La discreta puerta de entrada de este restaurante es un engaño: detrás de un cristal (de piso a techo) y una hostess sonriente, hay un salón bullicioso que toma por sorpresa. La bienvenida es el barullo de los cacerolazos que inicia en la cocina abierta y se propaga con brindis, risas y conversaciones que se extienden hasta la terraza. Es jueves a las ocho de la noche, día y hora pico del lugar.

Central Central es el restaurante hermano del Central Brasserie, conceptos que guardan una línea de diseño y arquitectura impecables (por Luis Felipe Castro). Tienen en común el raw bar que luce las patas rojas de los cangrejos y las conchas de los ostiones y se distinguen porque uno tiene inclinación francesa (el Brasserie) y el otro española; influencia que se hace notar con un carrito que circula y ostenta una gran pata de jamón lista para su sacrificio.

El salón está dividido en espacios autónomos con diferentes ambientes: un “sobrio” comedor que contrasta con el resto del lugar, una larga barra para solitarios y una sala que parece la estancia en la que un inglés compartió habanos y cognac con sus colegas. Para rematar está la terraza, con recovecos y chimeneas; lugar por excelencia de la fiesta y el precopeo.

Si tu intención es comer te recomendamos quedarte en el lado serio, estarás más cómodo y atento a platos como el potaje de alubias con almejas o el chuletón (al que le vendría bien un poquito de sal de grano). A la terraza le van mucho mejor las tapas: tostadas de buey (unas brochetas con carne y pimiento), el pulpo a las brasas con salsa de chile y romero o una selección de quesos de oveja con un vino tinto. Son grandes partidarios de la champaña (consentidos de la marca Veuve Clicquot), la venden por copeo, en cocteles y al 2×1 durante su hora feliz todas las tardes de seis a ocho.

Para los que acuden a este lugar con el sabor de boca que les dejó el Central Brasserie conservan algunos platos de corte francés, la sopa de cebolla es el mejor ejemplo. Y de postre, un regreso a lo español con los churros con chocolate o la leche frita.

Si eres de los que disfruta de noches agitadas, con todo y dj, y las celebridades, vaya que lo es. También hay que agradecerle la inyección de energía a Santa Fe (al Santa Fe corporativo al que estamos acostumbrados). Reservar no es un requisito pero sí es recomendable.