A unos pasos de iniciar el recorrido de Orozco y Los Teules 1947, una obra consigue atrapar nuestra atención y hacer que el Museo de Arte Carrillo Gil, y la exposición entera que más tarde descubriremos magnífica, se difumine por largos minutos. Se trata de Cabeza de caballo, la pieza que forma parte de la serie de obra de caballete de José Clemente Orozco que narró visualmente la conquista de México y que en octubre de hace 70 años se expuso en El Colegio Nacional.

Trazos gruesos, libres y vehementes –piroxilina sobre masonite, técnica de filiación muralista– recrean una escena apocalíptica. La protagoniza un caballo ensangrentado. El animal, moribundo, atravesado por flechas y rodeado de una masa informe de cuerpos –una mano y algunas cabezas nos hacen intuir el resto–, yace con la boca semiabierta y orientada al cielo.

Si en el Guernica de Picasso, el caballo estaba ahí para representar el horror fascista, en el cuadro de Orozco adquiere, desde su postura antididáctica y su contundente atemporalidad (a pesar de las lanzas, a pesar de inscribirse en una exposición que desmenuza el choque brutal de la Conquista), el carácter simbólico y universal del dolor humano que sirvió como cimiento del mundo nuevo.

Tras la fascinación ante esa pieza de Los Teules, podríamos habernos ido a casa satisfechos, pero una treintena de obras igual de poderosas esperaban todavía para inflamar nuestro entusiasmo y hacer crecer nuestra admiración por el trabajo de Orozco.

Museo de Arte Carrillo Gil, Av. Revolución 1608, San Ángel, mar-dom 10-18h, $45, dom gratis, del 7 de abril al 6 de agosto