Se llama Rigoberto Montijo y es escritor de La Rosa de Guadalupe. De formación contador, se dio la oportunidad de saciar sus inquietudes en el mundo del espectáculo como modelo de comerciales así como de extra en diferentes producciones. Estuvo, por ejemplo, en la grabación de Titanic, en Rosarito, Baja California. Desde entonces ya sospechaba que la contaduría no era lo suyo y viajó a la Ciudad de México a estudiar cine, donde aprendió las aptitudes de guionista que hoy forman parte de su labor cotidiana.

Como muchas personas que llegan de los diferentes estados de la República a probar suerte en la capital, se encontró con un mercado laboral saturado. Por ello no dudó en colaborar en producciones como Primer amor… a mil por hora, Clase 406y Rebelde. Poco a poco, se fue colando en la industria y de unos años hasta hoy, escribe los guiones y libretos de la controvertida serie que ha ganado tanto adeptos como detractores.

De contador a contador de historias

-Hay una cosa que siempre me ha intrigado, ¿cómo es que surgen los temas, cómo los seleccionan?

-Somos 4 escritores. Todo parte de hechos periodísticos, hay investigación. Por ejemplo, cuando aparece una droga nueva que se empieza a popularizar, investigamos el hecho y a partir de ahí comenzamos la elaboración de los guiones. No es sentarnos a inventar: hay un trabajo real de indagar cosas que estén ocurriendo en verdad.

-¿Entonces tú ves tu trabajo como una especie de contribución social?

-No, yo me dedico a contar historias, ésa es la parte que me apasiona. Vivo a los personajes, me río con ellos, sufro cuando sufren. Si en el camino ayudamos a la gente esa ya es una cosa adicional, un extra. Pero lo que a mí me gusta, lo que me apasiona, es ser un contador de historias.

‘Está del uno’ y otras frases

-¿De dónde salen todas las frases que usan? Porque hay algunas personas que critican que dicen que así no hablan los jóvenes en la vida real.

-En México se habla de muchas maneras. Ponte a pensar que es un programa que se ve en todo el país. Como se habla aquí no es como se habla en Monterrey, o como se habla en Mérida o como se habla en Chiapas. Tratamos de usar un lenguaje que refleje lo que queremos decir, aunque no sea exactamente el que se usa.

-Pero hay algunas frases que usan muchísimo como ‘está del uno’…

-Ya hace muchos episodios que no la escribimos, pero sí la usábamos mucho. Si checas los programas hay frases como “mi chiquibeibi” o “ese niño es como un manguito y me lo como con sal”. El “está del uno” es una contracción de “está del uno hasta llegar al diez”. El está del uno es idea de Carlos Mercado, el creador de La Rosa.

-¿Se divierten haciendo esos guiones?

-Pues yo puedo decirte que sí. Es que no todos son el mismo tono. Por ejemplo, hay algunos que se acercan mucho a la comedia, o a la farsa. Entonces sí nos dejamos ir, porque, ¿qué chiste tendría hacer algo que no disfrutamos? Pero hay otros que son más bien drama y como son temas fuertes, a veces rompemos la tensión con algún elemento cómico para dejar espirar al público.

La rosa y el airecito

La rosa que aparece en cada episodio, así como el viento que reciben en el rostro los personajes, se han posicionado ya en el imaginario colectivo y en el memorial de la cultura pop mexicana. Al cuestionarle a Rigoberto cómo es que lidian con las críticas o las burlas a estas cosas, me dice:

-Ha sido una serie muy criticada desde que empezó, sobre todo por el uso de los elementos mágicos de la rosa y el viento. ¿Qué es para mí la rosa?

-La rosa simboliza la esperanza. Cuando uno está muy metido en un problema, no hay nada tan grande que no tenga una posible solución. Entonces es cuando la rosa blanca aparece. Y es cuando las cosas comienzan a dar un giro positivo en la historia.

¿Y el airecito?

-Lo mismo pasa con la parte del viento, el famoso airecito: cuando el aire le da en la cara a los personajes, es una metáfora del alivio de que al fin su problema se solucionó. Cuando tú estás en una problemática muy grande y finalmente se resuelve, ¿qué haces? ¡Suspiras! Es como decir “ufff, por fin”.

-Ahora, ¿no crees que lo que ustedes hacen esté incitando al conformismo? Es decir: yo voy y le rezo a la Virgen de Guadalupe y entonces mi problema se soluciona…

-Para nada. En todos los episodios sí aparece la Virgen, pero como un factor de esperanza. Pero es la gente la que, con sus propios recursos resuelve sus problemas. Acuden a la Policía, van al psicólogo, hablan con las autoridades de la escuela, se acercan a sus hijos y hablan con ellos. Nuestros personajes no esperan a que la Virgen les resuelva los problemas.

-¿Entonces consideras que sí hay un aporte positivo del programa a la sociedad?

-Nosotros encendemos las alertas. ¿Que surge una nueva droga? Lo ponemos en la pantalla. ¿Que los padres no saben cómo acerarse a sus hijos? Damos alternativas. ¿Qué no saben a qué instituciones acudir? A través de los guiones dramatizamos casos y les damos opciones. Estamos muy en pro de la unión familiar.

Sus episodios favoritos

Cuando le pregunto qué guiones son los que más les ha gustado, primero trata de sacarme la vuelta diciendo que todos son igual de importantes. Como no quito el dedo del renglón, da su brazo a torcer:

-Hubo tres episodios que se manejaron como una especie de miniserie. Se trataba de un asesino serial, que mataba a las chavitas que tenían el pelo parecido al que tenía su madre. Esos episodios me gustaron mucho porque además de que manejaban mucha tensión dramática, se dieron en tres entregas en la misma semana. Nosotros hacemos episodios lunes miércoles y viernes y todas las historias son independientes. Pero esa vez la historia empezó el lunes y culminó hasta el viernes y me gustó mucho.

-Yo sí te puedo decir una que me gustó mucho y de la que soy fan: se llamaba “Salvemos al mundo” y era de unos chavos que hacían cosplay…

-Uff, ¡cómo olvidarlo! Por esa recibimos muchísimos comentarios, fue una locura. Tanto de gente que sí le gustó como de gente que se ofendió, porque pensaban que nos estábamos burlando, pero no. De verdad nos gustó mucho escribirla y cuando la vimos ya en la pantalla nos encantó.

-¿Y de dónde se inspiraron para ese episodio?

-Ah, pues pasábamos por aquí —lo estoy entrevistando en un café junto al World Trade Center— y vimos que había una convención de anime. Nos fascinó ver a los chavos disfrazados y en ese momento se nos prendió el foco. Todos concordamos en que si nos hubiera tocado en nuestra época, seguro todos nos hubiéramos disfrazado de caricaturas japonesas alguna vez.

-Se notaba que les gustaba el tema, porque en el programa hasta mencionan a Candy Candy…

-¡Pues claro! ¿Quién no vio la historia de esa pobre niña a la que abandonaron en el Hogar de Pony, luego se convierte en enfermera, conoce a Terry y todo lo demás? Era un gran drama. A mí me gustaba mucho.

-¿Crees que se les vayan a agotar los temas?

-No, la realidad siempre supera a la ficción y como te dije, todo lo que hacemos parte de hechos reales. Estamos ahorita en la octava temporada, llevamos ya más de 800 episodios y al menos yo, cada que me siento frente a la máquina y veo la hoja en blanco, siempre es emocionante como la primera vez.

Me despido de Rigoberto con un apretón de manos. Tengo un montón de chamba, como transcribir su entrevista, pero no sé por qué, me embarga la esperanza de que un airecito misterioso me tocará y al final todos mis problemas encontrarán solución.

También checa:

Confesiones de una guionista de Laura Bozzo
Visitamos el Savoy, un clásico del cine porno
Yo botarga: confesiones de un humano bajo el disfraz del Dr. Simi