Se estima que la marcha del 8M más grande de México ocurrió en 2020 cuando más de 80 mil mujeres tomaron las calles. Niñas, adolescentes, adultas jóvenes y mayores se reunieron en el centro de la Ciudad de México y se congregaron en el Zócalo para exigir justicia para todas. Pocos días después de la macromarcha, para muchas comenzó la cuarentena desde casa y lo que parecía que duraría dos semanas, va para dos años. Finalmente este marzo, con el semáforo verde, el cubrebocas puesto y gel antibacterial en mano, salimos juntas de nuevo.

El 8M llegó: antes de marchar

¿De dónde saldremos? ¿Quiénes vamos? ¿Ya pusiste tus datos de emergencia en caso de que pase algo? ¿Alguna lleva vinagre o refresco de cola por si nos gasean? Los preparativos para comenzar fueron, para mí, conocidos pero distantes. La última vez que había marchado había sido en 2020, en aquella macromarcha en la que avanzabas apenas 4 pasos y quedabas parada bajo el sol, otra vez, entre diez y veinte minutos. Antes de entonces, mis amigas y yo marchábamos todo el tiempo porque hay muchas cosas que están mal con el mundo y tomar las calles siempre nos pareció pertinente, urgente incluso.

Este año sabía que sería distinto. Desde la preocupación por la pandemia hasta el reconocer que sería la primera vez que marcharía sin mis amigas de la universidad: una sensación de entre nervio y angustia me llenó el cuerpo que sólo se exacerbó al escuchar los mensajes de las autoridades frente a la inminente marcha. Mi familia estaba preocupada y yo también, pero el coraje pudo más que el miedo. Junté mis básicos, agarré mi pañuelo verde y me lancé a donde me vería con mis compañeras.

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Suenan los tambores de protesta: durante

Siempre he sentido que la manifestación comienza desde antes de unirte al contingente: el pecho vibra distinto cuando ves a las morras con las que marcharás. Ésta fue la primera vez que marché con gente que no conocía de toda la vida (o por lo menos de toda la universidad). Las saludé, nos presentamos, confirmamos que estuviéramos todas y nos pusimos la tela morada que una trajo para todas porque ese tipo de actos de solidaridad siempre están presentes en las marchas, conozcas o no a las morras: sabes que están para ti tanto como tú para ellas.

Llegar al contingente con el que marcharíamos fue una travesía por sí misma. Caminamos cuadras y cuadras hasta que arribamos a Reforma, pero desde antes de llegar comenzamos a ver vestigios del movimiento: morras con sus amigas, con sus mamás, con sus pañuelos y con todas las ganas de gritar fuerte y alto. Finalmente tomamos Paseo de la Reforma todas y todxs, abrazadas por contingentes diversos: colectivas de tejedoras, de madres buscadoras, de personas de la comunidad LGBTIQ+. Nos encontramos con amigas, con morras que alguna vez conocimos, hace mucho tiempo, cuando algunas aún no nos nombrábamos feministas. Compartimos snacks, tomamos agua, nos abrazamos y gritamos consignas y canciones de lucha. El enojo fue colectivo, pero también lo fue la dicha expresada con brillantina, pintura y el humo de las bengalas.

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El corolario del reclamo: después

Cuando tuve que retirarme de la marcha salí del contingente con una compañera. Caminamos por Paseo de la Reforma, mientras los camiones de basura de la CDMX pasaban y limpiaban la brillantina del pavimento; lo limpiaban de nosotras. Poco a poco se reabrieron las calles al tránsito regular de los coches. Como si no hubiera pasado nada, pero nosotras sabíamos distinto.

El camino a casa, como siempre que he vuelto de una marcha, fue agridulce. Me dio el bajón de adrenalina que ya conozco mientras me encaminaba por entre la ciudad de vuelta a mi hogar. Volver de una marcha por los derechos de las mujeres y las disidencias es siempre familiar: es dejar de saber que las calles son tuyas, es enterarte que algunas compañeras fueron encapsuladas o gaseadas, reconocer que esta vez tuviste suerte.

En México se estima que la gran mayoría de las mujeres han vivido o vivirán algún tipo de agresión por parte de un novio o esposo a lo largo de su vida, que la enorme mayoría ha vivido acoso o algún tipo de agresión sexual. Entre el 1 de diciembre de 2018 y el 31 de diciembre de 2020 el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas documentó la desaparición de 20,431 mujeres de todas las edades en México. Los casos de violencia doméstica aumentaron en la pandemia por COVID-19, pero las estrategias institucionales siguen sin responder adecuadamente. Muestran terror ante las manifestaciones de mujeres y disidencias, pero se mantienen imperturbadxs por las asesinadas, las violadas, las acosadas, las abusadas y las hostigadas de diario.

Termina la marcha del 8M

Por la noche del 8M me enteré que varias amistades cercanas habían vivido algún tipo de violencia por parte de conocidos o empleadores ese mismo día. El enojo también es familiar; está presente en mí todo el tiempo. Ahí está la digna rabia que nos lleva a marchar y decir: “¡fuimos todas!”, “Hasta que la dignidad se haga costumbre”.