Ya han pasado muchos años —y pintas— desde que Édgar Flores, mejor conocido como Saner, veía las bardas de Ecatepec desde sus trayectos hacia el interior de la CDMX analizando qué grafiteros estaban rayando y cuáles serían sus siguientes muros.

Saner: después de Ecatepec, el mundo

Desde entonces los trayectos y los espacios han cambiado; la ciudad y su artista, también. Si en algún momento, como nos contó, hizo graffiti y stickers de soldaditos con los que no siente mucha conexión personal, ahora su apropiación de la identidad, la máscara y el símbolo mexicano lo hacen un referente internacional del arte urbano del país y, por supuesto, de la CDMX y el Edomex.

Saner impone las reglas del juego sin la necesidad de invertirlo todo, hacer mensajes abstractos o muros sobrecargados de choques visuales. No, su impacto se traduce en una nota emocional que camina orgánicamente entre la obra y las personas —transeúntes, perdidos, y pasajeros—, que las observan. La textura, el color y la apelación al folclor que une una identidad de belleza y fortaleza al mismo tiempo: la mexicana. Sin embargo, los años pasan y la influencia del crecimiento es inevitable. El artista salió del barrio y se encontró con el mundo. 

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Ha pintado en Marruecos y en Ucrania, también en Colombia y Estados Unidos. Expuesto en otra cantidad de países más. En muros, lienzos y ropa también. Ahora, en especial ocasión, los tennis —pareja inseparable de un observador de muros—, pero el cosmopolitismo que le ha causado su obra, le hace pensar en las uniones más que las diferencias: “En un principio es fácil pensar que estamos aislados en cuanto a contextos, situaciones y realidades. Pero la realidad es que no: todas las sociedades sufrimos de las mismas cosas y se trata ver más cómo cada quién intenta rescatar su identidad dentro de este efecto global. Eso es lo más interesante, el efecto global que hemos tenido no nos ha excluido a afectar una manera de como nos percibimos”, comentó a Chilango.

“Lo que yo tuve oportunidad de hacer desde hace unos 18 años fue reconectar con mi identidad. Ojo, esto hablando de mí, yo con lo que me identificaba y lo que me gustaba. De hecho empecé copiando cosas, pero no me sentía honesto conmigo mismo”. Los problemas de honestidad se disiparon al poco tiempo conforme el entendimiento de su identidad se fue gestando. 

La máscara como reafirmación de la identidad

Las raíces propias, familiares mueven sus obras y, tal vez, por ahí se esconde la conexión empática que inevitablemente generan. Sin embargo, esto no es gratuito; forma parte de la intención de Saner. “Pintar en el espacio público se debe pensar como un medio totalmente diferente. Hay un respeto y una conexión que deben tener las personas para que se apropien de una pieza. Es una combinación de muchos elementos de todo tipo, desde agradecimientos hasta molestias por lo que uno hace, así que hay que entenderlo como un espacio para el diálogo entre las personas y la pieza. La única manera de lograr eso es generar una conexión con el espacio, por ejemplo, agregando elementos de la cultura local y entenderlo a mi propia manera, como dicen, tropicalizar mi arte. Es México, sí, pero con lo de Marruecos o la India”.

La máscara que se pone para pintar en distintos lados del mundo, también es una parte memorable de la gráfica de Saner. Y es esta, precisamente, la que juega un papel imprescindible para que se puedan mezclar los elementos exteriores con los interiores y se defina el carácter de su trabajo. “Dentro del folclor de muchas tradiciones mexicanas se habla de dos mundos. En el que estamos, terrenal, y el mundo místico al cual uno se conecta cuando se pone una máscara, y es esa máscara la que te otorga la identidad y te vuelve único. En eso se ha transformado este motivo en mi trabajo; todos los personajes que he creado han tenido máscaras porque les da personalidad. Pienso mucho en el efecto del individuo de que tenemos distintos rostros para distintas situaciones, habrá veces que te sientas cómodo con un papel, una cara, y habrá otras que no”.

“Yo capturo el momento en el que mis personajes quieren salir a la luz y ese es el rostro que presentan con su máscara. También, de una manera, armo mis propios carnavales de manera que estos personajes convivan en un mundo, ‘el mundo de Saner’, digamos y están conectados entre sí y los puedes ver dentro de una animación o un mural y coexisten”. 

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El cariño y empatía frente a la tempestad

Otro elemento que irremediablemente forma parte de la estética de Saner, en su manera de comprender y expresar el folclor mexicano, es el cariño: los abrazos, los besos, los corazones que laten bajo un mismo eco. Saner menciona que estos elementos son parte de lo que ya estableció antes: “hay que buscar lo mejor, siempre”. En un punto de la historia del país particularmente sangriento y doloroso, el artista ataca el entorno y la fábrica del tejido social siendo revolucionariamente enternecedor. Si la realidad de un país de desaparecidos, olvidados o asesinadas pide violencia, no se la da de regreso y, en cambio, no se rinde ante la otra realidad —no utopía— de que somos seres pasionales, fundamentalmente hechos con el anhelo del cariño y el amor. Y eso es lo que vale representar.

En el calzado y la colección que presenta con Converse, Saner retoma viejos motivos y algunos nuevos para terminar con una colección sorprendente y renovada del Día de Muertos. Una campaña mundial que no solo afianza su posición como uno de los artistas urbanos más valiosos, sino de los más representativos de lo que los mexicanos somos o podemos ser. La exportación internacional de los motivos del Día de Muertos es implacable, pero para esto Saner sintió la necesidad de regresar a sus raíces subjetivas, a los puentes y callejones de Ecatepec para pintar el mural que lo comenzó todo.

“Los tennis los pensé como una extensión del muro que pintamos. El vestir de cierta manera, comprar un tipo de calzado, también es un tipo de identidad. Llevar el muro al tennis, fue generar un enlace entre lo que quedó pintado y los pasos que damos y nos acompañan a todos lados. Es una manera de seguirle dando vida a mi trabajo; lo puedo sacar del muro, literalmente, y hacer que las personas se integren”. 

Una colaboración sobre legados

Temáticamente, el mural —y por consecuencia inadvertida, la colección—, busca conectar con las preocupaciones ambientales omnipresentes en la obra de Saner, en especial con una iniciativa llamada City Forest (Ciudad bosque) que usa pintura fotocatalítica, misma que limpia el aire. Así el mural no solo adorna, sino que abona al entorno. “En ese sentido, para mí era muy importante que se siguiera esa línea y hacer la pregunta a las personas que usen los tennis o vean el mural: ‘¿y tú que le estás enseñando a las generaciones que siguen?’. También, es importante decir que esto fue un esfuerzo increíble de Converse Latinoamérica, en especial a Sergio Roballo, que impulsó mucho el proyecto para que fuera global”.

Los tennis, para Saner, fungen como un recordatorio de la emoción del Día de Muertos. El trecho de miles de generaciones bajo nuestros hombros que ahora les recordamos con los altares, pero también las personas que somos. Saner, al ser padre por primera vez, impregna su discurso con el pensamiento del legado; lo que se deja al entorno y, por supuesto, a su hijo. Los espectadores, la audiencia mundial de la campaña que hizo con Converse, así como las cientos o miles de personas que han cruzado el camino con un personaje enmascarado ya fuera en Ecatepec, Oaxaca, la CDMX, India, Ucrania o Marruecos, espera un siguiente abrazo que la obra de Saner parece regalar siempre a los que observan.

El artista, después de tantos años —y pintas—, ahora piensa aún más en sus raíces, en el entorno de violencia que ha atacado las calles donde creció, pero también en que todo puede ser revertido, un mural a la vez. “He intentado hacer proyectos en estas zonas, como diálogos del poder de la imagen, y aunque otros se han caído por distintas razones, es algo que quiero retomar. Es importante poner estos granitos de arena”, finaliza.