¿Harto del corredor Rococó (Roma-Coyacán-Condesa)? ¿Te cansó la hipsteriza? ¿Sales con alguien a quien ya no tienes que impresionar? Entonces, y sólo así, este lugar es para ti. No hay glam ni tragos exóticos –a pesar de su ostentoso nombre–. Aquí no seas exigente con la música, ponte en mood “flojito y cooperando” y tal vez con estas recomendaciones/ advertencias, la pasas bien.

Al entrar verás algunas mesas y sillas de madera sin tratar (como una imitación de la onda orgánica-reciclada-hágalo usted mismo, pero sin éxito) y una barra sin pena ni gloria, como una marisquería o cantina de puerto, la verdad sea dicha, cutre. Después de unos minutos, una mesera buena onda te va a entregar la carta de bebidas (nada sofisticado, el sábado que lo visitamos había 2×1 al menos en las chelas cuya variedad era limitada).

Si te empiezan a retumbar los oídos, tranquilo, es sólo que detrás de esas mesas, está el “Club”. Ya te la sabes: sonido a todo volumen, luces neón, mirreyes y lobukis en gran gozadera y, si tienes la misma suerte que nosotros: un maestro de ceremonias aportando “chispa” al repertorio musical que va desde norteñas, tecno pop y cumbia hasta soft rock. Así, el St. Tropez nada tiene que ver con la Costa Azul francesa –a menos que pienses en la de Rigo Tovar-.