Típico que quieres verte con más “caché” en tus reuniones, cenas o comidas con amigos o tu peoresnada y pides vino para variarle un poquito a nuestra fiel y deliciosa chela, pero luego te quedas con cara de WTF! cuando llega el mesero y te pregunta qué vino quieres. Ahí es cuando aplicas el típico “¿qué me recomiendas?” y dejas que él elija.

Por supuesto que hay días que no quieres complicarte la vida y se vale pedir lo que sea, pero otros quieres probar algo nuevo o hacer un maridaje.

Por eso, checa algunos consejos del Head Sommelier Vicente Mendoza para quienes disfrutan de una copa de vino y buscan entender y descubrir una experiencia en cada sorbo.

¿Qué vino elegir?

OK, primero lo básico. El primer paso es identificar nuestro gusto, es decir, ¿qué estilo de vino es el que podría gustarnos más? Para hacer más sencillo este proceso, se suelen dividir los diferentes estilos en tres categorías:

1. Vinos ligeros, frescos y cargados de frutalidad.

2. Vinos de intensidad media, con cuerpo medio, que sean muy ligeros, pero poco potentes.

3. Vinos potentes, complejos con gran carácter e intensidad.

Identificar el momento.

OJO: ¿Vas a acompañar una comida o cena?; ¿es una celebración y brindarás?; ¿vas a compartirlo con tus amigos, familia, peoresnada?; ¿sólo quieres vino para dártelo a gusto sin acompañarlo con alimentos forzosamente?; ¿es un regalo para alguien megaclavado en la cata de vinos?

Presupuesto.

Es muy importante recordar que un buen vino es aquél que nos gusta; no necesariamente se trata del vino más costoso.

¿Cómo elegirlo?

Una vez que hayas respondido las preguntas anteriores, es momento de acercarte a tu sommelier para que te eche la mano. ¿Qué pasa si no hay nadie que te ayude? Bueno, tendrás que elegir el vino por ti mismo/a. Para eso van estos tips:

1. Temperatura correcta para servir un vino:

a) Espumosos: 5°C-9°C
b) Blancos y rosados jóvenes: 7°C-9°C
c) Blancos con crianza: 10°C-12°C
d) Tintos jóvenes: 12°C-14°C
e) Tintos con crianza: 14°-16°C
f) Tintos de larga crianza: 17°C-18°C

2. Tiempo de oxigenación de un vino:

Los tiempos de oxigenación y el tipo de copa irán en función del tipo de vino.

Vinos jóvenes: generalmente no requieren de mucho tiempo antes de beberse y por lo tanto no es necesaria una copa muy amplia, ya que no necesita de tanta oxigenación gracias a su juventud.

Vinos más añejados: a mayor crianza y/o a mayor tiempo en botella, los vinos requerirán de más tiempo de oxigenación, y por lo tanto de copas más amplias para que pueda suceder esta misma oxigenación.

79684Vino para el alma

Vino para el alma (Alamy)

3. Pasos para probar un vino

Para vivir una experiencia con el vino, se propone trascender del acto de beber al acto de analizar, percibir y sentir el vino, para ello se recomienda:

a) Apreciarlo desde la vista, bien dicen que de la vista nace el amor, así que se debe tomar el tiempo necesario para observar su color en la copa, mirar cómo se dibujan las “piernas o lágrimas”, después de dejar resbalar por la copa el vino de forma sutil. Es muy importante no agitarlo (rotarlo) aún.

b) Acercar la copa a la nariz, cerrar los ojos y simplemente dejarse llevar por los aromas. Permitirse ir a los recuerdos que estos aromas evoquen. Los expertos suelen encontrar aromas de diversas familias (flores, frutos, especias, etc.).

c) Después de ello, entonces sí, valdrá la pena girar la copa de tal suerte que se oxigene el vino con mayor intensidad, y volver a percibir los aromas; es posible que muchos aromas se desvanezcan, pero nuevos aromas aparecerán de forma mucho más intensa.

d) Ahora se debe envinar el paladar, esto significa probar el vino y pasarlo rápidamente por toda la cavidad bucal, sin prestarle mucha atención, pues en general lo que intentamos es neutralizar el paladar (de alimentos, de sabores intensos que hubiéramos comido antes, de la misma acidez natural de nuestra saliva, y/o cualquier otro sabor ajeno al vino que existiera en nuestro paladar).

e) Posterior a esto, se debe probar nuevamente el vino, con una porción mucho más generosa que la anterior, y entonces sí se puede poner atención específica a las sensaciones que producirá el vino.

Aquí es donde se percibe la acidez, el alcohol, la astringencia (esa sensación en la lengua como si se “arrugara”), el dulzor (si lo tuviera), el cuerpo (su densidad, ¿se siente muy ligero o como si consumiéramos miel?) y finalmente la permanencia del sabor en la boca.

Por último, te recomendamos que después de este ejercicio trates de imaginar con qué se te antojaría acompañar este vino y con base en las sensaciones que percibiste puedan elegir el platillo perfecto para maridarlo.

¿Cómo ves? Ya piérdele el miedo al vino y atrévete a ir un poco más allá al probarlo.

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