Marcela trabajaba mucho y se divertía más. Era buena en lo que hacía, ganaba buen dinero, vivía sola a temprana edad, batía todos los récords del Rock Band y la vida parecía sonreírle.
Menos por el aspecto, peligroso más que estético, de su peso. Era una chica guapa pero le sobraban unos 20 kilos. No encontraba ni el tiempo ni la voluntad de bajarlos, desaparecerlos.
Un primero de enero decidió empezar a caminar por dos horas diarias. Así lo hizo por un mes, cuando comenzó a correr hasta cansarse.
Doce meses después, me encontré a una Marcela irreconocible. Había bajado los 20 kilos, se veía y se sentía plena. No pude más que sonreír y expresarle mi admiración. Toda una guerrera.