿Los hetero son los que están mal?

Lee también: 5 lecturas elementales de la cultura gay

La pregunta está en el aire. Sigue y seguirá mientras no definamos si en pleno 2019 debemos cuestionarnos si los antros gay deben ser exclusivos de la comunidad LGBTTTI. ¿Eso no es discriminar? Hagan equipos de tres y discutan.