En el meneo diario del transporte público se ve cada cosa, que uno ya no sabe si reír o si llorar: desconsideraciones, gandallismos y demás agravios al prójimo, los cuales, por su carácter malaleche, rayan en lo obsceno y, por qué no decirlo, en lo pecaminoso e inmoral.

Por esta razón, aquí te compartimos los siete pecados capitales que uno puede presenciar, o incluso cometer (no nos hagamos como que la virgen nos habla), en el Sistema Colectivo Metro:

1. Lujuria

Existen muchas manifestaciones de este pecado en el metrónomo: cuando los ñores apestosos dirigen miradas lúbricas a las tiernas colegialas; el clásico arrimón de la hora pico; atrás del andén, el fax calenturiento, o los piropos guarros en pleno acceso a la estación.

2. Pereza

Quién no ha visto a esos jovenazos que se hacen los dormidos para no darle el asiento a la viejita, al minusválido o a la madre con su vástago de cuatro años en brazos. Asimismo, están los que se aplastan en la puerta y no dejan pasar a los demás.

3. Avaricia

No podemos dejar de mencionar a la gorda que, al abrirse las puertas del tren en la terminal, se mete al vagón y avienta su bolsa para apartar lugar (hasta parece que quiere todos los asientos para ella sola).

4. Gula

En transbordos y estaciones, siempre está presente la glotonería: basta ver la aglomeración en las tortas de la estación Hidalgo o en los tacos sudados de San Lázaro. O bien, a quién no le ha tocado viajar junto a un chamaco que va tragando sus dorilocos e impregnando el vagón de un tufo a chile, sal y grasa adolescente.

5. Ira

En esta ciudad llena de ira y estrés, observar peleas en el Metro es el pan de cada día: agarrones que van desde la frase común “si no te late, pus viaja en taxi”, hasta los manazos, pasando por las refrescadas de jefa. Lo más turbador: cuando el enojo desata una catfight entre ancianas. Lo más enojoso: el pleito entre ambulantes.

6. Envidia

¡Qué envidia (de la mala)!, cuando desde la enorme fila de la taquilla ves cómo mandan al andén un tren vacío y todos se trepan de lo más felices. Y tú, ahí formado (ni para cuándo avance la cola), pegas el corajote de la semana.

7. Soberbia

Una muestra de este pecado: el gesto del que conduce el tren, cuando llega a la estación luego de 10 minutotes de espera por parte de los usuarios; éstos con la muina y aquél con cara de “me vale queso su problema”. Otro ejemplo: la actitud de la taquillera (mascando chicle y hablando por fon), respecto a la filota que nomás no avanza.

En fin, chilango, dicen por ahí: “quien esté libre de pecado que arroje la primera piedra”, pero aquí te puedes confesar y aventar cuantos rocazos gustes. Así que dinos: ¿cuál ha sido tu mayor pecado en el metro?, ¿has sido víctima de alguno? Venga de ahí, de lo más profundo de tu ser.

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