A mitad del primer semestre del año, cuando la pandemia llegaba a su punto máximo en Europa y la cuarentena iniciaba en México, varios medios reportaban la aparición de animales salvajes en las calles de distintas ciudades. Con los seres humanos encerrados, muchas criaturas sintieron la libertad de retomar espacios en los que antes jamás hubieran podido moverse en libertad.

Los reportes venían acompañados, en muchos casos, de comentarios sobre cómo nuestro encierro resultaría benéfico para el medioambiente. Las emisiones de ozono se reducirían, se produciría menor cantidad de basura, y hasta especies al borde de la extinción podrían tener más oportunidades de reproducirse y sobrevivir.

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Todo esto viene a cuento porque hace algunos meses llegó a las librerías mexicanas Darwin viene a la ciudad, un texto interesantísimo y muy ameno sobre cómo la vida se abre paso sin importar qué o quién se le ponga en frente.

Su autor es Menno Schilthuizen, un biólogo evolutivo y divulgador científico holandés, quien, gracias al amor que siente hacia las ciudades, decidió dedicar su carrera a estudiar las formas en que la naturaleza se ha adaptado al “desarrollo” de la humanidad, sin darse por vencida a pesar de tener casi todo en su contra.

Así, entre anécdotas personales y rigurosos estudios, Schilthuizen va revelando ante los ojos del lector un panorama ligeramente esperanzador y de paso le invita a ser más consciente de su impacto en el planeta y de su relación y codependencia con otros seres vivos.

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Aves que cantan a un mayor volumen que sus parientes que habitan en bosques, peces que han conseguido modificar su genética para adaptarse a la contaminación en puertos y muelles, hormigas que han encontrado de sobrevivir a las altas temperaturas que puede alcanzar el asfalto, arañas que aprovechan la luz de los focos para construir sus telarañas… Este catálogo de especies sorprendentes nos demuestra que tenemos más en común con la naturaleza que diferencias, y que en gran parte somos responsables de que la diversidad siga subsistiendo.

Además de una imperdible lectura que divierte y abre los ojos, Darwin viene a la ciudad es, al mismo tiempo, un golpe de realidad que nos sugiere ser más humildes y cuidadosos con el planeta que habitamos, y también una exhortación para dejarnos sorprender por la naturaleza y su incansable adaptación.

Darwin viene a la ciudad, Turner, Madrid, 296 páginas