Ya hueles a treintón. Tienes que pagar la renta, las entradas de tu cabeza ya parecen salidas y por más que pones en práctica tus buenas intenciones de hacer ejercicio, la lonja se rebela y sigue ahí, recordándote que ya no estás como para desayunar hamburguesas todos los días. Te sofocas al subir escaleras y las crudas te duran más que los propósitos de año nuevo. Ni modo, tienes que aceptarlo: te estás volviendo ruco.

Pero un día nuestras preocupaciones fueron otras. Ni de lejos nos importaba que en las comidas familiares nos preguntaran por qué seguimos solteros y nos valía un cacahuate cotizar en el INFONAVIT o afiliarnos al IMSS. Les dejamos 10 cosas que nos robaban la tranquilidad de chamacos. Si te identificas con más de 3, estás a nada de gritar: ¡QUIERO MI COCOL!

1. El maldito perro de Duck Hunt. Como si no fuera suficiente con la humillación de no atinarle a los patos, ese can del infierno salía de entre la maleza para recordarnos nuestra ineptitud. Se rumora que este era el juego favorito de Lucerito y pues ya sabemos cómo acabó la historia.

https://www.youtube.com/watch?v=g1QCbXCezNc

2. Que se le acabaran las pilas a tu walkman y empezaran a escucharse voces de ultratumba. Estás bien clavado escuchando tu cassete de MC Hammer y de repente el beat se vuelve más lento que el metabolismo de Choche de Bronco. No, no era un caso paranormal para Jaime Maussan, era la falta de baterías. ¡Cómo gastaban pilas esas chunches!

3. El misterioso caso de la desaparición de los Raspatitos. Nadie sabe por qué se fueron. A todos nos encantaban y se vendían como pan caliente, sobre todos los de grosella y los de mango. Y un día, de la nada, dejaron de estar en los refrigeradores, dejando a la deriva a un grupo adictos en depresión que aún hoy siguen anhelando su regreso. ¡Que levante la mano el que quiera que vuelvan!

4. Mis papás no me dejan escuchar a Gloria Trevi. Cuando Gloria de los Ángeles Treviño hizo su aparición, todas las chamacas querían ser como ella. Y cómo no, si actuaba como loca, sacaba la lengua, se tiraba al piso y daba de patadas como si le estuviera dando la chiripiorca. Lo malo era que los papás se escandalizaban porque hablaba de embarazos no deseados y de irse de casa corriendo descalza, así que a más de uno nos prohibieron escuchar sus cassettes. Quién iba a decir que tiempo después la iban a acusar de asesinato, lenocinio y trata de blancas. Traz.

5. ¡Ahí viene El Chupacabras! Era el año de 1995 y empezaron a correr fuertes rumores de animales desangrados y con marcas de mordeduras en el cuello. Una leyenda urbana nacía: se decía que el chupacabras era una bestia de origen extraterrestre que se alimentaba de la sangre de sus víctimas. Ay nanita. Si antes te amenazaban con el viejo del costal o el coco, el chupacabras era el nuevo recurso de los padres contra los chamacos que no querían dormirse temprano.

https://www.youtube.com/watch?v=ebv-BMoEekc

6. Los partidos eternos de Los Supercampeones. Naces, creces, vas a la escuela, te gradúas, te reproduces, mueres y Oliver Atom todavía no llega al otro lado de la cancha. Dicen que no hay nada más largo que el perdón y el olvido. Quienes afirman eso evidentemente nunca vieron Capitan Tsubasa (el nombre original del anime en Japón).

7. Réquiem por el Tamagotchi. Lo cuidabas. Le ponías su agua y le dabas la mamila a sus horas. Lo llevabas a la escuela y le ponías su lunch. Se lo encargaste 5 minutos a tu primo quien juró cuidarlo y pfff, ya estaba con los ojos de tachecito, cruzando el umbral de la muerte digital. Lo bueno es que el botón de reset lo volvía a la vida, pero de todos modos sí se sentía gacho.

8. ¡Me salió un tazo repetido! (O peor: no me salió nada). Qué bueno que jugábamos “Stop” y a “las traes”, porque con nuestra manera de comer papitas seguro hubiéramos sido obesos mórbidos. Y todo por los móndrigos tazos. Salieron varias colecciones: Looney Tunes, Tiny Tunes, Caballeros del Zodiaco. Había tazos, ultratazos, giratazos, megatazos y nosotros ahí de enajenados, coleccionándolos todos. Pero qué chido era derribar la torre y ganarse todos a la hora del recreo.

9. Mamá, ¡no quiero bailar Piquito de Pollo! Ivonne Avilés hacía su aparición en la música y las maestras de primaria se volvieron locas obligando a bailar a sus alumnos Piquito de pollo en los festivales escolares. Y ahí tienen a los pobres chamacos con secuelas que ni Don Freud sería capaz de remover. A Ivonne le iba tan chido que hasta grabó una colaboración con Plastilina Mosh, luego volvió con un disco más pero no pegó y el olvido se la tragó para siempre.

10. ¡Me robaron mis piojitos! Aceptémoslo: la moda de aquellos días era INFAME. Pantalones de plástico, colores chillantes y accesorios que dejaban mucho qué desear. ¿Se acuerdan de las donas en la muñeca por cortesía de Fey o las mochilitas en la espalda que popularizó Lynda? Por si ya olvidaron esos tiempos de terror, aquí el intro de Soñadoras, porque el internet ni perdona ni olvida. Atentos a los piojitos y las cucas de Aracely Arámbula.

¿Recuerdan algún otro drama noventero? ¿Qué otros recuerdos quedaron sepultados en su memoria y ahora salieron a relucir? Saquen esos traumas de su ronco pecho, al fin que sale más barato que ir con un terapeuta. ¡Ayúdanos, Lacan!