Ay, ya qué decimos. Nuestro presidente visitó la Casa Blanca
y habló con su homólogo Barack Obama sobre la polémica Ley Arizona.

En realidad lo que hizo fue mostrar un rechazo absoluto ante
esta propuesta —de la que no vamos a negar el carácter racista y
discriminatorio del que está impregnada— y claro que Obama, buscando la
corrección política, se mostró de acuerdo con él, pero hizo énfasis en que el
mal tratamiento de la Ley SB 1070 está en su procedimiento —nadie debe ser sospechoso
sólo por su apariencia— y (nótese) no en el fin que persigue.

Lo que da penita es que, entre sus argumentos, el presidente
mexicano suelte frases como “…mantendremos firme nuestro rechazo a que se
criminalice la migración” cuando el problema no es LA migración, sino la
migración ILEGAL.

Por supuesto, no creemos que le preocupe que los cientos de
mexicanos que viven por allá se sientan ofendidos porque los vieron feo y les
pidieron sus papeles. Seamos realistas, lo que le preocupa es que nos los devuelvan,
y es que, si lo hacen ¿dónde trabajarán todas esas personas?

Supermán, ayúdanos por favorcito

La tasa de desempleo se convertiría en un bowl gigante en
sólo un par de meses y podemos adivinar lo que le sigue a eso: inconformidad,
pobreza, crimen, violencia y todos esos etcéteras a los que sí estamos
acostumbrados, pero que no por eso está padre que aumenten y que, de hacerlo,
haría que nos pongamos rebeldes.

Activar y apoyar la industria nacional sería buena opción
porque habría fuentes de empleo y todos cantaríamos tomados de las manos y
seríamos muy felices, pero obviamente hacer eso es mucho más difícil que ir a
hacer el oso pidiendo que nos aguanten nuestras ilegalidades y que sean
indulgentes con la histórica incompetencia del gobierno mexicano para asegurar
la cobertura de necesidades básicas de sus ciudadanos.

El colmo: la postura de estar defendiendo nuestra dignidad.
¡Trágalo, tierra!