Dicen que a finales de la década de los setenta, se le podía ver a Nahui Olin deambular por la alameda, un abrigo raído y un estado casi de indigencia denostaban la soledad y el olvido con los que Carmen Mondragón se encontró hacia el final de su vida. Los gatos callejeros se convirtieron en sus confidentes –la llamaban “la loca de los gatos”, quizá la primera de esta ciudad–.

De la belleza que enloqueció a Diego Rivera, Dr. Atl o Edward Weston casi nada quedaba, sólo la mirada penetrante de sus ojos verdes que, en los locos años veinte, fueron capaces de revolucionar a una incipiente sociedad mexicana que soñaba con progreso.

Se crió en París, ciudad donde años más tarde, como esposa de Manuel Rodríguez Lozano, conoció a Picasso, Matisse y Rivera; época en la que nació su deseo de ser pintora –ya escribía y tocaba el piano–. Es en 1921, de regreso en México, que descubrió la homosexualidad de su esposo y vendría la separación del hombre que le dio su único hijo (mismo que falleció siendo bebé por muerte de cuna).

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Nahui Olin, movimiento perpetuo

Carmen Mondragón se sumergió en la vida intelectual del país brillando con luz propia, sus ideas revolucionarias la convertían en una mujer independiente con ideales políticos y artísticos. Frida, Tina y Lupe callaban cuando ella hablaba; también Rivera, Vasconcelos, Novo y Villaurrutia. No sólo por su elocuencia y sus ideas de avanzada, también por su hipnotizante belleza. Es entonces cuando apareció en su vida Gerardo Murillo, el Dr. Atl, y como sabemos, la hizo renacer con el nombre de Nahui Olin, que en náhuatl significa movimiento perpetuo.

Se dice que corrían desnudos por el exconvento de La Merced, donde vivían, que fue su periodo más prolífico como pintora y poeta, que se escribieron más de 200 cartas. Ella luchó por el voto femenino y prestó su desnudez a la lente de Weston y al pincel de Rivera, quienes inmortalizaron su belleza exuberante y desinhibida. Se rehusó a desnudarse para Hollywood, porque la quería convertir en símbolo sexual. Después de cinco años de amor tortuoso, la pareja que sacudió la moral de la Ciudad de

México se separó, entre odio y pasión.

La Nahui se aisló de la vida social y se convirtió en maestra de pintura en una secundaria nocturna del Centro, así esperó la muerte a los 84 años en su casa de Tacubaya, en absoluta soledad y abandono. Su energía cósmica descansa en la tumba 503, del Panteón Español.

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Checa algunas de las fotos de la exposición:

Nahui Olin. La mirada infinita

Dónde: Museo Nacional de Arte (Tacuba 8, Centro)

Cuándo: hasta el 9 de septiembre de 2018, mar. a dom., 10-18 h

Costo: $65, domingo entrada libre