A la Roma le faltaba un restaurante como Mia Domenicca. Si bien la cocina de producto es un concepto que presumen varios, pocos la ejecutan con un merecido aplauso. Esta nueva apertura se ganó mis elogios. Les cuento por qué.

Bajo una notoria influencia mediterránea, la intención de sus platillos y la decoración interior, muy a la toscana, hacen de este lugar un espacio acogedor para el que busca un punto medio entre casual y fine dining. Sin abrumarnos con pretensiones, el menú consta únicamente de 20 platillos, mismos que varían dependiendo de la oferta de productos locales.

La insignia de la casa –y la principal responsable de una calificación perfecta de cinco chiles– es una seta rosa glaseada con sofrito de kale y jugo de hongos. Con una textura suave y un sabor ciertamente mantequilloso, la considero lo imperdible del lugar. Llena los huequitos restantes con unos ravioles –hechos desde cero en la cocina– rellenos de ricotta con puré de hongos y mantequilla de salvia.

Mia Domenicca tiene las armas para coronarse como favorito en la Roma y convertirse en uno de los mejores de la Ciudad de México. Espero su éxito porque, como diría Joan Sebastian, “lo tienen bien merecido”.