¿Es insensible echar chelas y comer pizza a menos de 100 metros de un edificio derrumbado en el que siguen buscando sobrevivientes? La tarde y noche de este sábado 23 de septiembre, en las colonias Roma y Condesa varios bares y restaurantes funcionaban con normalidad, y estaban abarrotados de comensales. A unos cuantos pasos, decenas de rescatistas seguían luchando por encontrar a desaparecidos, y a otros cuantos pasos un grupo de vecinos conversaba, angustiado, sobre qué ocurriría con el edificio en el que vivían hace años y que ahora es inhabitable.

Un caso emblemático es el de las Pizzas Perro Negro, que se ubica casi enfrente del edificio de oficinas de Álvaro Obregón 286, donde hasta la mañana de este domingo seguían buscando a 50 personas atrapadas. Sólo los reporteros, que instalaron carpas en la zona, bloqueaban la visión de los comensales para apreciar las labores de rescate o la congoja de los familiares. Algunos usuarios en Twitter se cuestionaban si era el lugar adecuado para ir a cenar.

A la vuelta, la banqueta de la esquina de Colima y Salamanca permanece bloqueada al paso peatonal por el peligro de derrumbe que existe en el edificio corporativo de El Palacio de Hierro. Trozos de cristal, ladrillo y cemento siguen intactos sobre la acera desde el martes. El siguiente predio está también abandonado, pero en el que sigue se ubica el restaurante japonés Kura Izikaya, que anoche tenía la concurrencia de un sábado cualquiera. En el piso superior se ubica el Centro Horizontal, en el que un grupo amplio de voluntarios trabaja sin descanso en certificar la información que corre por redes sociales sobre el sismo.

Diversión después del sismo

Corporativo del Palacio de Hierro

La calle de Cozumel, entre Durango y Colima, está bloqueada al paso vehicular, pero a partir de Cerrada Salamanca elementos del ejército no permiten el acceso ni siquiera a los peatones porque un edificio de al menos diez pisos quedó severamente dañado. A unos 50 metros se encuentra La Burguesa, un restaurante de hamburguesas y cerveza artesanal que también operaba con normalidad y estaba repleto de comensales.

Otros negocios de la zona, como Jardín Chapultepec, optaron por no dar servicio y convertirse en centros de acopio. Alipús Condesa ofreció comidas calientes gratis para grupos de 40 personas todo el fin de semana. Broka se convirtió en un comedor comunitario para voluntarios. En Mexsi Bocu se pusieron a preparar miles de sándwiches para los afectados. En Cedrón hicieron comida para enviarla a Puebla y Morelos. Aquí hay una amplia lista de comercios de la zona que se han dedicado a recibir y distribuir víveres.

Sin embargo, es un hecho que los restaurantes y bares de estas colonias son fuente de trabajo para muchas personas, que hay familias cuyo sustento depende de su funcionamiento, que decenas de negocios quedaron bajo los escombros y cientos de locales están inservibles, que si no fluye el consumo a la brevedad el impacto económico en la zona será aún más desastroso, pero ¿ha llegado el momento de volver a la normalidad o hacerlo ahora resulta insensible?, ¿cuándo estará bien divertirnos con despreocupación?, ¿se vale hacerlo frente a un edificio en ruinas?

Ustedes qué opinan.