Desde Barcelona, obligado a permanecer encerrado en casa como tres de los personajes de su nuevo libro, Juan Pablo Villalobos contestó este cuestionario sobre La invasión del pueblo del espíritu, quinta novela que publica bajo el sello Anagrama y que cuenta la historia de tres hombres muy diferentes, pero unidos por una amistad muy fuerte. El narrador es Gastón, un conosureño que sufre porque su perro, llamado Gato, acaba de ser diagnosticado con una enfermedad terminal; Max es testigo de cómo su vida se cae en pedazos cuando se ve obligado a cerrar el bar al que tanto tiempo de su vida ha dedicado, quedándose en la calle; y Pol, hijo de Max, está convencido de que posee información sobre extraterrestres que cambiará la historia de la humanidad.

¿Cómo surgió la idea para escribir La invasión del pueblo del espíritu?

Siempre me cuesta explicar el origen de mis libros. Seguramente tiene que ver con el hecho de que no creo en los “proyectos narrativos”, es decir, yo nunca empiezo a escribir teniendo claro hacia dónde voy o qué quiero hacer, no creo que escribir sea una actividad que se puede planear. El punto de partida suele ser muy vago, una intuición. En este caso todo empezó con mi fascinación por la vida extraterrestre —algo que heredé de mi padre—, mi preocupación por los nuevos fascismos —el auge de los partidos de extrema derecha en diferentes lugares del mundo— y mi condición de inmigrante en Barcelona —hace más de 15 años que vivo fuera de México—. Parecen temas muy alejados unos de otros, pero ciertos conceptos, como el de colonización, los conectan.

Leí que sufriste un bloqueo mientras trabajabas en esta novela. ¿Cómo fue el proceso de escritura y cuánto tiempo tardaste?

Escribir un libro suele tomarme alrededor de dos años, aunque, en realidad, la etapa de escritura intensiva dura de cuatro a seis meses. La diferencia de este libro con los anteriores es que pasé por un proceso más largo de “documentación”. Desde hace más de tres años me puse a leer sobre física, biología, astrobiología, ocultismo, ciencia ficción. Pongo “documentación” entre comillas porque no se trataba de identificar bibliografía, de crear un fundamento teórico o ideológico, sino de entrar en un clima, una atmósfera, un ambiente. El título, por ejemplo, procede de una historia del ocultismo en la política. Toda la concepción de la narrativa paranoica viene de mis lecturas de Philip K. Dick y, en particular, de la biografía que escribió Emmanuel Carrère. Hay ciertos conceptos, como el de panspermia —la idea de que hay semillas de vida por todo el Universo, lo que abre la posibilidad de que la vida pudo haber llegado a la Tierra desde el espacio—, sin los que no habría podido escribir la novela. Aprendí más que nunca escribiendo este libro. En realidad, toda novela es un proceso de aprendizaje, escribirla tiene que cambiar mi manera de ver el mundo, si no no vale la pena. En enero del año pasado, luego de meses de intentarlo y fracasar, decidí abandonar la novela y ponerme a hacer otra cosa. Mi editora, Sivia Sesé, me había pedido que escribiera algo para los Cuadernos Anagrama. Pensé que una pausa me haría bien, así que me puse a escribir una crónica sobre mi barrio, sobre la vida cotidiana con mis hijos, nuestra rutina de trabajo y escuela, clases de ballet y entrenamientos de futbol, paseos y encuentros con los amigos en el espacio público. Era un elogio de la convivencia, del sentido de comunidad, un alegato a favor de la ternura y contra los discursos de odio. De pronto me di cuenta de que esa crónica y la novela eran lo mismo; volví a la novela y encontré lo que había estado buscando. En cuatro meses de trabajo muy intenso, de febrero a mayo, la escribí de un tirón, sin parar.

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Me pareció que en este nuevo libro, experimentas con una forma distinta de narrar, el protagonista es un personaje más “complejo” (con más miedos, con más preocupaciones, con más necesidades) y, también, me pareció el más “serio” (o más “emocional” o más “complejo emocionalmente” entre tu obra hasta ahora. Pero, ¿para ti cuál es la principal diferencia entre La invasión del pueblo del espíritu y tus novelas anteriores?

Lo que ha cambiado es el humor, soy muy consciente de eso, fue premeditado. En mis libros anteriores el humor se articulaba jerárquicamente, a través de la burla y la humillación, entre personajes antagónicos. Mis narradores solían recurrir a la parodia, a la ironía, incluso al cinismo. No reniego de ellos, pero ahora estoy en otro lugar. Me parece que los mecanismos de ese tipo de humor, que es siempre excluyente, alimentan los discursos de odio. Ese tipo de humor ha dejado de interesarme. Quería experimentar si era posible hacer humor sin humillar a los personajes, si se puede hacer humor y tratar con ternura y comprensión, con piedad y empatía, a los personajes. También quería perderle el miedo a lo sentimental, probar cómo se puede narrar lo emocional sin caer en lo cursi.

Foto: Ana Schulz

¿Por qué decidiste no darles nacionalidades a los personajes de forma explícita?

Porque no importa. El narrador lo dice en la primera página: “nuestro lugar es el presente”, no importa dónde estemos, dónde nacimos, qué creemos que somos. Soy radicalmente antiesencialista. No somos nada, cambiamos todo el tiempo, ¿quién quiere tener una identidad fija, inmóvil? Ser algo, creer que eres ese algo, es una prisión. Quería quitar el tema identitario del libro para hablar de otras cosas que son las que verdaderamente me interesan: la amistad, la solidaridad, la soledad, el miedo, el amor.

Me pareció que uno de los mensajes del libro es que, en algún momento de nuestras vidas, todos somos extraterrestres (o ajenos a nuestra realidad o al resto de las personas que nos rodean), ¿tú qué piensas al respecto? ¿Era tu intención hablar sobre ello?

Una de las preguntas más importantes de la humanidad es si estamos solos en el Universo, pero yo en la novela quería preguntarme si estamos solos en la Tierra. ¿Es posible comprender al otro? ¿Es posible que el otro nos comprenda? Desde el punto de vista narrativo, la mirada extraterrestre es muy literaria: se trata de contar las cosas con extrañeza, como si fuera la primera vez que las vemos. En ese sentido, todo escritor tiene que ser un poco o un mucho extraterrestre.

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No es la primera vez que escribes sobre naves espaciales, ¿crees en los extraterrestres?

Voy a contestar como lo haría Fox Mulder: “I want to believe”. Uno de los libros que leí durante la escritura de La invasión del pueblo del espíritu era sobre la “paradoja de Fermí”, que se pregunta por qué si hay tantos miles de millones de planetas y, por lo tanto, tantísimas posibilidades de que haya vida extraterrestre, por qué no la encontramos. Hay muchas respuestas posibles, desde las más paranoicas —que existen y están entre nosotros—, hasta las más pesimistas, que suelen ser las más científicas —que están muy lejos y nunca podremos verlos ni comunicarnos con ellos—. Yo creo que pronto encontraremos vida, pero que no será vida inteligente, serán bacterias, organismos extremófilos.

Si tuvieras la oportunidad de hablar con un ser de otro planeta y sólo pudieras hacerle tres preguntas, ¿cuáles serían?

¿Cuál es el sentido de la existencia? ¿Qué sucedió antes del Big Bang? ¿Cuándo será campeón el Atlas?

¿Por qué nos obsesiona tanto saber si hay vida en otros planetas?

Porque tenemos la fantasía de que los extraterrestres sabrán más que nosotros. En teoría, si llegaran a la Tierra eso supondría que tienen una tecnología superior a la nuestra. Yo escribí una novela infantil, Un viaje cósmico a Puerta Ficción, con la idea opuesta, algo que me fascina y me parece muy cómico: la posibilidad de que nos contactaran los extraterrestres para preguntarnos cosas que no sabemos. Bajan los extraterrestres y lo primero que hacen es decirnos: ¿cómo surgió el Universo?, ¿existe Dios? Quedaríamos en ridículo.

¿Cuáles son tus novelas favoritas sobre extraterrestres?

No soy un gran lector de novelas sobre extraterrestres, lo que me gusta es la “no ficción”. Lo pongo entre comillas porque la mayoría de la no ficción sobre extraterrestres —crónicas de encuentros, abducciones, avistamiento — es ficción. Pero sí creo que en el canon del siglo XX hay una obra maestra: Matadero cinco de Kurt Vonnegut.

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¿Qué cinco libros le darías a una civilización extraterrestre para explicarle qué significa ser humano?

Serían libros que expliquen nuestros intentos por comprender e interpretar el funcionamiento del mundo, de la realidad y del ser humano: una historia de la filosofía, una historia de la ciencia, una historia de la literatura y las artes, una historia de las religiones y una historia social y política.