Buscar la palabra bitute en el diccionario es tarea inútil, pero según el periodista peruano Jesús Raymundo: «El bitute es mágico, porque se comparte sin imposiciones, como los sentimientos, en todas partes y a cualquier hora». En palabras chilangas significa comida. De este modismo nace un sencillo local donde el cebiche pasa a segundo plano –cosa extraña por tratarse de un restaurante peruano– y el cilindro tiene su presentación oficial en tierras aztecas.

El cilindro es simple: un tambo de lámina se secciona estratégicamente para funcionar como horno. Al fondo reposa el carbón, unos centímetros arriba se encuentra una repisa donde los quesos burbujean y poco antes de llegar a la tapa, se coloca la carne. Imagina un aro de donde cuelgan pulpos, pollos y carne de cerdo que pacientemente se cuecen al calor de las brasas. Su menú recorre con soltura algunos platillos típicos como la chifa –arroz frito con cerdo–, o la segunda maravilla de Perú después de Machu Picchu: la leche de tigre; ese majestuoso jugo que marina el cebiche y de paso cura crudas.

También hay tacos, pero de alma inca; disfrútalos con alguna de sus salsas, todas tienen lo suyo. Pero la verdadera estrella del lugar son sus proteínas hechas al cilindro. Para acompañarlas pide los camotes fritos y la ensalada de col. Una buena parte de la comunidad peruana se da cita en Bitute para compartir si hay futbol, y festejan los goles con cerveza cusqueña en mano.

De la estética del lugar no hay mucho que decir, pues no es uno de sus fuertes. Aunque si te gustan las ilustraciones, hay un par que te gustaría llevar en forma de calcomanía. Por cierto, si vives o trabajas por la zona, tienen un menú ejecutivo de $139, que incluye entrada, plato fuerte y agua.