Se exhiben sin pena para el goce y disfrute. Las vitrinas de las sex shops están abarrotadas con tremendos paquetones de dildos y sofisticados consoladores de diversas formas, texturas, colores y tamaños. Pero, ¿dónde se crean estos objetos? Aunque son pocas, en México existen los lugares donde hacen juguetes sexuales. En esta fábrica de dildos elaboran estas piezas al más puro estilo artesanal. Un “pito”, como le llaman los fabricantes, antes de pasar por tus manos y varias partes de tu cuerpo, fue manipulado por al menos tres manos masculinas durante su producción.

Gabriel, de cabello quebrado y gafas de mica gruesa, es el artista plástico de una fábrica ubicada en el Estado de México. Él se encarga de diseñar los vibradores y las vaginas; aunque confiesa que algunos modelos no salieron de su imaginación, sino que son réplica de seres humanos. «Es difícil que una persona común y corriente acceda a modelar, por lo regular utilizamos actores y actrices porno, los moldes los hacemos con un silicón que no es agresivo con la piel», cuenta.

Foto: Edgar Durán

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Él confiesa que prefiere hacer las piezas desde cero. Primero esculpe un cuadro de cera, hasta formar las piezas, la mayoría de tamaño estándar (18 centímetros), posteriormente les agrega detalles, como venas. Luego los pule y realiza el molde con resinas, para que a partir de este se fabriquen cientos de juguetes.

Una estufa acochambrada, embarrada de silicón derretido, y una deforme olla de peltre, son las herramientas que Óscar usa para darle vida y color a los pitos. Primero derrite la ralística —un silicón parecido a la piel humana—, luego la introduce al molde previamente diseñado, después le mete relleno y lo deja secar aproximadamente dos horas. Tras el proceso de secado, le pone una tapa hecha con el mismo material, la cual es sellada con el calor de la estufa. Lo que sigue es la perforación del pito con una vara caliente, y la revisión de la calidad del producto.

Foto: Edgar Durán

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En el piso, junto a la estufa, hay una caja llena de pitos que no cumplieron con los estándares de calidad que Óscar, a ojo de buen cubero, hizo. Pero las piezas no se desperdician, se vuelven a fundir para producir nuevos miembros viriles.

Una vez que estos procesos se llevaron a cabo, sigue el empaquetado, el cual es realizado por Alberto, quien lleva años en el negocio. Él acaricia detalladamente los pitos para evitar que se cuele algún grumo. Luego los empaqueta en cajas de plástico y los coloca etiquetas.

Foto: Edgar Durán

La producción se realiza por pedidos. Sus principales compradores son moteles, aunque su mercado no está en la capital, sino en el interior de la República. Los empleados de la fábrica creen que en la CDMX somos cohibidos para realizar estas compras, a diferencia de otros estados. ¿Será?

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