Los bares speakeasy de la ciudad suelen seguir una estrategia similar: en una primera etapa prefieren apostar por la publicidad de boca en boca y darse a conocer entre socios y amigos, un poco más tarde abren al público pero sin dejar de mantener un bajo perfil. Eso es exactamente lo que hacen en Vanderbilt: la entrada sigue siendo discreta, a través de una lavandería, y la mayoría de sus clientes son los regulares del fin de semana.

La decoración y el nombre del lugar están inspirados en el magnate estadounidense Cornelius Vanderbilt: las maderas, los nichos con figuras de porcelana, los retratos al óleo y los sillones de piel hacen referencia a las mansiones de la élite financiera y comercial de mediados del siglo XIX. El espacio es de dos plantas y tiene capacidad para 250 personas. En el primer nivel hay una pequeña barra al fondo y, justo arriba de ésta, se encuentra la cabina del dj; en el segundo nivel, en cambio, una barra central ocupa casi todo el espacio.

Aunque el ambiente es bastante relajado, la mayoría de los asistentes, de alrededor de 30 años, prefiere darse una manita de gato para ir: abundan las camisas, los zapatos y las minifaldas. No vimos un solo par de sneakers por lo que no es el lugar más apto para fachosos.

La música es principalmente pop en inglés, aunque tienen sesiones de reggaeton, pop en español y oldies. El coctel insignia es El Unicornio, preparado con mezcal, maracuyá, Agwa (licor de hoja de coca) y una raíz misteriosa, un “ingrediente secreto”, que probablemente sea kava porque duerme la lengua unos cinco minutos.

En el top de tragos más pedidos están los lamborghini, las perlas negras y la champaña; ésta última es servida con una guarnición de fresas cubiertas de chocolate. Las reservaciones se hacen a través de su página en Facebook: VanderbiltOficial.