Tras el gran éxito que consiguió con La uruguaya, Pedro Mairal vuelve a las mesas de novedades con Breves amores eternos, un volumen que reúne 23 relatos, 11 de ellos inéditos y 12 publicados en 2001 en un libro titulado Hoy temprano.

La mayoría de los cuentos nuevos tienen como hilo conductor el desamor o la infidelidad. Hartos de la rutina o de la monotonía de su vida cotidiana, los protagonistas de estas historias buscan en otras relaciones (reales o imaginarias) la libertad y la ilusión que han perdido con el paso de los años.

Por ejemplo, en “Un verano feliz”, un hombre que viaja a Uruguay de vacaciones con su familia se escapa de ellos todos los días para irse con una mujer a la que acaba de conocer. O en “Cero culpa”, una mujer confiesa a su esposo el amor que siente por un fotógrafo que trabaja en la misma revista que ella, y quien le ofrece una vida distinta al estancamiento que ha sufrido su matrimonio. Y en “El hipnotizador personal” un joven pierde la cabeza por una chica a la que conoce en un taller literario, y aunque la relación es corta, él no consigue superarla a pesar del paso de los años.

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“Hay una insatisfacción profunda. Ellos creen que hay algo mejor afuera y buscan por fuera de sus relaciones de pareja una salvación, digamos. Se cuelgan de un amor pasado, casi imaginario, construyen o reconstruyen un amor de hace muchos años que quedó quemando en la sangre o salen a buscar una relación extramatrimonial. Siempre hay una válvula de escape, una fuga, a veces más concreta que otras, y otras simplemente imaginaria”, dice el escritor argentino sobre los protagonistas de sus historias.

En entrevista, Mairal explica que no piensa en libros cuando escribe relatos: “Los primeros cuentos voy escribiéndolos y se van sumando con el tiempo, y luego, cuando tengo alrededor de 15, más o menos, me alejo un poco como los pintores toman distancia de la tela para ver cómo va el cuadro, y ahí voy viendo cómo se agrupan, cómo funcionan, y qué conforma todo eso, si hay algún bache, alguna parte para completar, alguna zona temática que me gustaría que dialogue con los otros cuentos. Y a veces escribo algunos cuentos más. Y entonces ahí sí ya estoy pensando en un libro”.

El argentino comenzó a trabajar en estos nuevos relatos alrededor de 2006, 2007, y tardó diez años. Algunos surgieron por petición de alguna revista, otros los escribió por impulso propio. En este mismo periodo trabajó al mismo tiempo en un libro de relatos publicado bajo el título de Maniobras de evasión, en el que concentró sus textos de no ficción.

Pero, ¿cómo sabe si lo que está escribiendo da para un relato o para una novela? “Es una intuición. A veces escribo una especie de índice de los episodios o peripecias que me imagino que sucederán en una historia y ahí ya me voy dando cuenta. Si es necesario un desarrollo largo para explicar un arco más prolongado en la vida de un personaje, eso probablemente sea una novela. Si es una serie de eventos más cortita, quizás sea un cuento. Pero no pienso mucho en los géneros. Pienso en lo que me pide la historia. No hay que ir por el lado de escribir con un molde preconcebido y meter a las patadas algo dentro de ese molde para que entre. Hay que dejar que la historia tenga su propia naturaleza, su propia longitud, su propia respiración, y si la historia te pide 50 páginas, escribirla así”.

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Lo que sí tiene claro son las ventajas y desventajas que ofrece el género como cuento. Para Mairal, “el cuento es muy intenso y le permite al lector asomarse a un universo de golpe”. Es una especie de ventana que, por un periodo breve, permite al público ser partícipe de otra vida, espiar otra conciencia, una intimidad. “A los lectores de novelas, a veces el cuento les cuesta, porque tienen que hacer el esfuerzo de meterse en ese destino cada vez que leen un relato”, explica el argentino y hace una analogía muy atinada: para él, un libro de cuentos es como un edificio de departamentos, en el que coinciden y se cruzan varias vidas; mientras que una novela es como una casa que te hospeda y en la que te puedes poner cómodo por el tiempo que sea necesario.

Hace tres años, justamente cuando acababa de escribir los relatos de Breves amores eternos, salía a la luz La uruguaya, su cuarta novela, cuyo éxito fue creciendo gracias a las recomendaciones boca a boca y a las grandes críticas recibidas por parte de los expertos, pero para esta nueva publicación Mairal no sintió presión: “Yo siempre me estoy escapando de eso. Las maniobras de evasión son justamente eso: escaparme de esa exigencia propia y exigencia externa. Siempre estoy huyendo. Siempre estoy escribiendo lo que no debería estar escribiendo. Y eso es muy liberador, porque la creatividad funciona de una manera muy caprichosa. No sabes bien por qué surgen temas y por qué te vas hacia algún lado. Hay un aspecto que son como mareas y aparecen y desaparecen y no es algo que controlo mucho, pero sí controlo la necesidad de escapar a una especie de autoexigencia que, a veces, me amordaza. Yo creo que exigirse a uno mismo es bueno en la medida en que eso no te silencie”.

Quizás uno de los principales atractivos de su obra es la oralidad con la que están escritos los relatos, lo que hace más fácil para el lector sentirse identificado con los personajes y las historias. Y aunque el tema que conecta los cuentos de la primera parte es el desamor, cada uno de ellos es único y sobresale entre el resto. Siempre hay alguna idea de la que parto, alguna chispa de la experiencia personal que desata algo. Yo trabajo no solo con la experiencia personal, sino también con la periferia de la experiencia, que es lo que no me sucedió, pero me podía haber sucedido si seguía en una dirección, o aquello que tenía ganas o miedo de que sucediera”, explica Mairal sobre el origen de sus narraciones.

Además, los lectores mexicanos se llevarán una gran sorpresa, ya que nuestro país aparece mencionado en algunas historias. Y es que el argentino dice sentir una fuerte atracción hacia México: Yo estoy yendo a México cada tanto. Fui en los años 80 por primera vez. Después creo haber vuelto después del 2000, y ahora, gracias a la literatura, hace diez años que voy cada dos años a México, más o menos. Me fascina México. Nunca me deja indiferente. Tiene una intensidad que a veces me apabulla un poco. México es un enigma para mí, y cada viaje siento que descubro un poquito más, pero a la vez me asomo a algo mucho más grande que no terminé de comprender y tiene algo de abismo”.

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Quizás una de las principales características de Mairal es su interés constante por mantenerse activo y su capacidad para experimentar en distintos ámbitos. Por ejemplo, junto a Rafael Otegui tiene un proyecto musical llamado Pensé que era viernes. Y es que, para él, “la música tiene un lenguaje mucho más universal que la literatura. Una canción le puede gustar a alguien que no habla tu misma lengua. Alguien que no habla castellano puede entender una canción de otra manera. La canción rompe de una manera este cerco del mundo cultural de cierto elitismo cultural. Eso me interesa mucho de la música: la posibilidad de comunicarse de una manera más amplia y con más gente”.

Además, el argentino encuentra que, “al igual que los cuentos, las canciones pueden contar una historia. Las canciones son muchas veces narrativas, pero eso que estás escribiendo, esas palabras, no se sostienen por sí solas, sino que negocian con la melodía, entonces varía un poco lo que se dice según lo que están planteando la melodía, las rimas y la métrica de la canción. Tiene algo de poema, pero a la vez es un poema musicalizado, por lo tanto, tiene que negociar con la melodía. A veces, una frase un poco cursi en un poema, en una canción queda preciosa, calzando justo en un lugar emocional”.