Tal como nos ocurre a los mexicanos en la actualidad, hace siglos los aztecas padecieron las dificultades propias de vivir en una zona de alta actividad sísmica que, además, es terreno lacustre. De hecho, para los pueblos prehispánicos los movimientos telúricos fueron tan devastadores que incluso fueron registrados en códices. Además, algunas investigaciones apuntan a que la cultura azteca incluso tenía un dios asociado a los sismos.

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¿Cómo vivían los sismos los aztecas?

El documento histórico que narra con más claridad la forma en que nuestros antepasados padecieron los sismos es el Códice Telleriano-Remensis. Se trata de un documento que data del siglo XVI cuya autoría se desconoce. Sin embargo, por las representaciones pictóricas que contiene, es posible inferir que fue elaborado por artistas de origen náhuatl.

El códice contiene el registro de siglos de acontecimientos históricos para el pueblo azteca, incluidas sus opiniones sobre los conquistadores españoles. Entre esos acontecimientos registrados se encuentran al menos 12 sismos. Los aztecas registraban en el calendario los movimientos telúricos a a partir de 3 símbolos: la tierra, o tlalli, el movimiento y un ojo que indicaba si el sismo ocurrió de día (si estaba abierto) o de noche (si estaba cerrado).

Dios Azteca de los sismos
Foto: Sismological Society of America

Por ejemplo, uno de los sismos registrados habría ocurrido en 1507, 14 años antes de la conquista. El códice indica que varios templos resultaron dañados. Además, se habla de alrededor de 1800 muertos.

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Tepeýolotl, el dios azteca de los sismos

Pero ¿cómo se explicaban los aztecas los movimientos de la tierra? La cultura azteca tenía un dios asociado a los sismos. Se trata de Tepeyóllotl. De acuerdo con el Gran Diccionario Náhuatl de la UNAM, su nombre proviene de las palabras tepetl, que significa cerro, monte o montaña, y yollotl, o corazón. Así, se trata del dios del corazón de la montaña.

A Tepeyóllotl se le representaba como un jaguar que portaba consigo un espejo humeante. Por ello, se cree que era una manifestación de Tezcatlipoca, el dios supremo de los aztecas. Tezcatlipoca era un dios que regalaba bienes al pueblo azteca, pero también se los quitaba y los castigaba.

Estas dos características, la forma de jaguar y el caracter punitivo, definían la forma en que la cultura azteca concebía a su dios del sismo: “una señal de mala fortuna que antecedía a la muerte“, según el investigador Guilhem Oliver del Instituto de Investigaciones históricas de la UNAM.

Los aztecas consideraban a Tepeyóllotl como un jaguar dentro del corazón de las montañas. Para ellos, el rugido de ese jaguar creaba un “eco o reverberación de la voz que retumbaba en la montaña” y hacía vibrar la tierra.

Por otro lado, por su forma de jaguar, Tepeyóllotl también se asociaba a las tormentas, cuyos truenos también eran comparados con un rugido. Así, en algunas comunidades prehispánicas se le consideraba como un símbolo de fertilidad por la relación entre las lluvias y las cosechas.

No obstante, la historia de este dios azteca que los aztecas sufrieron los sismos tanto como nosotros. En él buscaban explicaciones para el movimiento de la tierra, de la misma forma que nosotros tratamos de explicarnos por qué tiembla cada septiembre.

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