Desde hace más de dos décadas, Bernardo Fernández Bef tenía el antojo de llevar al papel una historia de horror que ocurriera en un colegio de monjas, muy en el tono de Veneno para las hadas. Iba a ser un cómic coescrito junto a Jimena Padilla, quien firmaba historietas y fanzines como Ida Moh.

La idea no prosperó en aquel momento. Además, a finales de los 90, principios de los 2000, resultaba imposible publicar novela gráfica. Apenas comenzaban a aparecer los primeros trabajos publicados en ese género, del que fue pionero Édgar Clément, con Operación Bolívar.

En las librerías todavía era impensable hallar una sección de novela gráfica. Bef atestiguó cómo su primera novela gráfica, Espiral, pasó desapercibida en los espacios de venta de libros porque no sabían dónde ponerla.

Hoy, las condiciones han cambiado. No solo hay sección de novela gráfica en las librerías, sino un interés de las casas editoriales en publicar ese tipo de material, como Sexto Piso, Resistencia –la primera que le apostó al cómic en México– o muy recientemente, La Cifra.

Cuando editorial Océano lo invita a publicar, Bef decide saldar dos deudas pendientes: una con la Ciudad de México, repleta de historias, pero poco o nada representada por los comiqueros locales, y con la historieta para niñas, un género que le parecía desatendido.

Inspirado en todo ello, retoma aquella idea temprana, transformándola en una historia más dulce: una historieta que pudiera tener en su librero cualquiera de sus dos hijas.

Quitó el ingrediente de la idea temprana que tenía que ver con el colegio religioso e integró a Frankenstein y la idea de los monstruos como una metáfora de la adolescencia y de la diversidad. El resultado fue la novela gráfica El Instante Amarillo (Océano, 2017).

La historia de 200 páginas, que podemos leer/ver en menos de una hora, le requirió un año de manufactura. En ella nos vemos inmersos en la historia de María, una adolescente de 13 años que en medio de circunstancias familiares y escolares penosas, incluido el bullying constante, halla en el dibujo y en los monstruos el consuelo y la catarsis necesarios.

También hoy, a sus novelas gráficas favoritas, se han sumado los trabajos de Raina Telgemeier, como Sisters o Smile, que le han cautivado por la manera en que la autora pudo reconectarse con la persona que había sido a los 11 o 12 años.

«Fue un verdadero descubrimiento para mí», dice Bef en entrevista.

Otro autor de novelas gráficas que influyó mucho en el trabajo de Bef fue Bryan Lee O’Malley, el autor de Scott Pilgrim, sobre todo por trabajos como Lost at Sea y Seconds, que cuentan con un lado introspectivo y una sensibilidad hacia lo femenino que Bef disfruta y que desearía que se viera reflejado en su propio trabajo.

«Además, aunque no sea muy evidente, El Instante Amarillo es mi homenaje a los manga», explica Bef. «Siento que los otaku de todo el mundo lo que hacen es robarse la parte superficial, pero yo quise buscar la parte más estructural y la manera de mostrar los estados de ánimo, ese gusto de narrar con las imágenes y olvidarse de los textos.»

Y El Instante Amarillo es el primer pago que Bef decide hacer a su deuda pendiente con la Ciudad de México: toda la acción de cuando María, el personaje principal, es niña, sucede en la Jardín Balbuena, el barrio natal de Bef.

«Las calles son las de mi barrio, en las que yo crecí, y la casa de María es la casa de mis papás. Además, poco después de que la dibujé, esa casa se vendió y la van a demoler. Y el parque está condenado a desaparecer, por las obras del estadio que habrá en la zona.»

¿Cómo te ves a ti mismo?

En un árbol genealógico imaginario, ¿con quién comparte rama María, el personaje de El Instante Amarillo?

¿Qué tiene Bef en común con María?

Describe con un dibujo tu relación con la Ciudad de México.

¿Cuál es tu vicio secreto?

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