The View es el restaurante del hotel Green Park ¿En dónde? A mitad de Constituyentes. Durante cuatro años, los capitalinos nos acostumbramos a ver una enorme estructura metálica inconclusa. Con el tiempo fue tomando forma, hasta convertirse en este hotel bussiness class de estilo inglés, que promete lo mejor de la cocina inglesa y una vista inmejorable del bosque de Chapultepec desde su restaurante.

Si bien es cierto que la gastronomía británica no es muy vasta, los platillos que presentan están exquisitamente confeccionados. El ambiente tiene una sensación de realeza con toques eclécticos, música de piano, ventanas herméticas que contienen el ruido de la avenida y un extraordinario servicio. La gente habla suave y educadamente.

La carta ofrece los platillos más representativos de la Gran Bretaña: filete Wellington, fish & chips, pudding y cordero con jalea de menta. Todo se sirve en porciones vastas, que sólo necesitan una entrada o una sopa para completar. La terrina de la casa, por ejemplo, viene con abundantes trozos de carne en un plato muy bien servido, con ensalada y pepinillos. El sabor es muy suave y la porción es perfecta para compartir. El rack de cordero está cocinado de forma impecable: costillas individuales, doradas y jugosas, servidas con papas fritas cortadas en finas rejillas y aros de cebolla; la jalea de menta es adictiva.

Las opciones del mar son también deliciosas, como el extraviado con aromas de mostaza dijon y verduras salteadas. Estas últimas crujientes y muy bien presentadas. Destaca sobre todo el sabor de los espárragos. El pescado es un trozo de filete muy firme y de un sabor suave, pero muy presente, que se engrandece con el toque de mostaza.

La carta de vinos no es muy abundante. Destaca el excesivo precio, que se nota más en los económicos de siempre. También es posible degustar un Chateau Petrus Pomerol por 36 mil pesos.

La lista de postres es suculenta y abundante: la crème brûlée con frutos rojos es un exceso de sabor… y de porción. El pudding inglés viene con espuma de crema de whisky y frutas; demasiado para un postre, aunque de sabor tan rico que engancha.

Se agradece la gran variedad de tés –hasta menú tiene– y que se preparen en la mesa, con toda una parafernalia de jarras, filtros y teteras.

La experiencia es grata hasta que llega la cuenta, con finos toques de exceso y un final abierto… ¿Lo vale? Y eso que los postres fueron cortesía. Aún así vale la pena ir y probar.