Ninguno de los nombres de estereportaje es real, aunque los casos lo sean: la mayoría de las personas citadasno sabe que su historia se cuenta aquí. Quienes lo saben, solicitaron absolutoanonimato. Quizás hasta antes del 23 de septiembre de 2010 podríamos haberlosnombrado con todo y apellido. Pero ese día estos casos pasaron de ser unproblema velado a uno de las secretarías de salud. Pasaron de ser «los gorditos del salón» a ser un asunto de seguridadnacional que debe tratarse con absoluta cautela. A partir de ese día ya noson gordos; ahora son enfermos. Al menos ese 23 de septiembre se enteraron deello.

La mejor manera de explicar qué pasóese día será hablando de Andrea -tampoco es su nombre real-. Ella no sabe quees comedora compulsiva. A Andrea le dicen «La Gordita» -este sí es su apodoreal-. Para ella es absolutamente natural que la llamen así desde que nació. Asus ocho años, pesar 65 kilos no parecía un problema: su madre le permitiósiempre comer lo que quisiera. Tiene dos comidas favoritas: la sopa de fideo ylos Gansitos; de lo primero come dos platos a la hora de la comida; de losegundo, unos tres diarios. Al menos hasta ese día.

El 23 de septiembre, Andrea despertó,como siempre, a las siete de la mañana. Se puso el uniforme de la escuela y sesentó en el antecomedor de su casa a desayunar una concha y un vaso de lechecon chocolate. Su madre encendió la tele en el noticiero justo cuando elconductor daba entrada a una nota, con cara larga: «El día de ayer la OCDEanunció que México es el país con más obesos en el mundo, por encima incluso deEstados Unidos». La madre de Andrea miraba la tele con los ojos muy abiertos:según las cifras, siete de cada 10 mexicanos tiene sobrepeso y tres de cada 10son obesos; 70% de la población del país, unos 80 millones de habitantes, tienealtas probabilidades de volverse diabético o hipertenso, o de tener un infartoo un bloqueo en las vías circulatorias que nutren al cerebro; lo más probablees que todos ellos mueran prematuramente. Lo más alarmante: «Cuatro de cada 10niños son obesos», recordó el reportero esa mañana. La madre de Andrea miróasustada a su hija, que para entonces sacaba de la bolsa del pan una segundaconcha. Nunca se enteró que a mediadosde 2009 adquirimos nuestro primer récord en materia de sobrepeso: ese año nosconvertimos en el país con más niños gordos en el mundo.

"El ser humano debe consumir 2,000 calorías al día. El mexicano consume 3,500."

Andrea masticaba su pan tan feliz comosiempre. «Me dio terror. Sentí horrible de pensar que mi hija es una más deesas gordas espantosas», dice la madre, y luego recuerda que esa mañana elterror le provocó hacer algo que nunca antes había hecho a su hija: de unzarpazo le quitó el pan de la boca y la regañó por comer. La niña hizo algo quenunca antes había hecho: lloró, pataleó, rogó para que su madre le devolvierael pan dulce. Fue tal su rabieta, que terminó faltando a la escuela.

«Hace dos meses fuimos al psicólogo y ala nutrióloga, pero no hemos vuelto: es muy caro. Casi no le gusta hacerejercicio, así que mejor le limito las comidas: nada de carbohidratos niazúcar, pura proteína».

Todos los días Andrea le pregunta a sumadre cuándo podrá comer un Gansito. «Siempre le digo: ‘Luego vemos, hijita’.»

La historia de la corta vida de Andrea:su primer vaso de refresco lo tomó antes del año de edad. Creció con una madre de medio tiempo, que intentaba suplir su ausenciacon caprichos para la nena. «Nunca me pareció grave comprarle unas papas oun panquecito en la tienda.» A los cuatro años, Andrea consumía a medio día dosplatos de arroz, una milanesa empanizada entera, un Pingüino o Gansito depostre. Los fines de semana, una hamburguesa. Todo esto además del lunch de laescuela, que normalmente incluye una bolsa de papas o chicharrones, y unrefresco. A los seis años, Andrea pesaba 50 kilos. La madre se percató delproblema hasta ese día en que se anunció que somos el país con más obesos en elmundo. Dejó de llevar a su hija al doctor, pero le impuso una nueva dieta: lospastelitos sustituidos por pan con mantequilla; los refrescos por agua de frutanatural con azúcar. Las hamburguesas se irían para siempre, pero los platos dearroz no. Hoy, dos meses después del nuevo régimen alimenticio, la mamá deAndrea no ha visto cambios en el peso de su hija. «Yo no sé qué he hecho malcon esta niña», dice la madre, quien debe pesar más de 100 kilos, antes delevantarse de la mesa para servir un par de vasos con agua de limón.

"El ser humano debe consumir 2,000calorías al día. El mexicano consume 3,500."