Busco el número 348 de la avenida Año de Juárez, en Iztapalapa, entre fábricas de ropa deportiva y uniformes. Veo a lo lejos el templo de Tenrikyo, religión japonesa asentada en México desde 1993 que difunde la doctrina de Miki Nakayama, mujer que, a los 40 años, tras participar en un exorcismo budista, fue encarnada por la deidad Tenri-O-no-Mikoto para salvar a la humanidad del pecado. Desde entonces se le conoce como el “Templo Vivo de Dios”. En la entrada, un oriental flaquísimo, que saluda a los fieles, me impide el acceso.

—No pode entrar —me dice en un español deficiente.
—Vine la semana pasada y me dijeron que podía —respondo, confundido.
—Sólo japonés —me reta con la mirada y señala a sus paisanos. Me retiro sin éxito.

Tenrikyo es una de las 7 mil 281 asociaciones religiosas registradas ante SEGOB. Menonitas, anabautistas, pentecostales, espiritualistas, ortodoxos… Cultos que en la última década han tomado fuerza, como el de la Santa Muerte o San Charbel, e incluso adoran a supuestas encarnaciones de Dios, también forman parte de la lista. ¿Estafadores? ¿Violan la ley? En busca de una explicación quise entrevistar a Paulo Tort, titular de la Dirección General de Asociaciones Religiosas de SEGOB. Nunca recibí respuesta, pero integrado como “fiel” —y muy en mi interior como ateo— acudí a tres grupos religiosos liderados por “mesías” y extraterrestres. Estas son las historias.