>>Lee la primera parte acá: La historia del “espía nazi” que vivía en Coyoacán

A petición expresa del entonces presidente Lázaro Cárdenas, durante la Segunda Guerra Mundial, los servicios de inteligencia mexicana solían vigilar a todo extranjero que se paseara por tierras nacionales.

Por estos motivos, los agentes de Gobernación no dudaron en espiar a Enrique Gutmann quien, sospechaban, podía ser un espía nazi que encubría sus operaciones mediante actividades antifascistas como dirigir la Liga Pro Cultura Alemana y participar en la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR). Además, Guttmann contaba con un espacio en la cadena de Radio Nacional XEFO y XEUZ para emitir información contra el régimen de Hitler.

La expropiación petrolera —explica el libro Los Nazis en México de Alberto Cedillo— puso en una encrucijada a Lázaro Cárdenas. Si bien nacionalizó a las petroleras estadounidenses y británicas, sus gobiernos optaron por boicotear el petróleo mexicano. Como solución “desesperada” el expresidente Cárdenas comenzó a vender, desde mediados de 1938, grandes cantidades de petróleo a la Italia de Benito Mussolini, a la Alemania de Adolfo Hitler y a Japón, entonces bajo el mando del emperador Hirohito.

Lo cierto es que los nazis tenían gran margen de maniobra. Una de las espías más importantes, Hilda Kruger, fue amante del entonces secretario de Gobernación, Miguel Alemán. Mientras tanto, en el Colegio Alemán se gestaban las Juventudes Hitlerianas e intelectuales de la talla de José Vasconcelos manifestaban abiertamente su simpatía por el régimen fascista mediante la revista Timón, un órgano de propaganda nazi.

Quizás por eso, Gutmann parecía sentirse como en casa pese a ser fácil blanco de sospechas. Pocos meses después de su arribo, consideró la posibilidad de quedarse más tiempo. En 1937 tuvo la confianza, dado que estaba casado con una mexicana, de solicitar la nacionalidad. En su solicitud detalla que trabajó como editor de una revista propagandística del Partido Nacional Revolucionario (PNR) —primer antecedente del PRI— y que reunía todos los requisitos para ser nacionalizado. Aun así, su solicitud fue rechazada.

Para 1939 existían en México al menos 13 refugiados alemanes (Ludwig Reno, Johannes Schröter, Anna Seghers, Bruno Strauss, entre otros). Fueron recibidos gracias a la presión y gestión de la Liga Pro Cultura Alemana, fundada por Gutmann apenas un año antes de que comenzaran a espiarlo.

Sin embargo, el comportamiento de Gutmann era, por momentos, errático o inexplicable. El 11 de junio de 1943, por ejemplo, pidió permiso al Gobierno para salir a Michoacán con la excusa de: «Disfrutar vacaciones y hacer estudios etnológicos y folklóricos, además, conocer los artefactos [sic] de Uruapan y de Paracho».

Gutmann solicitud de viaje

Foto: Daniel Melchor

Según su trámite, allá trataría con el gobernador de Michoacán Félix Ireta y, por primera vez, Gutmann se identifica a sí mismo como apátrida «por estar condenado a muerte por el régimen nazi», sin especificar cuándo o en qué circunstancias se dieron tales amenazas.

Ese mismo mes, a la Secretaría de Gobernación llegó un memorándum anónimo donde se repetía la acusación: en un texto extenso la fuente exhibe a Enrique Gutmann como un espía nazi disfrazado. Según esta declaración, archivada en el expediente por los agentes que los seguían de cerca, Gutmann se habría apoderado de la Liga Pro Cultura Alemana para simular. Se le acusa de ayudar a alemanes que lucharon a favor de Francisco Franco en la guerra civil española. También de desviar recursos de la propia organización.

Durante el viaje a Michoacán, luego de permanecer unos días en Uruapan, Gutmann viró inesperadamente hacia Querétaro, atravesó la ciudad de un extremo a otro y se fue a refugiar durante casi cinco horas en un cuarto de hotel. Esto extrañó a los agentes que lo vigilaban. Fue detenido y se le obligó a comparecer. No se tomaron medidas en su contra.

Para la historiadora Daniela Gleizer, especialista en el tema de los refugiados judíos durante la Segunda Guerra Mundial, esta historia revela el papel que jugó el estado mexicano durante una política supuestamente de puertas abiertas, que no lo era para todos los extranjeros.

«La Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales, la policía secreta de la época, espió a todo el mundo. Había mucha desconfianza hacia los extranjeros. Con los alemanes tenían reservas por desconfiar de posibles espías nazis. Lo que pasa es que desde los años 30 se prohíbe la entrada a muchos grupos étnicos. Yo creo que la idea de México de puertas abiertas es necesaria empezar a matizarla. Hubo casos de mucha cerrazón».

Al final, tras la derrota de Alemania en la Guerra, el ambiente cargado de paranoias, conspiraciones y sospechas fue poco a poco quedando a atrás. Gutmann dejó la tranquilidad de la calle Artes en Coyoacán para dedicarse de tiempo completo a la industria de las artesanías. El último reporte escrito en su expediente data de 1948 y consiste en un resumen de su vida: “Gutmann es un hombre combativo y hace pocos días aseguraba que está en espera de hablar con el Gral. Lázaro Cárdenas para reorganizar la explotación de la industria de la laca en Michoacán”.

Pocos meses después de este último reporte, Gutmann volvió a solicitar la nacionalidad mexicana. Aunque cumplía con todos los requisitos, fue rechazado.