Diez mujeres compartieron a Chilango sus historias y razones por las que decidieron interrumpir su embarazo. Esta es la cuarta y última parte del reportaje sobre el aborto en México y en la capital del país.

¿Acaso estamos obligadas a asumir la maternidad en las condiciones económicas y emocionales que sean? Es la pregunta que sobresalta entre las mujeres que se practicaron un aborto y organizaciones protectoras de derechos humanos y sexuales entrevistadas por Chilango.

Mucho se critica que las mujeres que deciden interrumpir su embarazo lo hacen por irresponsables y bajo el estigma de mantener relaciones sexuales casuales; sin embargo, las estadísticas en la Ciudad de México indican lo contrario.

Aunque la interrupción legal y segura del embarazo no es reconocida socialmente como una opción para diseñar la vida reproductiva, 44% de las mujeres que abortaron en las clínicas públicas de la CDMX, desde 2007 a la fecha, indicó que tiene uno o más hijos, es decir, casi la mitad de las pacientes asistió debido a que no quería que su familia creciera más.

“En muchas ocasiones las mujeres viven la interrupción del embarazo como el acto más responsable para ofrecerle vida o calidad de vida a sus otros hijos”, señaló Laura Andrade, responsable de comunicaciones de la organización mundial sin fines de lucro Ipas México.

Cuando vivían juntos, Karla y su pareja tuvieron un hijo. Su relación duró siete años hasta que decidieron separarse; sin embargo, mantenían constante contacto y una buena relación.

Karla se cuidaba con un dispositivo intrauterino (DIU) pero se lo retiró un día al sentir molestias, en ese lapso mantuvo relaciones sexuales con su entonces expareja y resultó embarazada.

“Él me apoyó en todo, aunque también me decía que quizá con el bebé podríamos intentar de nuevo estar juntos pero que al final era mi decisión”, recuerda. “Pero siempre he creído que un bebé no va a solucionar una relación que ya no funciona”.

Con poco más de un mes de embarazo, Karla pidió permiso en su trabajo para ausentarse un par de días y así poder asistir a una clínica privada Marie Stopes de la Ciudad de México, donde le dieron dos opciones: darle las pastillas y llevárselas a su casa, o quedarse semi-internada. Eligió la primera.

“Lo que más me pegó emocionalmente fue verlo. No había querido formar un lazo afectivo pero me hicieron un ultrasonido y ver eso me impactó muchísimo”, dice Karla, quien reconoce sintió miedo y preocupación de los riesgos y consecuencias hacia su cuerpo.

“Sí sentí culpa y hasta coraje conmigo misma por haber sido tan irresponsable y descuidada”, mencionó. “Pero lo haría de nuevo, creo que fue la mejor decisión”.

Actualmente, Karla tiene 33 años, es encargada de una farmacia y tiene una nueva pareja con la que desea ser madre de nuevo “pero planearlo bien”.

“Estoy a favor de que se pueda abortar pero también creo que debemos ser más responsables en nuestra sexualidad y cómo nos cuidamos”, señala. “Creo que lo que falta es mucha comunicación desde la familia, hay muchas personas de vieja escuela que no hablan de sexo con sus hijos”.

¿Es el aborto en México un pecado o una decisión?

El debate sobre la legalización de la interrupción del embarazo por voluntad de la mujer en todo el país abarca perspectivas de derechos humanos, de salud pública, legales, así como visiones éticas y hasta religiosas.

Aunque hay grupos provida que criminalizan al aborto, también hay grupos religiosos que defienden los derechos de las mujeres sobre su cuerpo como Católicas por el Derecho a Decidir, una organización sin fines de lucro, cuya misión principal es que las mujeres puedan reconocer que son capaces de tomar decisiones de su sexualidad y reproducción.

De acuerdo con la organización, el aborto no puede considerarse como bueno en sí mismo; sin embargo, tampoco lo es que las mujeres tengan hijos no deseados o bajo circunstancias negativas que impedirán su óptimo desarrollo o que representará una amenaza tanto física como mental para las mujeres, las parejas y la familia.

“En el país hemos crecido a menor o mayor grado en una educación religiosa y el catolicismo ha influido en cómo entendemos ciertos temas. Pero cuando pensamos en pecado es que alguien quiso hacer algo con la intención de hacer daño a otra persona”, señaló Minerva Santamaría Hernández, coordinadora del área de jóvenes de Católicas por el Derecho a Decidir México.

“Es una situación difícil, no es una sencilla, nosotras pensamos que las mujeres nunca interrumpen sus embarazos con alegría en sus corazones. Todas están preocupadas porque les pase algo malo, no saben en qué espacio acudir, por su fertilidad, cruzan el tema del pecado y que están haciendo algo malo porque en la sociedad dicen que un hijo siempre es bienvenido o ‘donde comen tres comen cuatro’”, mencionó en entrevista.

Católicas por el Derecho a Decidir brinda acompañamiento, información gratuita sobre el contexto legal de la Ciudad de México, además de aclarar dudas sobre el proceso, costos, riesgos y consecuencias de salud por la interrupción del embarazo, así como asesoría si tienen conflicto por su religión. “Luego nos rehusamos a tomar decisiones difíciles, por lo que nosotras hacemos que ellas reflexionen sobre lo que en verdad quieren”, dijo Minerva Santamaría.

Incluso, existe en la religión católica el Código de Derecho Canónico –que es como su Constitución– donde también se indican las penas cuando se cometen delitos y preceptos, quedando libres de castigo cuando las faltas son cometidas por menores de 16 años, o cuando una persona actuó presionada por miedo, lo hizo por necesidad, actuó para evitar un grave daño, o ignoraba que violaba una ley.

“La jerarquía católica tendría que ser más misericordiosa y hablarnos de una Iglesia que perdona pero a veces es muy cruel y más con las mujeres”, lamenta. “Muchas mujeres podrían entrar en esas causales y les ayudaría a que se sintieran más tranquilas en la decisión que tomaron hace años o que ahora van a tomar, y pues Dios es amor y está para acompañarnos”.

Además, la organización rechaza cualquier discurso de odio y agresión contra las mujeres, ya que lo único que aportan es miedo y culpa, que no ayudan a tomar decisiones claras porque “los hijos no son un castigo, deben escuchar su voz interior”.

“Todos tenemos derecho a pasarla bien, a gozar la sexualidad, a tener una relación libre de violencia”, señala. “Como sea que se imaginen a Dios, siempre nos ha mostrado que le interesa disminuir el sufrimiento de las personas y le interesa nuestra felicidad, lo que les decimos a las mujeres es platica con él y te va a escuchar amorosamente y va a reconocer que las decisiones que tú tomes son las mejores en este momento de la vida”.

Una de las medidas que se podrían tomar en el país, señala Minerva, es la incorporación en las currículas escolares los temas de sexualidad, de violencia sexual y violación, de acuerdo con el nivel de estudio, pues servirían de prevención, para mejorar la información y hasta para escaparse de una situación de peligro; sin embargo, aún hay padres de familia que se oponen.

Independientemente de la religión que alguien profese, el contar con mayor información significa perder el miedo al placer y disfrutar una sexualidad sana, además de tener más responsabilidad y uso correcto de los métodos anticonceptivos, así como evaluar sus opciones en caso de presentarse un aborto no deseado.

Incluso, para las mujeres que estaban más informadas sobre el aborto y se sintieron seguras de su decisión, la experiencia no fue traumática ni tan perturbadora, como Viviana, quien a los 22 años interrumpió su embarazo de cinco semanas.

“Fue 100% una irresponsabilidad. No estoy a favor que los anticonceptivos nos los tengamos que tomar sólo las mujeres, por eso mi manera de cuidarme es usando preservativos, pero esa vez fui irresponsable, no era un día fértil pero, pues, pegó”, relata para Chilango.

Viviana acudió con su ginecólogo, quien le ofreció hacer un legrado por 6,000 pesos. Al no contar con los recursos económicos, buscó en internet y encontró las clínicas públicas ILE, por lo que fue a formarse al día siguiente al Centro de Salud T- III Beatriz Velasco Alemán, en la alcaldía Venustiano Carranza.

“Pensé en todo, no había terminado de estudiar, ninguno tenía un trabajo redituable. Yo siempre quise tener hijos pero supe que no era el momento ni tampoco la persona, quizá fue egoísta pero no me importó mucho si él quería”.

Tras el procedimiento de aborto con pastillas, a la semana acudió a su revisión, donde le descubrieron que habían quedado restos, por lo que procedieron ese mismo día a retirarlos. “Es como si te estuviera haciendo un papanicolau, con una cucharita de plástico, ya no de metal, y lo jalan”.

Aunque la joven sintió miedo de que le pudiera pasar algo esa segunda intervención, asegura que las consecuencias físicas no le resultaron difíciles, pues sólo sintió como un cólico un par de días después.

“Me da un poco de culpa decir que no tengo culpa, que no fue tan difícil, siempre estuve segura de eso”, dice Viviana. “Es algo que definitivamente me va a acompañar toda la vida, pero decirlo no es tan fácil porque no sabes cuándo alguien te va a juzgar”.

Actualmente Viviana tiene 32 años, está casada y tiene un hijo de año y medio. Aunque su esposo sabe de esta decisión, confiesa que no se lo ha dicho a sus padres, sólo a sus primas.

“Una de mis primas se embarazó a los 19 años y una de sus amigas le dijo que podía comprar en internet las pastillas Cytotec (misoprostol) por 1,200 pesos. Depositó, mandó su voucher, y jamás llegaron, la gente abusa de esa vulnerabilidad en ese aspecto porque no es fácil saber que hay clínicas que lo hacen gratuitamente”, lamenta.

Viviana considera que la legalización del aborto en México por voluntad no sería un método que las mujeres recurrirían frecuentemente, pero, dice, debería estar acompañado de una educación sexual más tajante.

“Siento que es un tema que involucra a toda la sociedad, y para que haya una apertura en las familias debe haber una aceptación del gobierno y viceversa. Yo estaba segura que lo quería hacer pero igual y hay niñas que necesitan más apoyo psicológico u otra atención”, menciona.

¿En verdad hay muchos anticonceptivos?

Otra de las grandes críticas y mitos respecto al tema del aborto en México es la premisa que los anticonceptivos los encuentras en cualquier farmacia de la esquina; sin embargo, 30% de la población joven del país no tiene acceso a los anticonceptivos por razones económicas o de distribución en el lugar donde viven, de acuerdo con datos de la organización Ipas.

“Mucha gente habla que hay muchos métodos anticonceptivos pero no es la realidad del país, quizá de las zonas urbanas, pero no en todo el país”, indicó para Chilango la Doctora Claudia Martínez López, asesora clínica de Ipas en México.

“Si hablamos de población adolescente es mayor la falta de cobertura, pero si son adolescentes que viven en zonas rurales llega a alcanzar casi 80%, hay alto nivel de población que no tiene al alcance métodos anticonceptivos”, señaló.

A la falta de cobertura, también habrá que sumarle que ningún método anticonceptivo es 100% efectivo y existe desinformación sobre el uso correcto de ellos.

En México, 98.2% de las mujeres de 15 a 19 años conocen al menos un método anticonceptivo, sin embargo, sólo 55.9% los utiliza, según el estudio “La Situación Demográfica de México”, del Consejo Nacional de Población (CONAPO) publicado en 2015.

“El usar o no un método anticonceptivo para algunas mujeres es complicado por negociar con su pareja porque vaya a pensar que tienen otras parejas sexuales. Seguimos enfrentando dudas de cómo tener relaciones sexuales, de negociar actitudes que no nos gustan o que pueden ser violentas”, lamenta Minerva Santamaría Hernández, coordinadora del área de jóvenes de Católicas por el Derecho a Decidir.

Sofía ha abortado dos veces, la primera vez tenía 18 años recién cumplidos, se embarazó la segunda vez que tuvo relaciones sexuales en la vida.

“Acababa de entrar a la universidad, estudiaba filosofía en la UNAM. No ganaba dinero porque no trabajaba todavía. Mi novio también era muy inexperto en cuestiones de sexo, así que no se dio cuenta de que se le había caído el condón”, relata para Chilango.

En ese entonces no era legal en la CDMX, por lo que la hermana de su novio les dio el número de una ginecóloga. “Pero no creas que era una mujer feminista con ganas de apoyar, no. Era una señora que se beneficiaba dando recetas de misoprostol”, afirma.

La joven pareja acudió a un hotel en el Centro Histórico para realizar el procedimiento, no hubo complicaciones. Siguieron juntos un par de años, hasta que terminaron.

“Cuando tenía 18 años no sabía ni cuidarme a mí misma. Se trata de que todos tengamos las mismas oportunidades. Un hombre que no quiere ser papá puede optar por simplemente no estar pero para nosotras está más cabrón. ¿Por qué no nivelar esta situación?”.

A los 31 años, Sofía tenía un empleo estable y una nueva relación, pero, acepta, fueron descuidados.

“Mi novio y yo estábamos muy borrachos y él juró que había terminado afuera. Cuando supe que estaba embarazada tuve algunas dudas respecto a abortar, pero él estaba muy seguro de que no quería tener hijos, así que mejor aborté”.

La pareja acudió a una clínica privada Marie Stopes, en la colonia Roma, donde Sofía les pidió que la atendieran ese mismo día, ya que descansaba de su trabajo.

“Me dijeron que ya no tenían anestesia, que si quería que fuera ese mismo día, tendría nada más que tomarme tres dolacs (ketorolaco) y aguantar. Y pues eso hice, porque no podía seguir así, no iba a aguantar otra semana”, dice Sofía, quien describe la experiencia como espantosa.

La joven asegura que no se arrepintió de ninguna de las decisiones ni tuvo sentimiento de culpa; sin embargo, reconoce que mucho tuvo que ver que sus novios estaban seguros de no tener un hijo.

“Lo que sí es que si alguno de mis exnovios me hubiera dicho: ‘oye, vamos a pensarlo bien, nos amamos, podemos con esto y estaría padre tener un hijo’, yo habría accedido a considerarlo sin duda. Pero en ambos casos se pusieron pálidos y era claro que no querían ni comentar la posibilidad”.

Sofía tiene hoy 34 años, se siente contenta con su vida actual y libre para empezar a decidir si tener hijos o no porque, ahora, profesionalmente desarrollada, “podría darle lo mejor en este momento”.

****Algunos nombres de este reportaje fueron modificados a petición de las propias mujeres que nos compartieron sus testimonios****

CHECA AQUÍ:

La primera entrega: ¿Cómo es abortar (en silencio) en la CDMX?

Segunda parte: Abortos clandestinos, entre miedo, peligro y desinformación

Tercera parte: “¿Para qué abren las piernas?”: el estigma que persigue a mujeres que abortan

–POR CYNTHIA PERALTA