Luka Doncic puede presumir su experiencia en México con las palabras: “Veni, vidi, vici (vine, vi, vencí)”.

Por Ricardo Thomas

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Después de una caótica noche en la capital por el espeso tráfico vehícular, el joven esloveno empacó en la maleta de regreso a Dallas la admiración y los alaridos que le arrancó a los aficionados que colmaron otra vez la Arena Ciudad de México para revivir un frenesí con la NBA que ya celebra 27 años.

Las estadísticas de 41 puntos, 12 rebotes y 11 asistencias son muy frías para dimensionar lo que guardia de 20 años de los Mavericks provocó entre la gente que coreó una y otra vez “MVP, MVP” como reconocimiento a su calidad.

Desde antes siquiera de comenzar el juego ante los Pistones, él ya había tomado la batuta del protagonismo regalando jugadas fantasía con las que llegaba un caudal de sonoros aplausos desde el calentamiento.

La zona de la Arena Ciudad de México en Azcapotzalco volvió a colapsar con una sola avenida (De las Granjas) como el camino de llegada. En un jueves marcado por el caos vial en una urbe resignada a ello, la paciencia de avanzar lentamente rumbo al destino era compensada por la enorme expectativa de disfrutar de uno de los mejores jugadores de la liga y legítimo aspirante a ser reconocido como el Jugador Más Valioso (MVP) cuando apenas se apresta a celebrar su vigésimo primer cumpleaños en unas semanas.

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Con las cifras oficiales se informó que fueron 20 mil 69 los aficionados quienes colmaron las butacas del inmueble que lució pletórico, y que ser parte de la historia era el premio por llegar, en una competencia de campo traviesa entre caracoles con motores.

Los tumultos se fueron haciendo más gruesos conforme se acercaba la hora del partido y a unos metros de los accesos sin el menor de los recatos había quien se acercaba a la gente con ese mantra que ya es costumbre en los eventos de primer nivel en la capital: “Quieeeeere boletos; coooompra boletos”.

La sorpresa no era que los revendedores quisieran cuajar su “bisne”, sino que lo hicieran a un par de metros de los elementos de seguridad del inmueble, que hacían como que la Virgen -en 12 de diciembre- les hablaba.

Desde la zona 516, en una esquina, la vista era perfecta para gozar de Luka Doncic como lo más luminoso de un gran espectáculo. Muchos, muchísimos, se perdieron los primeros compases del esloveno, porque la arena no lució su lleno sino hasta ya muy viejo el segundo periodo, después de que los autos avanzaban apenas unos metros en un lapso de varios minutos sobre la Avenida de las Granjas rumbo a la entrada al estacionamiento.

Aquellos que tomaron previsiones y llegaron desde las seis de la tarde (hora en que se abrieron las puertas) o prefirieron hacerlo caminando desde el Metro Ferrería/Arena Ciudad de México fueron quienes gozaron del show completo. El esloveno se movía al ritmo de la música durante el calentamiento y en varias ocasiones intentó canastas tirando el balón muy alto. Constantes y encadenadas expresiones con largos “¡ah!” y “¡oh!” engarzadas de aplausos acompañaban sus intentos. Hubo uno que destacó cuando Dwight Powell le mandó el balón y Luka Doncic se lo puso con un certero cabezazo frente al aro para que hiciera una clavada. Eso provocó la locura de un inmueble que se iba llenando con la calma con la que pasa la arena en un reloj.

A lo largo de los 48 minutos de partido únicamente el veterano Derrick Rose (Pistones) rivalizó por el cariño de los aficionados hacia Luka Doncic. Al ingresar avanzado el primer periodo lo acompañó una acalorada ovación, signo recurrente con el esloveno, quien se echó a la bolsa a los fans con la primera de las 11 asistencias con un pase picado por la espalda que Powell llevó hasta el aro ante el asombro de todos.

A Doncic parece que nada le impone a los 20 años. A pesar de que los Mavericks fueron el equipo visitante administrativamente, su estrella fue quien agradeció antes del partido -y de Blake Griffin, de los Pistones- con un fluido español, el recibimiento en “La Ciudad de los Palacios”, que se ha convertido en el epicentro de grandes eventos deportivos, dignos de envidia de grandes urbes.

La fantasía de Doncic siguió a su “Viva México, wey” con el que culminó su breve discurso, el cual amplió con su fulgor en la duela con el octavo triple-doble en la campaña y el segundo con 40 puntos; exquisito regalo para los mexicanos que fueron testigos de que sí tiene patas para gallo y seguramente gozaron con un futuro Jugador Más Valioso de la NBA.