Hace algunos años la ciudad contaba con numerosas albercas y balnearios para disfrutar del verano, especialmente en colonias fancy como la Juárez. ¡Sí! En lugar de ir a centros comerciales, antes se estilaba armar un lonche con la familia y amigos para pasar el día chapoteando dentro de la capirucha. Pese a la enorme popularidad de estos lugares, hoy sólo los conocemos por historias y publicaciones que la neta sí nos antojan haber gozado de ese pasado acuático.

Imagínense , chilangues, quedas con tus amigos para nadar y echarte un juguito en una alberca de General Prim. Después del chapuzón un baño ruso para relajarse, saliendo cruzan la calle a su café de especialidad de confianza donde piden un desayuno, carísimo, pero muy aesthetic, y luego visitan una galería. Por desgracia esto no es así — así es mejor, porque la crisis del agua está durísima como para desperdiciarla—, así que aquí les va esta historia para que apantallen a su crush con estos curiosos datos cuando caminen por la Juárez.

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Alberca Pane, el primer centro acuático de la Juárez

Una de las zonas más populares por sus albercas fue la colonia Juárez, entre la ex glorieta de Colón y las calles General Prim y Bucareli. Este cuadrante conocido hoy en día por sus cafés, restaurantes y foros culturales albergó durante el siglo XIX y principios del XX tres de los centros recreativos más famosos: las albercas Pane, Osorio y Blasio. Estos sitios ostentaban de sus enormes piscinas y finísimos baños rusos frente a la carencia de agua en las colonias populares.

Seguro ya se están imaginando cuándo llegaron estos balnearios, sino, vamos a desempolvar un poco las clases de historia. Durante el siglo XIX México tuvo una fuerte influencia europea debido a diversas invasiones y al tránsito de personas que migraban en busca de oportunidades. Con la instauración del imperio de Maximiliano esto se potenció, y ya a finales del siglo fue una verdadera explosión con el Porfiriato. De acuerdo al historiador Fernando Alanís Enciso,  llegaron en su mayoría franceses, alemanes, belgas, italianos y obviamente españoles.

El punto es que así es como llegó al país Sebastián Pane, un empresario que vio una mina de oro en los baños y albercas para el disfrute de la élite. Para esto aprovechó una técnica europea de perforación de pozos artesianos —o sea, agua atrapada entre dos capas que ejercen fuerte presión para que brote como fuente— y los múltiples pozos del subsuelo de la ciudad.

Así es como en 1857 abrió la Alberca Pane, la primera y más famosa de la ciudad, justo frente al ex monumento a Colón. Cronistas de la época mencionaban que a este lugar acudieron importantes personalidades como Porfirio Díaz y su familia o José Yves Limantour, además de la chaviza que huía de la temporada de calor. Pasajes en diversos diarios añaden que lo mejor era acudir en los meses de marzo a junio, justo antes de la temporada de lluvias.

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Las albercas como centros sociales

Un par de años después llegaron las albercas Blasio y Osorio, esta última famosa por sus baños rusos o de vapor. Para utilizar los mismos pozos de agua a presión se localizaron a un lado de la Pane, consolidando un circuito de centros acuáticos muy famoso entre la crema y nata de la ciudad. Esta esquina de la colonia Juárez pronto se convirtió en un importante punto de encuentro. Aquí se acudía a socializar en las diferentes áreas que se ofrecían. Claro que las albercas eran el epicentro, pero también se podía gozar de diferentes actividades.

Estos centros contaban con albercas, trampolines, jardines y hasta lujosos baños o vapores para relajarse tras un chapuzón. De acuerdo a los cronistas Rodrigo Hidalgo y a Aram Ponce, la decoración de estos sitios era bastante ostentosa. Esto debido a que solo las familias con recursos y medio acomodadas podían hacer uso de sus instalaciones. Había kioskos de estilo europeo, vitrales, azulejos importados, espejos, alfombras y todo tipo de telas para crear una experiencia de lujo.

Aquí se celebraban competencias, muestras de natación y también festividades como la de San Juan, el 24 de junio, que congregaba a miles de personas y vendedores. No sería una verbena chilanga sin comida, por ello regularmente a las afueras era posible encontrar botanas, dulces y bebidas; así como uno que otro aprovechado ofreciendo flores a bajo precio ‘pa’ la novia’. Durante fechas especiales se sumaban las almuerceras que ofrecían comida, vendedoras de pulque y músicos.

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Todo era risas y diversión —para los ricos, obviamente— con los bañistas en el Porfiriato hasta que estalló la Revolución Mexicana. La tensión económica y política se acrecentó, por lo que muchos extranjeros abandonaron la ciudad, la sociedad mexicana comenzó a cambiar. Al término de esta llegó un duro golpe de modernidad al cual no resistieron diversos negocios. Las albercas, por ejemplo, llegaron a su fin entre 1920 y 1930, dejando lotes para la construcción de nuevos edificios.

Juárez

Donde se encontraba la Alberca Pane se construyó en 1938 un precioso edificio estilo art déco el cual fue demolido tras dañarse severamente en el sismo de 1957. Después llegaron varias edificaciones más a este cuadrante, sin embargo, todas han sido demolidas para dar lugar a un mega proyecto que incluye un rascacielos. A un lado continúa el Hotel Imperial. S trata de una edificación que data de 1896, mientras que al otro costado —donde estaban los baños rusos— está el Hotel Fiesta Americana que fue construido en 1970. Este edificio también será demolido para formar parte del complejo Reforma Colón.

Y tú, ¿ya habías escuchado de las albercas de la Juárez?