¿Siempre te agarran de bajada? Llegó la guía básica (y unisex) para alburear: Cada que te veo, palpito, coescrita por Lourdes Ruiz, La Reina del Albur.

A primera vista, siempre parece enojada. Cada mañana, desde las ocho, Lourdes Ruiz —piel morena, ojos chiquitos, frente amplia— comienza a instalar su puesto de ropa en el cruce de las calles Aztecas y Fray Bartolomé de las Casas, en pleno corazón de la colonia Morelos.

Con el ceño fruncido, saca un cigarro de una de las bolsas de su mandil para llevárselo a la boca. Lo suyo es la venta, por eso grita: “¡Qué talla, mamacita, qué talla!”. La mayoría de la gente pasa a su lado sin percatarse del doble sentido. Y es que del barrio, Lourdes no solamente heredó la labia para las ventas, también para el albur y el calambur, esa manera que tienen los chilangos de retorcer las palabras hasta lograr que cualquier tema termine en lo oscurito.

Su niñez la pasó en la calle de Toltecas. Ahí encontró a los mejores maestros de albures: sus vecinos. Ya más crecidita, en 1997, fue invitada al “Festival Trompos contra Pirinolas”, un torneo de albur organizado por el Museo de la Ciudad de México: mujeres contra hombres, se descalificaba al contendiente que dijera una sola grosería, al que se quedara callado o se metiera autogol. Desde entonces, el título de Reina del Albur le pertenece y nadie ha podido arrebatarle la corona.

Pero la vida cambió. Ser Su Alteza implicó una fama que cobra forma en una entrevista tras otra, diplomados de albures finos que ofrece cada martes de 10 a 12 horas en la Galería José María Velasco, de Tepito, y participaciones en series televisivas.

Chécate estos albures de emergencia para que ya no te tomen desprevenido

“Ser la Reina del Albur me ha dejado un chingo de trabajo”, dice. Por si fuera poco, desde hace un par de semanas, la Reina está promocionando su primer libro.

Tema antiquísimo

La escritura siempre fue una de sus pasiones. Dice la Reina del Albur que tenía bien metida en la cabeza la idea de plasmar sus memorias en un libro. Cuando llegó a la editorial con su borrador bajo el brazo, le dijeron que no, que lo que ellos estaban buscando era un libro con albures.

Tuvieron que pasar más de dos años para que Lourdes Ruiz terminara su obra: Cada que te veo, palpito. Una guía básica (y unisex) para alburear (Grijalbo): 180 páginas llenas de ingenio e historias que Lourdes fue descubriendo a lo largo de su investigación.

la reina del albur

Lulú Urdapilleta

“En el libro están todos los sinónimos que conocemos, verbos, los artículos y el origen del albur”, asegura.

Y es que los albures son un tema antiquísimo. De acuerdo con Lourdes y sus hallazgos, estos ya se usaban desde la época prehispánica, aunque se incrementaron con la llegada de los españoles. Era una manera de que los conquistadores no supieran de qué hablaban los indígenas. Algo muy similar ocurre con el lenguaje canero: en las cárceles, los reos hablan otro español para que los custodios no sepan exactamente a qué se refieren.

El mayor descubrimiento de Lourdes fueron unas coplas que ella atribuye a Sor Juana: “No te des a las congojas / por más mal que vayan las cosas/ no aflojes el tamal  / aunque te jalen las hojas”.

Un juego de destreza, el de la Reina del Albur

Quien haya asistido a uno de los muchos cursos que Lourdes ha ofrecido sobre albures sabrá que su primer objetivo es disolver la idea de que los albures son para personas “corrientes”, “vulgares”. El albur es un juego de destreza: requiere agilidad mental, creatividad, atención y lucidez. “La gente empieza a desarrollar los cinco sentidos y a trabajar con los dos hemisferios del cerebro”, presume ella.

De hecho, el libro de la Reina del Albur está lejos de ser el primer documento que existe sobre el tema. Antes ya existían las canciones de Chava Flores —algunas son toda una tesis sobre el tema— o el libro Picardía mexicana, de Armando Jiménez Farías, un clásico. Además, Lourdes afirma que uno de los más grandes exponentes es el actor y comediante Sergio Corona, a quien también le dedicó tiempo de estudio.

Nuestra ciudad le debe algo a Chava Flores

“En mis talleres siempre les doy una introducción del encabezado, además de mucha literatura”, cuenta intentando contener la carcajada.

Lourdes Ruiz, quien también se hace llamar La Verdolaga Enmascarada —según sus palabras, la verdolaga es una planta mexicana que se da hasta en las banquetas—, el albur incluso puede curar tus males y hasta mejorar tus calificaciones. Además, quien practica el albur siempre va a reír y la risa es algo sagrado.

“Es necesario que la SEP incluya en sus planes de estudio una hora de clases sobre albur. Seríamos una potencia máxima en Química y Física, porque el albur es eso: puras fórmulas”.

Ya entrados en confianza, sin el ceño fruncido y con cigarro en mano, la reina invita a sus fans a que compren su libro, lo lean y que pasen a las calles de Aztecas y Fray Bartolomé de las Casas, donde se encuentra su puesto, para que se los firme. A quienes no conocen el rumbo, les da la siguiente recomendación: “Se ponen en Pino Suárez viendo para Catedral, no se volteen porque abren para Taxqueña. Ahí se pueden venir derechito y Tepito los acoge con los brazos abiertos”.