Todos escuchan la voz que sale del megáfono. Le pertenece a una chica chaparrita, ataviada con casco, botas y un chaleco fosforescente. Estamos en el cruce de Lucas Alamán con Bolívar, a una cuadra de las labores de rescate de la calle Chimalpopoca, donde un inmueble se derrumbó luego del temblor de 7.1 grados que derribó 40 edificios en la ciudad. Son las cinco y media de la tarde del jueves. Ella habla:

«Ya no hay comida, ya no agua, ya no hay medicamentos. Los brigadistas ya se fueron, ya se llevaron cosas. Aquí ya no los necesitamos. Alrededor de las 12:00 se volvió a meter la maquina porque vieron que ya no había nada. El último perro que rascó, se retiró; (en) el muro en donde ladró y orinó no había nada. Seguimos trabajando en la cisterna que decían que era sótano, pero no lo es».

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Daniel Ojeda

La brigadista muestra a la multitud una serie de documentos rescatados de los escombros: hojas con notas de trabajo, diseños de cortes de ropa, papeles de una de las empresas. Al final, levanta el ejemplar de un diccionario de español-coreano, deshojado y sin pastas, todavía muestra un nombre escrito con tinta azul en un costado: Verónica.

«Lo indignante es que no dijeron a quiénes sacamos muertos. Estas personas tenían nombres: no nos los dieron. Pedimos el plano del edificio, nos dijeron que no lo tenían. Un comandante nos dijo: fueron cuatro personas vivas, veinte muertas. No puede ser posible que en una fábrica haya sólo 24 personas trabajando».

Tensión en el ambiente

Ha sido una tarde tensa. Hace unas horas, la posibilidad de que la maquinaria pesada comenzara a remover escombros inquietó a todos. Lo que antes era un inmueble de cuatro pisos, donde varias empresas operaban, hoy sólo es una montaña de cascajo. Aún no es claro si lo que aquí había era una fábrica textil, como la mayoría han dicho. Los vecinos cuentan, los periodistas registran y es cierto que se encontraron telas entre los escombros, pero se sabe que aquí se hacían sandalias y se distribuían juguetes y que no era una sola empresa la que operaba. Pero aún nada está claro. Todo es suposición, rumor, versión que se desmiente.

La presencia de granaderos y del Ejército no ha mejorado el clima: alrededor de las 4:00 de esta misma tarde, los uniformados han empezado a llevarse herramientas y víveres que la sociedad civil ha recolectado durante días. Frente a la inconformidad, la respuesta de las autoridades ha sido agresiva. Integrantes de la Brigada Feminista aseguran que fueron repelidas con empujones y golpes por los granaderos. «¡Asesinos!», les gritan algunos. Después de largas horas de trabajo intenso de topos, voluntarios y vecinos, la presencia de las autoridades no es

bien recibida.

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Pero ahora, la brigadista chaparrita continúa hablando:

«Había un chavo y… es muy triste decirlo… se pone en frente de nosotros y dice: ‘aquí no hay nada, ¿para que siguen rascando?’. Luego lo volvemos a encontrar y nos dijo ‘me pagaron para decir que no había sótano’».

No todos están de acuerdo con ella. En estos momentos hay por lo menos cinco versiones de lo que está ocurriendo.

A unos metros de distancia, tres chicos visten cascos amarillos y blusas azules con el estampado del Centro de Estudios Superiores en Ciencias Jurídicas y Criminológicas. Junto con otra docena de compañeros, conforman una brigada voluntaria y acaban de salir de la zona de los escombros en donde se les dejó trabajar una media hora. Los tres afirman que hay una parte hueca abajo del piso del inmueble de Chimalpopoca: es el sótano, dicen.

Segundos después, Leonardo H. G., voluntario boy scout, afirma lo contrario. No existe ningún sótano. Aun así, las labores no pararán.

Versiones opuestas

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Los granaderos han decidido irse y dejar todo en las manos de la sociedad civil. Hay quien jura que regresarán a las 2:00 de la mañana -lo dijo el comandante, aseguran- para desalojar a todos. Otros señalan que los granaderos regresarán y se llevarán los víveres para desabastecer a los brigadistas y obligarlos a desistir. Unos más dicen que se han localizado ya nueve puntos donde hay altas esperanzas de encontrar personas con vida.

Mientras tanto, en redes sociales comienzan a circular fotos donde se observa claramente que todos los escombros han sido retirados de la fábrica y que no existe tal sótano.

«Los trabajos van a seguir toda la noche: la sociedad civil va a trabajar. No hay maquinaria adentro y se va a seguir hasta que entreguen la lista con todas las personas que estaban adentro», advierte Leonardo H.G.

En pocos metros las versiones cambian, se contradicen. Un sótano es enterrado y desenterrado por rumores. Pero el misterio real es aún más profundo. ¿Quiénes eran los trabajadores que laboraban en Chimalpopoca?, ¿cuántos eran? Algunos brigadistas se niegan a irse. Con el puño en alto, piden silencio.

En la madrugada, el equipo de topos confirmará que no existe ningún sótano en el lugar, aunque algunos brigadistas seguirán empeñados en buscar.