Master Class

Por: Roberto Marmolejo

Confesión de parte: nunca –ni en cine, TV o teatro- la señora Diana Bracho me había parecido una gran actriz. Reconocía cierto talento, más bien frío y calculado, de medio tono, nunca sobresaliente y siempre sobreestimado. A ella le debemos el más reciente montaje –en los 90- de Un tranvía llamado Deseo, el clásico de clásicos de Tennessee Williams y el teatro contemporáneo. Una puesta en escena que desbarrancaba por eso: requería de una actriz intensa; de mayor fuerza escénica y más matices emocionales.

Pero ya ha pasado mucho tiempo… Para fortuna de los que amamos el teatro.

Hoy Diana Bracho es capaz de darnos una Master Class de actuación (y dados sus alcances, la llamaría monster class) con la obra de Terrence McNally, que recrea una de las clases magistrales de María Callas en la Juilliard School (en Nueva York), que impartiera a principios de los 70.

La Bracho ya había abordado este proyecto hace 15 años, con la dirección de Francisco Franco. No pasó a mayores.

En esta nueva versión, “bajo la batuta” del tremendamente talentoso Diego del Río, la actriz vuelve a la Callas, la mejor cantante de ópera de todos los tiempos, según los que saben, y personaje de intensidades, claroscuros, contradicciones y pasión como las grandes artistas.

Diana –honor a quien honor merece- queda a la altura con un desempeño excepcional, claro, con el apoyo de la dirección de actores de Del Río, que tiene la sabiduría de conducirla por los laberintos del dolor y el sarcasmo con precisión de cirujano.

Vemos así a la mujer dura y cabrona, pero también a la cantante en decadencia y fulminada por el amor no correspondido. Un placer teatral como pocos con una actriz que elabora con filigrana su propia encarnación de la Divina.

Ahora, el estado de la ópera en México es tal que, Diana Bracho y Diego del Río son el mejor dueto del bel canto en México y con mucho. Hay que verlos y oírlos.