Hubo un tiempo en que lo más emocionante del mundo era tener Magicuentos, no había apps, ni teléfonos inteligentes, tampoco existía el streaming y los videojuegos no eran tan comunes.

La chaviza chilanga podía salir a jugar y andar en bici, ver a Chabelo los domingos y tener uno de esos mágicos librillos, los cuales fueron tan exitosos que hasta llegaron a otras partes del mundo.

Los Magicuentos: todo un ritual

Además de ser interactivos, los magicuentos eran todo un ritual, cada semana ibas al puesto de revistas y encontrabas un tema diferente cada semana: Batman, Superman, Scooby Doo, Silvestre y Piolín, El Coyote y el Correcaminos, Pinocho, El Oso Yogi, Asterix, Star Wars, Alicia en el País de las Maravillas, Aventuras en el mar, Piratas, Astronautas y muchos más.

Así funcionaban los magicuentos

Envueltos en celofán, lo mejor era abrirlos en casa para evitar perder la magia, estos contenían una plantilla que colocabas en las páginas para luego rayar sobre la imagen que venía pegada, lo que provocaba que se quedara impresa en la hoja con el escenario que habías seleccionado.

Los magicuentos no contaban historias y en realidad no eran cuentos, eran sencillos trípticos con escenarios y personajes que la niñez de esa tiempo adoraba.

El único texto que había, era una pequeña historia en la contraportada que describía la escena a detalle que nadie se molestaba en leer porque saltaban de inmediato a la lámina, la cual traía también las instrucciones, pero eso tampoco impedía que partes de personajes fueran cortadas por rayar demasiado fuerte o rápido.

Queridos y añorados

El escenario de los magicuentos era generalmente una ilustración panorámica en la que podías aplicar los diseños según su proporción y tamaño, pero también había espacio para el freestyle.

Un concepto muy sencillo que fue un éxito total, sino pregúntale a cualquier persona que haya sido peque en los ochentas, pues no había nada más emocionante que esperar a que saliera el nuevo magicuento, abrirlo y rayarlo.

De México para el mundo

Su fama fue tal que Argentina, Alemania y Estados Unidos también tuvieron sus propias versiones: en Sudamérica fueron conocidos como Kalkitos y en Norteamérica como PrestoMagiX.

Sin embargo, con el tiempo los magicuentos fueron perdiendo terreno ante juguetes y productos más atractivos, incluso hace un par de años intentaron volver en forma de aplicación pero no pegó.

Afortunadamente aún puedes encontrar ejemplares en venta por internet: nada más que los precios van desde los 3.50 pesos hasta los 2 mil quinientos pesos, prueba de que la nostalgia es buen negocio.

Cómo ves, ¿te acuerdas de los magicuentos?