El poeta cubano José Lezama Lima pocas veces abandonaba su casa, en La Habana. Sus ciento cincuenta kilos de peso y su metro ochenta de estatura hacían mal tercio con el asma que padeció toda su vida. Supo desde siempre que no era necesario ser un nómada para conocer el mundo. Todo lo aprendió y lo vivió a través de la literatura. Se hacía llamar el peregrino inmóvil.

Si hay algo digno de presumirse sobre los pocos viajes de este poeta, es que su única salida de Cuba realmente larga como para considerarse una aventura, fue cuando visitó México, en octubre de 1949.

A 65 años de aquella visita a nuestro país, Lezama Lima ‘regresa’ pero a través de unos 30 retratos del fotógrafo Iván Cañas, la mayoría de ellos inéditos. En sus fotos, la sorpresa no radica en poder conocer la vida íntima del poeta, sino verlo paseando por la calle, que pocas veces frecuentaba en sus últimos años de vida, y sonriendo.

Así, el poeta ‘regresa’ al territorio donde nacieron muchos de sus ídolos, desde Alfonso Reyes y Octavio Paz hasta José Clemente Orozco.

La historia para lograr este archivo fotográfico, como lo recuerda el mismo Iván Cañas, involucró más magia que suerte, pues retratar a Lezama Lima no era cosa sencilla, no sólo por su agorafobia voluntaria, sino porque tuvo una relación complicada con el pueblo cubano.

“Su español no tenía nada que ver con el que se hablaba en Cuba, tenía una cultura extraordinaria, pero era muy ampuloso. Por eso le caía mal a la gente, a pesar de que era muy cubano. Lo consideraban casi como un extranjero”, recuerda el fotógrafo Iván Cañas.

El primer encuentro de ambos fue en 1969, cuando el fotógrafo visitó el hogar de Lezama Lima, ubicado en la calle Trocadero 162, en el barrio de Colón, en La Habana.

Entrar en esa casona que resguardaba su extensa biblioteca, su vida doméstica y sus misterios no le era permitido a cualquiera, pero Cañas iba acompañado del diseñador Raúl Martínez, quien fuera el director artístico de las principales colecciones editoriales cubanas, y amigo del poeta.

Lezama inédito

Iván Cañas, de entonces 23 años, recientemente había dejado la música para dedicarse a la fotografía. Era integrante de un cuarteto vocal llamado Los Cañas, que fue su vía de escape a los duros entrenamientos del servicio militar obligatorio.

Los primeros trabajos del fotógrafo fueron publicados en la revista Cuba Internacional, que como se vendía en varios países, “no era oficialista”, asegura Cañas. El tema que cautivó en esos años al fotógrafo eran los rostros de la gente común.

“Comencé a retratarlos, me gustaba la mirada íntima y doméstica del pueblo cubano, su personalidad y su honradez. Es cierto que había mucha pobreza pero mi intención no era denunciar eso ni criticar su entorno. Me interesaban ellos”.

Su maestro, Raúl Martínez, hizo un borrador del libro con sus fotografías, que llevaba por nombre El cubano se ofrece. Contactó a Lezama Lima para que viera el trabajo del fotógrafo antes de llevarlo al Instituto del Libro para su publicación.

Lezama, que rarísimas veces permitía el paso de desconocidos a su morada, no solo le dio acceso sino que le permitió hacerle varias fotos. “Esa tarde tiré dos rollos, retratando a Lezama en su intimidad, con su esposa y hasta de su nodriza, Baldomera, que aparece en su novela Paradiso como Baldovina”.

Sin saberlo, la magia estuvo presente aquella tarde. El padre de Iván Cañas, además de ser actor, era también un prestidigitador: un mago.

José Lezama Lima también compartió algo de ese oficio. El escritor Manuel Pereira, quién fuera aprendiz de Lezama, así lo describe en un ensayo dedicado a su maestro: “Lezama era algo más que un escritor. No era un profesor, ni tampoco un magister; no era un místico, ni un sabio, ni un filósofo; Lezama fue mucho más que eso: Lezama fue un mago. Su magia no era un oficio –que eso es la prestidigitación–; su taumaturgia consistía, ante todo, en estar hechizado de sí mismo”.

Cañas volvió a encontrarse con Lezama Lima en 1970, para hacerle unas fotos que serían incluidas junto con un reportaje de la revista Cuba Internacional. Ese día convenció al escritor a salir a caminar al Paseo del Prado, una de las avenidas más emblemáticas de La Habana. Ahí lo retrató paseando por la calle en la que el escritor pasó su juventud, acompañado de su esposa María Luisa. Salvo una de esas fotografías, las demás permanecieron inéditas.

El exilio intelectual del poeta

José Lezama Lima tenía fama de ser hermético. Sabía que su conversación, siempre adornada de referencias sobre literatura, desde los filósofos griegos, pasando por el Renacimiento italiano hasta llegar a la poesía de José Martí, no era para cualquiera. El conversador incauto quedaba aturdido con apenas unos minutos de escucharlo. No siempre fue comprendido por sus compatriotas, que lo veían con desconfianza y celo.

Con la llegada de la revolución, su catolicismo no fue bien visto por las autoridades. Lezama un día preguntó a su alumno Manuel Pereira: “¿Es usted creyente?”, y el joven poeta respondió que no era católico practicante. Lezama insistió: “¿pero cree usted en la poesía, no? y al recibir una respuesta afirmativa, remató: “no es lo mismo católico que religioso, y todo poeta cree…”.

En 1966, tras la publicación de Paradiso, fue definitivamente incluido en la ‘lista negra’ del gobierno por defender la causa de los homosexuales en su novela. Ya en 1965 se había promulgado una ley que prohibía a los homosexuales realizar cualquier trabajo relacionado con asuntos sociales y educativos.

Fidel Castró, a través de varios de sus discursos en las décadas de 1960 y 1970, definía a los gays como “gusaneros”, término que englobaba todo mal que fuera en contra del ideal de la Revolución. El hombre revolucionario representaba el modelo masculino de viril héroe.

Así, durante los años setenta Lezama Lima fue borrado de la lista de artistas de la isla por homosexual, junto con Virgilio Piñera, Reinaldo Arenas y Severo Sarduy.

Lezama Lima murió en 1976 y nunca tuvo oportunidad de ver revelados todos sus retratos, tampoco Iván, que resguardó los negativos con el fotógrafo Alberto Figueroa.

La odisea de Lezama

A mediados de la década de los ochenta el gobierno de Cuba dio luz verde a Iván Cañas para publicar el libro El cubano se ofrece, con la condición de que agregara otras imágenes que dieran un sentimiento positivo sobre la Revolución.

El investigador Horacio Fernández, autor de El fotolibro latinoamericano, se refiere en su libro al trabajo de Cañas como “un ejercicio valiente que sufrió demoras y sinsabores por no tener una actitud de servidumbre hacia la revolución cubana”.

El ‘borrador’ original de este libro que armaron Cañas y Raúl Martínez en 1969, y que tuvo en sus manos José Lezama Lima, ahora se exhibe en la colección permanente del Museo Reina Sofía, en España.

Hace más de dos décadas que Iván Cañas abandonó Cuba definitivamente para instalarse en Miami, la ciudad que tiene más cubanos que Santiago de Cuba, la segunda ciudad más habitada de la Isla. Su colega Alberto Figueroa le recordó del material que tenía sobre Lezama Lima. Como por obra del ‘azar concurrente’, el centenario del natalicio del escritor coincidía con la Feria del Libro de Miami, e Iván Cañas decidió que era el tiempo de sacar a Lezama de la isla.

“Ni me acordaba de esos retratos, pero recuperarlas fue un acto de justicia”, afirma el fotógrafo y añade que “varios funcionarios cubanos me han pedido que lleve la exposición a la Isla, pero ellos fueron los mismos que humillaron la obra de Lezama Lima. No es que me niegue a ello, simplemente aún no es tiempo”.

En vida, Lezama Lima dejó Cuba en contadas ocasiones porque “le tenía pánico a los viajes”, recuerda Manuel Pereira y sobre ello recuerda que: “como su padre había muerto en el extranjero siendo él un niño, convirtió esa tragedia en obsesión. Muchas veces le oí decir que ‘en el centro de todo viaje flota la imagen de la muerte’”.

Superado el problema de los viajes y la muerte, México recibe otra vez la inmensa presencia de José Lezama Lima, un cubano universal.

Exposición: Lezama Inédito

Dónde: Universidad del Claustro de Sor Juana

Izazaga 92, Centro Histórico

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