Dicen que a Dios nadie se le esconde, mucho menos si se trata de alguien que enaltece su existencia. Tampoco él se oculta a quienes se encargan o presumen de representarlo en la Tierra.

Y no siempre tiene que ver con milagros o bendiciones. A veces se manifiesta para castigar a los pecadores que se han atrevido a corromper y retar las creencias establecidas en su nombre. O al menos eso es lo que recuerda y mantiene vigente la leyenda de la mujer herrada.

Amar lo prohibido, la leyenda de la mujer herrada

 ¿Acaso se puede juzgar la relación de un hombre y una mujer que ya en edad adulta acuerdan estar juntos para amarse? La respuesta es que sí, sobre todo tratándose de un sacerdote y una civil en el año 1670. A nivel divino fueron juzgados por la Providencia y a nivel terrenal por la sociedad.

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¿La sentencia? Desquitarse con ella para hacerlo sufrir a él. Es la actual calle República de Perú en el Centro Histórico, antigua puerta falsa de Santo Domingo, el lugar que registra la condena de un espíritu femenino que aparece con herraduras en cuerpo de mula negra.

Castigo eterno en la leyenda de la mujer herrada

Si la madrugada te sorprende en la calle de Perú y escuchas el ruido de pasos sobre calzado de metal a tus espaldas, no voltees y sigue tu trayecto, porque de lo contrario te puede paralizar comprobar qué o quién camina detrás de ti. Probablemente tu corazón no resista el impacto del susto por conocer a Juana, que murió asesinada en esa zona durante el siglo XVII.

la leyenda de la mujer herrada

De no ser ella la que te provoque un infarto, el causante será su asesino, un herrero que bajo engaños acabó con su vida. Así te lo hará saber él mismo cuando se te aparezca de frente mostrándote el martillo, tenazas y clavos que utilizó para perpetrar su crimen. Te contará por qué fue el autor del sonido del calzado de metal que oyes detrás de ti.

Lamentándose de haberlo hecho, mientras tú tiemblas de miedo, el hombre te detallará rápidamente cuál es el origen de la leyenda de la mujer herrada. A manera de confesión se sincerará diciéndote que nunca estuvo de acuerdo con que Juana fuera la enamorada de su amigo el sacerdote, sin embargo, eso no le daba derecho a entrometerse. Pero la Providencia, a través de sus enviados, lo involucró.

Fue justo en una madrugada cuando dos misteriosos monjes tocaron a la puerta de su casa y lo despertaron suplicándole que pusiera herraduras a la mula negra que traían consigo. Al tratarse de religiosos, el herrero creyó que eran conocidos de su amigo el cura y accedió. Por la mañana siguiente fue a buscar al sacerdote para cobrarle por el trabajo hecho, sin embargo, el clérigo no tenía idea de lo que le hablaba. 

la leyenda de la mujer herrada

Para confirmarle que en efecto no tenía noción de los monjes y la mula referidos, el cura fue por Juana para que le ayudara a aclarar la situación. La encontró tendida en su enorme cama, envuelta en una cobija oscura. Repitió su nombre en tres ocasiones, pero ella ni se inmutó. El cura notó que había gotas de sangre en el piso, lo que de inmediato le alarmó.

Se aproximó al cuerpo de su amada y, quitándole la manta, descubrió una imagen terrible: las manos y pies de Juana estaban herrados, su espalda tenía heridas de latigazos y la lengua estaba detenida con un freno. ¡Era la mula negra que los monjes llevaron al herrero!

Serás testigo de la leyenda de la mujer herrada

Luego de que el herrero te haya contado lo que pasó, si es que no has corrido por el pánico, tus propios ojos verán a Juana, ya sea en forma de mula negra o de un cuerpo femenino con herraduras en pies y manos.

la leyenda de la mujer herrada

Fue el castigo que le impuso la Providencia por su relación con el sacerdote. La entregó al diablo para que vagara por la eternidad con la apariencia de un animal considerado demoníaco en sus épocas. Junto a ella, se condenó al herrero, quien ofrendó su alma como compensación por el crimen. 

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Y al cura lo dejaron morir enfermo de locura. Le dieron cristiana sepultura para que nunca volviera a cruzarse en los siglos de los siglos con su amada.

¿Estás listo para ver a Juana o escuchar sus pasos sobre las herraduras?