La escritora mexicana Brenda Navarro, socióloga de formación, irrumpe en el mundo literario con su primera y devastadora novela, Casas vacías, publicada en 2018 por la editorial Kaja Negra y reeditada en 2019 por Sexto Piso.

A partir de la ficción, la escritora mexicana radicada en Madrid señala el dolor que provoca la desaparición de personas en México y cuestiona la ausencia del Estado. “No sólo son las desapariciones, es la violencia sistemática en contra de las mujeres. Porque estas madres no sufren sólo la desaparición de sus hijos, padecen diversos tipos de violencia”, comenta.

Por ello considera que uno de los principales males de nuestro país, además de la impunidad y la pobreza, son los feminicidios: “Tenemos que insistir. Nos están matando. Es una contradicción: matar lo que da vida”.

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En esta entrevista, Navarro aclara su posición con respecto al feminismo, habla de la violencia contra las mujeres y expone otros proyectos personales enfocados a la literatura.

¿Qué tanto tomas de la información mediática, qué tanto es ficción y qué tanto son datos autobiográficos en tu novela?

Casas vacías es totalmente ficción. Cuando decidí hablar de desapariciones en México, estaba segura de no querer darle voz a las madres de los desaparecidos porque ellas tienen voz propia y ellas hacen un trabajo increíble ante la ausencia del Estado; por otro lado quería ser respetuosa con las compañeras periodistas que están abordando estos temas, especialmente Gabriela Rea y Marcela Turati. Yo quería hacer un trabajo distinto, escribir desde la ficción, no contrastar datos o fechas y aprovechar una completa libertad para crear, para hablar de las cosas que me mueven. En la primera voz, la mujer que ha perdido a su hijo dice que le hubiera encantado ser de ese tipo de mujeres que salen, que caminan, que exigen, pero que su dolor no lo permite. Además, no tenía intención de ser estandarte de algún tema político. La novela sí que habla del ámbito político, pero no es la intención de ser una denuncia ni una biografía, es totalmente ficticio.

Son exploraciones al dolor, con distintas voces. En ese sentido, ¿en este país se puede escribir desde una posición que no sea la del dolor, la desigualdad o la injusticia?

Creo que sí se puede. Por eso queremos mucho a Ibargüengoitia, porque él lo hacía de una manera magistral, pero no cuesta mucho llegar a esa catarsis. Además, en su caso, no le tocó este shock que nos ha pasado a todos desde el 2006. Pero lo que te puedo decir es que más que hablar desde el dolor, que sí está manifiesto, es un cuestionamiento a la ausencia del Estado en estos temas, no solo en cuanto a desapariciones, sino en la violencia sistemática a la vida de las mujeres. Porque estas madres no sufren solo la desaparición, sino que también sufren violencia desde las circunstancias en las que viven, su entorno. Era más un cuestionamiento a cómo estamos viviendo nosotras la ausencia del Estado en México.

¿Qué pena merece un violador?

Es complicado. Por un lado, están estas teorías feministas –a las que podría adscribirme– que no necesitamos que el Estado sea más punitivo, porque vivimos en un Estado totalmente punitivo, en el que hay personas en la cárcel por delitos menores. Pero por otro lado, es real que México vive una impunidad tremenda en la que nos parece que debe haber medidas especificas para que los hombres dejen de creer que pueden estar violentándonos todo el tiempo. Si creo que deben meterlos a la cárcel, no lo sé. Pero creo que sí deben tener una consecuencia de sus actos. Apostaría a la prevención a largo plazo. No cambiará una estructura de Estado-patriarcal tan pronto porque así nos han educado, tanto a hombres como a mujeres, pero sí debe dejar de haber impunidad. El caso de la manada en España, me tocó verlo de cerca. Cuando hay personas que lo hacen por regodearse, por violentar sin restricción, sí que merecía una sentencia como las que les dieron los jueces. Ojalá no estuviéramos hablando de potenciales violentadores, sino cómo los hombres están comenzando a cuestionarse cosas respecto a las masculinidades.

¿Maternidad subrogada?

Totalmente en contra. Los seres humanos no son mercantiles, no son objetos. Creo que no hay un derecho a ser padre y madre, sino hay derechos de la infancia y deberíamos estar enfocados a eso, en saber cómo le vamos a dar a los infantes vivos una vida digna. Estoy en contra, pero es cierto que no podemos cerrar los ojos y decir que no va a pasar sólo porque no estamos de acuerdo. Sí debería haber un cambio de perspectiva: no regular a las madres que rentan el vientre, sino a las personas que creen que tienen el derecho de comprar a un ser humano.

¿Cuáles son los peores males de México?

Uno, la impunidad. Creemos que podemos hacerlo todo porque podemos hacerlo todo. Siempre pienso en El Padrino 2, cuando dicen que se puede matar a cualquier persona y creo que México es el ejemplo perfecto de eso. Hay poca valoración hacia la vida. Dos: tenemos que seguir insistiendo en los feminicidios, porque son ellas las que sostienen este Estado omiso y nos están matando. Es una contradicción: matar lo que da vida. Tres: la pobreza; antes de cualquier tipo de lujo o entrarle a practicar los derechos humanos, tendríamos que empezar por erradicar la pobreza.

¿En qué época te gustaría vivir y por qué?

Me gustaría vivir por ahí del 2050, me intriga. En 30 años. Me llama la atención hacia donde vamos, me intriga cómo se va a desarrollar la tecnología, especialmente en Latinoamérica, donde, por un lado, hay acceso, pero por otro hay una desigualdad tremenda. Me llama la atención saber si de verdad vamos a estar compitiendo con robots, como una confrontación. Creo ya se vive en algunos lugares esta automatización de labores domésticas por medio de máquinas, la confrontación del hombre con el robot me gustaría muchísimo verlo.

Influencias o referentes como novelista:

Elfriede Jelinek y Agota Kristof. Ellas son mi gran referente porque habla de la condición humana respecto a las mujeres de una manera cruda, sin filtros y de una forma magistral. Y claro, Wisława Szymborska. Considero que México y Europa del Este tienen muchas cosas en común y me interesa mucho encontrar esos puentes que tenemos.

Enjambre Literario:

Microeditorial que busca publicar mujeres de manera digital, libros sobre pedido, fuera de la industria tradicional. Publicar mujeres que creemos que vale la pena leer e incluso ser una plataforma para llevarlos a editoriales grandes, que se expanda la lectura de mujeres mexicanas. El mercado mexicano es el mercado al que tenemos que apostarle, es donde se lee más, se escribe más y no tenemos que pedirle nada a España, por ejemplo.

Kaja Negra:

La primera versión de Casas Vacías se publicó en esta editorial. Hemos hecho alianzas, con Enjambre, Casa Octavia, entre otros espacios, para hacer redes. No dirigir, sino ampliar la literatura escrita por mujeres. No literatura femenina, porque entra en el canon del romance; tampoco feminista, porque no todas las autoras se asumen feministas. Literatura escrita por mujeres con una calidad narrativa sobresaliente.

¿Tú te asumes como feminista?

Dentro del espacio público me uno a la mayoría de los movimientos, pero en el espacio privado me pregunto qué tanto está bien asumirnos como feministas por estas visiones que hay. Estoy pensando que podemos encontrar una nueva palabra que incluya a estas inquietudes.

¿Qué te hace cuestionarte?

Especialmente las perspectivas respecto a la raza y a la pobreza. Estamos hablando mucho de representación, pero se queda solo en la clase media y a mí me interesa más hablar, no solo de la representación, sino que realmente las mujeres que viven en pobreza empiecen a sentir los cambios y no se quede en las cuotas de género. Que realmente haya una transformación. Angela Davis lo dice: el feminismo será antirracista o no será feminismo.

Casas vacías, Brenda Navarro, Sexto Piso, 164 pp, $250