Para los Juegos Olímpicos de 1968, la capital mexicana se encargó de recibir a más de 5,000 deportistas de distintas naciones del mundo. Una de ellas fue Vera Caslavska, una gimnasta de la entonces Checoslovaquia que destacó enormemente durante este evento internacional.

Vera sobresalió entre el resto de las competidoras no solo por su elevado nivel deportivo, sino también por su gran simpatía. Esto provocó que rápidamente se convirtiera en una de las favoritas de los mexicanos, sobre todo de los capitalinos.

Un duro camino previo a los Juegos Olímpicos

A pesar de ser una gimnasta impecable que ya había ganado tres medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Tokio 1964, no la tuvo nada fácil para llegar a CDMX.

En agosto de 1968, la Unión Soviética invadió Checoslovaquia. Caslavska ya había firmado “Las dos mil palabras”, un manifiesto que se oponía a la intromisión de los comunistas en asuntos políticos de aquel país. Por ello tuvo que huir y ocultarse durante un tiempo en las montañas para no ser arrestada.

Aún bajo estas inusuales condiciones, nunca dejó de entrenar. Usaba las ramas de los árboles como barras y un tronco como viga de equilibrio. Afortunadamente, casi un mes antes de que iniciara el evento deportivo en la capital mexicana, Vera pudo incorporarse al equipo olímpico de Checoslovaquia.

Vera Caslavska conquista a la Ciudad de México

Su historia personal de resiliencia ante los hechos ocurridos en su país ya le había sumado puntos a su favor con los mexicanos, quienes acababan de vivir la Matanza de Tlatelolco. Sin embargo, lo que terminó de enamorarlos fue la forma en la que involucró elementos muy mexas en su participación olímpica de ese año.

Para su rutina de piso, eligió ‘Allá en el rancho grande’ y el ‘Jarabe Tapatío’ como parte de las rolitas que acompañarían su presentación. Al momento de escuchar la música, el público que se encontraba en el Auditorio Nacional, sede de las pruebas de gimnasia artística, enloqueció.

Cabe mencionar que en las ocasiones en las que llegó a compartir podio con competidoras de la URSS, ella se dio la vuelta al escuchar su himno nacional. Ésta fue su forma de protestar y (literalmente) darle la espalda al país que había invadido su hogar.

Una boda y un complicado regreso

Al final, se llevó dos medallas de plata y cuatro de oro, lo que la convirtió nuevamente en la ganadora del all-around. Su gran triunfo lo celebró a lo grande, casándose con su entonces novio y también atleta olímpico, Josef Odlozil en la Catedral Metropolitana.

El bodorrio se armó un día antes de la clausura de los Juegos Olímpicos y se transformó en un evento masivo al que asistieron miles de personas.

Al volver a Checoslovaquia y debido a su papel como activista anticomunista, le fue muy difícil encontrar trabajo en su deporte durante casi 20 años. Incluso volvió un tiempo a México en donde se le permitió trabajar como entrenadora.

En 1989, con el fin de la Revolución de Terciopelo, Vera Caslavska pudo volver al lugar que la vio crecer. No solo se convirtió en asesora de Václav Havel, el primer presidente de la República Checa, sino que también se volvió la directora del Comité Olímpico de esta nueva nación.

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