Corrían las campañas para las elecciones presidenciales de 2012 cuando a Josefina Vázquez Mota (¿se acuerdan de ella?) se le ocurrió mencionar que tenía la intención de ser Presidenta de México. Sus detractores no tardaron en encender la llama de la carilla y tildarla de ignorante, por decir lo menos, pues la figura de Presidenta de la República no existe. Tendría que ser la Presidente, decían, ni que se tratara de la obra de teatro de Gonzalo Vega, jelou.

Simpatías o antipatías aparte, muchos periodistas tuvieron que admitir con el rabo entre las patas que, en efecto, la palabra “presidenta” tiene perfecta validancia, como dirían Los Simpson. La Real Academia la reconoce como femenino de presidente, ya sea como cabeza de organización o como Jefa de Estado.

Los jitomatazos y la posterior redención de Chepina pusieron sobre la mesa el debate: ¿es el lenguaje sexista? ¿Nos hemos acostumbrado tanto a la discriminación que ya ni nos damos cuenta?

Un poquis de humor

No hay que rascarle mucho en Internet para encontrar una lista de palabras, en su mayoría adjetivos, que en masculino resaltan cualidades del poseedor, pero que al ser llevadas al género femenino adquieren significados muy poco favorecedores. Lea usted estos ejemplos que nos topamos por ahí, para que se dé un quemón y sin censuras.

ZORRO: hombre astuto/espadachín justiciero
ZORRA: mujer fácil

PERRO: mejor amigo del hombre
PERRA: malintencionada, hostil

AVENTURERO: osado, valiente, arriesgado,hombre de mundo
AVENTURERA: pronta

AMBICIOSO: enérgico y con metas
AMBICIOSA: trepadora, interesada

CALLEJERO: de la calle, urbano
CALLEJERA: prostituta

HOMBREZUELO: hombrecillo, barón, mínimo, pequeño.
MUJERZUELA: prostituta

HOMBRE PÚBLICO: personaje prominente.
MUJER PÚBLICA: prostituta

GOLFO: masa de agua marina rodeada de tierra
GOLFA: ofrecida

LIGERO: hombre débil o sencillo.
LIGERA: fácil

Las anteriores palabras se popularizaron a través de cadenas, blogs de humor y más recientemente, a través de memes. Pero entre jajaja y jujuju cabe preguntarnos si la cosa se queda nada más en chiste o si de verdad nos traemos una discriminación por género como parte del paquete de ser un pueblo que es machista y lo exhibe sin ningún pudor.

Hijos de la chingada

Octavio Paz en El laberinto de la Soledad (no, no es un libro sobre la Friendzone) afirmaba que los mexicanos nos traemos unos issues bastante fuertes con la madre. No por nada la ofensa mexicana por antonomasia es “vas a chingar a tu madre” o en su versión cortita pero igual de efectiva “chinga a tu madre”. Porque la progenitora es la figura intocable y pura: ya suficientemente se chingaron a nuestra primera mamá, la Malinche, como para que alguien nos mande a chingar a la nuestra.

En este juego de significados a veces ocultos, la mamá juega un papel digno, recipiente de todas las virtudes, la cabecita blanca, la que merece ser cuidada. No es casual que el 10 de mayo sea casi fiesta nacional y el Día del Padre sea relegado a un domingo cualquiera.

Pero detrás de este culto a la figura femenina se esconde un tufillo de misoginia. A la mujer se le protege porque se tiene entendido que es más débil que el hombre. Al tratarla como una figura limpiecita, inmaculada, también se le niega la posibilidad de disfrutar libremente de su vida sexual (y si lo hace es una puta, zorra o los que se acumulen), de echarse unas cervezas o tirarse gases. No, no, la mujer TIENE que ser bonita y bienhablada. El hombre es el feo, fuerte y formal de la historia.

¡Que pasen los expertos!

Antes de decir animaladas así nomás, recurrimos a Carlos López López, sociólogo por la UNAM y especialista en estudios de género, quien fue muy puntual sobre el tema que abordamos:

“El lenguaje no es sexista. Éste es siempre intencionado, pero en sí mismo no lo es. Lo que sí podemos afirmar es que los símbolos del lenguaje son siempre construcciones políticas. Decir que el lenguaje es sexista es volverlo sexista. El lenguaje es violento. Es violento porque a través de él moldeamos al mundo y nos moldeamos a nosotros mismos. El sujeto construye al lenguaje para que este lo construya”.

Para ponerlo en cristiano: el lenguaje más que reflejar la realidad, construye la realidad. Por eso es que debe haber correspondencia entre el decir y el hacer. De muy poco sirve censurar, expresarnos en un lenguaje limpiecito y políticamente correcto mientras la realidad no se le parece. El lenguaje es mucho más que palabras y se expresa en lo que vemos en la tele y el cine, en las actitudes cotidianas, en la discriminación laboral y la violencia intrafamiliar. Para hablar de un lenguaje igualitario en pro de las mujeres habría que empezar por sacudirnos todos los machismos, los chiquitos y los grandotes.

Estos machismos no sólo están en la publicidad de mujeres encueradas o en darles de guamazos: también está en poner a lavar los trastes a la hija de la casa mientras el hijo está en la sala echado, cual res, viendo el futbol. Está en preguntarle al niño que apenas va al kínder que “cuántas novias tiene” y por supuesto, en burlarse de los hombres que muestran algún comportamiento femenino, como si parecerse a las mujeres fuese algo denigrante.

¿Cuál es su opinión al respecto, chilangos? Se vale darse hasta con el metate, eso sí, argumentando, que para eso los espera nuestra sección de comentarios.

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